Itinerario Político
De “Mis Bendiciones” 2
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Seguimos en lo nuestro. Hoy “Mujeres Divinas.
Benditos aquellos que siguen aquí y humildes, no obstante, su inteligencia y cultura
Nadie olvida a un querido colega Jorge Coo con su famosa canción que siempre entonaba, borracho o no. Y conste que pedía Don Pedro, y se lo traían de inmediato. Ramoncito, no sé por qué se ha alejado de nosotros, afinaba su lira, vaya su guitarra para que el chaparrito entonara “Mujeres Divinas”.
Esa canción que evoca las cantinas, las botellas para llegar, obviamente, a las mujeres. Y era constante como también José Antonio Trejo con su melodía preferida que cantaba en cuanto alguien se lo pedía. “Si nos Dejan…”
Los dos, Jorgito y José Antonio, ya fallecidos, eran, hay que reconocerlo, amén de bohemios, casados, divorciados y vueltos a casar, estupendos reporteros. El primero en “El Día” y luego, al lado de Manuel Becerra Acosta, Jr., en “Uno más Uno”. Y el otro, en “Ovaciones”, con su compadre querido Carlos Estrada Lang, hoy ya con más de 93 años de edad. Este, debo agregar, tenía especial afecto, de hombre a hombre, por supuesto, por Toño. Como todos, sin excepción en el Club y fuera de él, sentimos, aún después de ausentarse de esta vida.
Jorgito y Toño fueron compañeros de viaje con quien esto escribe, ¿o yo fui de ellos? Cómo me falta Chávez Guzmán, don Héctor, para que me corrija.
Entre paréntesis, vale la pena recordar algunas anécdotas de periodistas en México, para después de mi digresión volver a lo de los viajes con ellos.
Se casaba en Los Pinos, la residencia presidencial, Alfredo –hoy ya extinto- hijo de Doña Guadalupe Borja y su esposo Gustavo Díaz Ordaz. Este, obvio, era el Jefe del Ejecutivo. En ese tiempo, no debo olvidarlos, octubre de 1968 había muerto un gran hombre de las letras mexicanas: Don Manuel Becerra Acosta, siendo Director General del entonces mejor diario de Latinoamérica y el quinto del mundo. Ese era entonces, repito, EXCÉLSIOR.
Un grupo de reporteros del Periódico de la Vida Nacional nombramos entonces Director General a Julio Scherer García, en aquella época discreto, modesto, sin vanidades y rodeado de amigos sinceros. Sin tantos gatos en la barriga. Julio comenzó su trabajo bien. Cambió modos, recortó publicaciones, modificó sociales y le puso sección B, por Bambi –“Ja Ja”, Magazine de Policía, Revista de Policía, entre otros. Y comenzó a enfrentar al gobierno diazordacista. Este contaba con un diario gubernamental, “El Nacional”, que era dirigido por Alejandro Carrillo Marcor, viejo político de cepa. Y cuando Excélsior publicaba algo que no agradaba al Ejecutivo Federal, “El Nacional”, hacía la corrección. Bueno, regreso a la anécdota.
En los Pinos, de Parque Lira 102, era la boda de Alfredito. En la puerta, por decirlo de algún modo, recibían a sus invitados don Gustavo y doña Guadalupe. Llegó el director de Excélsior, Julio Scherer García y a la vez el del Nacional, don Alejandro Carrillo. Los tres, don Gustavo, don Julio y don Alejandro, se saludaron amigablemente. Este gesto animó al Presidente de México a gastarle la broma siguiente a los dos directores: “Qué curioso, les dijo. Que aquí se junten Excélsior… y su fe de erratas, el Nacional”. Soltó la carcajada, palmeó, cordialmente a sus dos amigos, a los que conocía antes de encumbrarse y los invitó a pasar a la residencia.
Debo referirme que cuando Scherer García era reportero de Últimas Noticias, en el tiempo de Díaz Ordaz como secretario de Gobernación, este lo tenía en alta estima. Al grado de llamarlo, como sus amigos, para distinguirlo, el narciso negro. (Todos sabemos que la flor es blanca).
Todavía oigo la redacción de Excélsior, al escucharse la anécdota, convulsionarse en risas, carcajadas. Y oír a Regino Díaz Redondo, reportero de la fuente de economía y futuro director de la EXTRA y Excélsior –así se voceaba a la segunda edición de Últimas Noticias- sentenciar: “hasta que se encontró la horma de su carácter…”
Julio Scherer duró como director de Excélsior, de diciembre de 1968 a julio 8 de 1076, fecha en que un grupo de cooperativistas consideraron prudente retirarle su confianza. Muchos prejuzgaron, con acierto, que don Julio no llevaba bien al Periódico de la Vida Nacional, con su grupo de incondicionales, porque no era libertad, sino libertinaje.
Muchos de ellos, al tiempo, regresaron a escribir a Excélsior, al lado de Regino Díaz Redondo, nombrado Director General por la misma asamblea que desconoció a Scherer García.
Díaz Redondo asumió el encargo el mismo 8 de julio de 1976 y duró hasta 2003. Vaya 25 años. Enfrentó diversos y sostenidos ataques, de dentro y de fuera, a los que se sobrepuso, hasta que surgió un grupo que logró apoderarse de la Cooperativa. Salió Díaz Redondo, entraron tres nuevos directores, el último asesinado a puñaladas.
Y en quiebra por la mala conducción administrativa y editorial, hubo que venderse a quien, en 2003, ante la falta de recursos, intentó comprar en una suma respetable. Se opuso la Asamblea y años más tarde, ese mismo comprador se hizo de Excélsior en menos de la mitad que ofreció inicialmente.
Los cooperativistas recibieron 250 mil pesos cada uno. Y no el millón que les ofrecieron en 2003. Así se perdió Excélsior.
Reintégrame a Coo y Trejo. Con los dos viajé a China, a Rumania, a Cuba, a Europa y Asia. Vaya a donde nos mandaban –y eso le consta a Carlitos Estrada Lang porque él lo hacía frecuentemente- a trabajar con gastos pagados. Trabajábamos día y noche. Cubríamos, así se dice en el argot periodístico, la fuente. Escribíamos. Enviábamos por Telex, no había computadora y el teléfono era muy caro. Y luego a disfrutar de nuestra juventud. No olvido a don Rafael Castilleja y nuestros conocimientos de bares en París.
Y a lo dicho por el mariscal Arturo Sotomayor de Saldo, con muchos años, entonces, mayor que yo. Dirigiéndose a mí: “Mira muchachito. Con mi experiencia –y vaya si la tenía en sobra: cultura, modestia, conocimientos pero sobre todo exactitud en sus dichos –a mi edad me dicen aún que soy un viejo periodista. No confundas con un periodista viejo.” Hoy, a mis 79 años, yo siento lo mismo, no obstante la envidia de algunos colegas del Club Primera Plana, que añoran llegar a figurar como don Arturo. Reconozco ser también viejo periodista. Aún no, me falta mucho para ser reportero viejo.
Primero como reportero de Excélsior, encargado de la fuente de Relaciones Exteriores, que me asignó Silvestre González, jefe de información a la salida de Arnulfo Uzeta Robelo, viajé, de 1977 a diciembre de 1980, cuando se me jubiló, como enviado especial.
Trabajé en ese lapso para Excélsior desde Francia, Alemania, España, Rumania, Italia, Bélgica, Grecia, Holanda, Dinamarca. Rusia, antes la Unión Soviética, Irak, Irán, Israel.
En París, como dato importante estuve presente en las pláticas para reanudar relaciones con España. Fue Manuel Bartlet Díaz, entonces asesor del canciller Santiago Roel, quien representó al Gobierno de López Portillo. Se suscribió el convenio diplomático en el hotel George V.
Y asistí, en Madrid, cuando López Portillo reanudó el enlace Ibero-Mexicano. Allí entrevisté al entonces joven Rey de España Juan Carlos y nos tomamos una foto juntos, ante el enojo de sus chambelanes y ayudantes.
En todos esos países sustenté pláticas sobre periodismo. Y en todos recibí diplomas que guardo, junto al galardón que el Consejo de Administración de Excélsior me otorgó por una información referente a una fuga en Lecumberri. Fue mi premio nacional de periodismo. Los otros ya no los cuento.
Estuve también en China, Japón, Indonesia, Singapur, Vietnam, Siam con gastos pagados por Excélsior y estímulo de Relaciones Exteriores.
Jorge Coo, Antonio Trejo, así como Teodoro Rentería, José Carlos Robles, Víctor García Solís, Carlos Estrada Lang, Antonio Pérez Vieytis, Raúl Durán Cárdenas, Luis Spota, Elsa Peralta, Luciano Huerta, Víctor Manzanilla Schaffer –que llegó a embajador de México en China, y luego a Gobernador de Yucatán, de donde lo sacó Víctor Cervera Pacheco y lo reemplazó Dulce María Sauri- otros más y el inefable Arturo Sotomayor de Saldo, que en China, por ser el mayor del grupo invitado y del primer contingente periodístico que visitaba China, luego de la muerte de Mao Tse Tung, le dieron distinciones mayores que a Castillejos, el presidente del Club.
Recorridos allí desde Pekín, hasta Vietnam. Usamos avión, camión, autobús, ferrocarril, carreta, barco, lancha, etcétera, para conocer una gran porción del país asiático. Fueron 26 días de gloria y ocaso.
También se estuvo en Canadá, Estados Unidos, Cuba, todo Centroamérica y Sudamérica en donde entrevisté con motivo de las Olimpiadas en México a los entonces presidentes.
Todas ellas, incluida en 1978 la ruptura de México con la República Española a la que abolió en 1937 la monarquía y reconoció Cárdenas. O la de Luis Somoza, presidente y dueño de Nicaragua, que me declaró que la democracia es una medicina muy fuerte. Por la que daba a su pueblo con gotero.
Estuvimos en las Antillas. Fue en Granada donde se anunció la entrega al gobierno del General Omar Torrijos del Canal de Panamá. Y que se consolidó en Washington.
Fue un alarde de viajes. Y, repito, todos pagados por Excélsior y estímulo de Santiago Roel y Chanito Guerra Aradillas, su jefe de prensa.
Dejemos en paz a los muertos. Y a lo dicho.
Seguimos con “Mis bendiciones” 3