Abanico
Maradona, el amigo de dictadores
“Tienes que venir a Cuba, acá te puedes atender, recuperar. Aquí contamos con todo lo necesario para que te sientas mejor”, señalaba por vía telefónica un convencido Fidel Castro Ruz a Diego Armando Maradona y una noche del año 2000 el futbolista argentino aceptó iniciar el tratamiento para combatir su adicción a las drogas, especialmente a la cocaína.
Meses antes, el 4 de enero de ese año, después de casi una semana de fiesta en el polo turístico de Punta del Este, Uruguay, el cuerpo de Maradona no resistió más y cayó en coma, por excesivo consumo de cocaína y alcohol.
Diego fue encontrado en un sillón por el equipo médico que respondió a la llamada de auxilio de Guillermo Coppola, representante del futbolista. Maradona estaba desmayado, casi sin pulso y con las pupilas dilatadas. La larga celebración de Año Nuevo había resultado casi mortal para él.
Los médicos que lo atendieron pensaron que moriría, pero su cuerpo afortunadamente resistió al castigo de la droga.
Enterado de ese acontecimiento y de otros similares sufridos por el futbolista, Castro habló directo con Maradona y el astro aceptó la propuesta del presidente cubano.
A inicios de los años ochenta, Maradona probó por primera vez la cocaína en una fiesta plagada de excesos en Barcelona, a donde había llegado en 1982 para brillar en el equipo culé.
La primera ocasión que Diego Armando Maradona inhaló cocaína sintió un golpe de fuerza que lo hizo sentir como un “supermán”, según lo reconoció el propio Pelusa. Ya nunca volvió a superar por completo esa adicción
Eran los años de gloria del astro de fútbol, pero con el tiempo su consumo del polvo blanco se volvió una obsesión.
El tratamiento de desintoxicación de Maradona en Cuba se prolongó más tiempo del que había previsto el futbolista. Duró de 2000 al 2005, con regresos esporádicos a Argentina.
Maradona conoció a Fidel Castro en 1987, cuando realizó una visita de cortesía al comandante, un año después de haberse coronado campeón en el mundial de México de 1986.
La agencia oficial de Cuba, Prensa Latina, había nominado a Maradona, como el mejor deportista del año y esto sirvió de ocasión para que se reunieran Castro y el Pelusa. El argentino siempre había mostrado simpatía por la ideología de izquierda y no desaprovechó la oportunidad de conocer al histórico comandante cubano.
Esa admiración hizo que Maradona se tatuara la imagen de Fidel en la pierna izquierda y la de su paisano, Ernesto “Che” Guevara en el brazo derecho, cerca del hombro. Castro quedó maravillado cuando el Diego le mostró su figura y la del guerrillero. Ahí quedó sellada una amistad que sólo dividiría la muerte.
Castro se conmovió por el detalle de Maradona y le regaló una boina y una chaqueta militar verde oliva.
Conocedor de la valía de Maradona hacia los gobiernos socialistas, fue Castro quien le presentó al Pelusa al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, convertido ya en tirano en su país.
En noviembre de 2005, Chávez invitó a Maradona para asistir a la II Cumbre de los Pueblos y IV Cumbre de las Américas y a partir de ese momento los encuentros entre ambos se repitieron varias veces. El 5 de marzo de 2013 fue un día negro para Maradona, porque ese día falleció Chávez.
En su sepelio, Diego afirmó que Chávez cambió la manera de pensar de los latinoamericanos, porque enseñó que ningún país debe depender de Estados Unidos. También señaló que el comandante se convirtió en libertador de su pueblo, declaración que motivó las más rudas críticas, especialmente por la represión librada por Chávez en contra de gran parte del pueblo venezolano.
Con la llegada de Nicolás Maduro al poder, su gobierno emprendió una feroz carnicería en contra de opositores y ciudadanos en general. En abril de 2017, las manos de Maduro se llenaron de sangre con la muerte violenta, a manos de fuerzas policiacas, gubernamentales de más de 130 jóvenes que protestaban.
El comentario del Pelusa no pudo ser más desafortunado, porque a pesar de la evidente represión ejercida por los cuerpos armados de Venezuela, Maradona se pronunció como un “soldado de Maduro” y como tal se propuso para pelear en contra del “imperialismo”.
“Somos chavistas hasta la muerte y cuando Maduro ordene estoy vestido de soldado para lograr una Venezuela libre, para luchar contra el imperialismo y los que se quieren apoderar de nuestras banderas, que son lo más sagrado que tenemos”, aseguró en sus redes sociales.
El “defensor” argentino del pueblo y de los pobres viajó en su jet privado a fines de 2014, a Managua, Nicaragua, para reunirse con su amigo el dictador nicaragüense y otrora guerrillero, Daniel Ortega, entronizado en el poder, junto con su esposa.
Maradona justificó la permanencia de Ortega en la presidencia de Nicaragua por varias décadas y también se proclamo su “soldado” para luchar por el dictador si era requerido.
Con el expresidente de Bolivia, Evo Morales, Maradona mantuvo una relación similar desde 2008, cuando el argentino se manifestó en contra de restricciones para los juegos de fútbol por arriba de 2 mil 500 metros de altura, como pretendía la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA).
La innegable calidad futbolística de Maradona, reconocida mundialmente y que le valió elogios de la prensa internacional, contrastó con las críticas que recibió por su apoyo público y el reconocimiento que brindó a gobiernos tiránicos, con décadas de permanencia en América Latina.
Maradona siempre mostró su simpatía por gobiernos que dicen defender a los pobres, pero que, ilógicamente, no han podido disminuir y menos erradicar la pobreza en sus países y que, además de perpetuarse la mayoría de ellos, gobiernan con mano de hierro y reprimen a quien demuestre inconformidad por sus acciones.
La vida del Pelusa y la de algunos tiranos, como Fidel Castro, a quien consideró como su segundo padre, quedó tan unida que incluso los dos fallecieron en la misma fecha, pero de diferentes años, el 25 de noviembre. Estuvieron muy unidos en la vida, algunos podrían afirmar que quizá sigan cercanos en otros senderos.