Obispos de México: Un nuevo horizonte/Felipe de J. Monroy*
¡Brozo, el Banxico y los derechos y libertades!
Que nadie se equivoque.
La campaña de difamación y calumnia lanzada desde Palacio Nacional contra Brozo, el personaje del comediante Víctor Trujillo, no es más que otro de los eficientes distractores oficiales; cortinas de humo ‘engañabobos’.
Sí, resulta que Brozo y sus lances discursivos fueron utilizados por el poder presidencial, para ‘jalar la marca’ en dirección contraria al ‘golpe de Estado’ lanzado contra el Banco de México; sin duda la más dictatorial de las decisiones de López Obrador, en sus primeros dos años de ingobernabilidad.
Y, como resultó evidente, una importante porción ‘del respetable’ se tragó el espantajo sin digerirlo. Por tanto, muchos dejaron de mirar y criticar lo verdaderamente importante; la destrucción del Banco de México al que pretendieron convertir en una ‘moderna lavadora de Estado’, del dinero sucio.
Sin embargo, y como también saben, a pesar del espantajo contra Brozo, para mucho resultó imposible tragarse y digerir el ‘sapo’ de la reforma al Banco Central y por tanto los lacayos de San Lázaro dieron marcha atrás, por ahora, a la ‘descocada’ reformar a la Ley del Banco de México.
Sin duda una victoria ciudadana momentánea y una derrota temporal del ‘tirano’ López Obrador; victoria de la razón, de los críticos y, sobre todo, del periodismo libre y de los anticuerpos sociales.
Sin embargo, en el ánimo colectivo quedó viva la especie no de una lucha de ideas, sino de clases y hasta de castas; defender y/o criticar a Brozo y aplaudir o cuestionar el supuesto insulto de Brozo al presidente López.
Y aquí tampoco debe existir lugar para la equivocación.
¿Por qué?
Porque en el fondo, la defensa colectiva –incluso masiva–, a favor de los calificativos de Brozo –un suave “pinche presidente” –, a Obrador, va mucho más allá de una mera defensa del personaje de Víctor Trujillo.
En realidad, se trata de la exhibición pública de los ‘anticuerpos sociales’; cierre de filas de una importante porción social a favor de la crítica y contra el autoritarismo presidencial; reclamo a favor de preservar libertades y derechos básicos; libertades como la de expresión y derechos como los de disentir, criticar y hasta ridiculizar, de manera pública, al poder presidencial.
Y es que, a querer o no, a dos años de su gestión, Obrador cosecha lo sembrado; el repudio popular por su cotidiano insulto a los medios, a los periodistas críticos, a los intelectuales y, sobre todo, a todo aquel que disiente de su ‘chabacana’ realidad alterna.
Sí, los defensores de Brozo en realidad defienden una de las más preciadas libertades democráticas; la de expresión que, a su vez, es el termómetro de la salud democrática de una sociedad; defienden el derecho a disentir, a ridiculizar al poder y exhibirlo en su desnuda estulticia.
Todo ello frente a un presidente que todos los días insulta, difama y calumnia a periodistas, a intelectuales y medios con una larga lista de calificativos indignos de un demócrata.
En general, a los críticos les llama fifís, conservadores, corruptos, mentirosos, deshonestos, calumniadores, hampa del periodismo, prensa inmunda, plumas al servicio de la mafia del poder, gacetilleros, vendidos, chayoteros, paladines de la objetividad, conservadores con apariencia de liberales, maiceados y hasta salinistas.
Al autor de esta columna le ha dicho “calumniador ponzoñoso”.
Pero no es todo. Cuando criticaron a su gobierno por dejar en libertad a Ovidio Guzmán, López dijo que sus críticos son “pasquineros que muerden la mano del que les quitó el bozal”, al tiempo que desde Palacio salieron hashtags como “#Prensasicaria”, “#Prensachayotera” y “#Prensaprostituida”.
Al autor del Itinerario Político fue al primero que los propagandistas de Obrador le endilgaron el hashtag de “#Periodistasicario”, en mayo de 2018.
El 25 de marzo de 2019, el presidente mexicano acuñó uno de los más cuestionados ataques a los periodistas.
Así lo dijo: “El otro día vi, con motivo de esta entrevista –con Jorge Ramos–, a un columnista diciendo que los que venían aquí no eran buenos periodistas… Yo discrepo, con todo respeto, creo que ustedes no sólo son buenos periodistas, son prudentes porque aquí los están viendo, y si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede…”.
¿Y qué es lo que sucede…? Se preguntaron todos.
Obrador corrigió pronto: “… pero no soy yo, es la gente”.
Luego de esa amenaza, periodistas de México y del mundo cuestionaron a AMLO, sobre todo porque en junio de 2015, toda la izquierda mexicana, todos los que hoy están en el poder, criticaron al entonces gobernador de Veracruz, Javier Duarte, luego que les exigió a los periodistas estatales “portarse bien”.
Así lo dijo: “Pórtense bien, porque sabemos quienes andan en malos pasos”.
Y apenas el pasado lunes, uno de los ‘paleros’ de las mañaneras dijo que, en otros gobiernos, Víctor Trujillo “habría aparecido con moscas en la boca”, en una clara amenaza de muerte.
Y es que, en 24 meses del gobierno de López Obrador, han sido asesinados 29 periodistas, una de las cifras más altas en el mundo, al grado de que, en 2019, la agencia EFE clasificó a México, junto con Afganistán, como el país más peligroso para el ejercicio del periodismo.
Sí, que nadie se equivoque, la solidaridad con Brozo es más que la defensa de un payaso, de un comediante o de un periodista; es la defensa de la democracia. Y punto.
Al tiempo.