Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Al príncipe Myshkin, que es uno de los inolvidables personajes de Fiódor Dostoyevski le decían idiota porque era noble, generoso, ingenuo y siempre tenía a la mano una razón para ayudar a los demás. Esa es la concepción que tiene la gente miserable de los buenos seres humanos. Aquella novela escrita por el ruso en forma de entregas para dar a conocer su propias concepciones de la vida y de la sociedad feudal-zarista que todavía cubría su país, no tiene nada que ver con los personajes actuales a los que se llama COVIDiotas. Ellos si son en realidad verdaderos idiotas por la forma como se agreden y agreden a los demás. En la palabra, de nuevo cuño, se encubre toda la insensatez y la irresponsabilidad del ser humano, que no solo desprecia su propia vida, sino las de los otros. El semáforo rojo que ahora nos rige, tiene mucho que ver con esas conductas enfermizas y torpes que han involucrado a sus propias familias. La ética, la moral, no han cabido, por ejemplo, en personajes como Miguel Bosé y otros similares que encabezaban marchas para negar la existencia del virus. Muchos de ellos en nuestro país son los que lanzan culpabilidades al gobierno y a su portavoz Hugo López Gatell. Quizá no se han dado cuenta todavía, que se habla del descubrimiento de virus peores en otros países, que están generando medidas más restrictivas que las impuestas el pasado 18 de diciembre en tres estados, CDMX, EDOMEX y Baja California. Los toques de queda, los enclaustramientos obligatorios, la posible suspensión de garantías en el caso de México, protocolos legales, ya se aplican en muchos países y aquí la corriente del COVIDiotismo se ensaña todavía para buscar culpables.
Condena a morir, el peor crimen que puede cometer alguien
Las condiciones extremas de una situación exhiben lo que la gente es. Dostoyevski, en viaje a Siberia y cuando estaba condenado a muerte, ya sabia que esa condena es la peor que puede ocurrirle a una persona y a través de su personaje el príncipe Myshkin expuso su posición al condenar que se quite la vida a alguien o lo ponga en peligro de morir, como ahora lo hacen los COVIDiotas. Uno de los ejemplos que usa el príncipe es el cuadro famoso de Hans Holbein el Joven, en donde se ve la terrible expresión del nazareno en la pintura El Cristo muerto. Es conocido que el escritor fue exonerado de la pena de muerte en último momento, pero que siempre conservó el trauma y la impresión de su propia muerte. A través del joven de 20 años que arriba a San Peterburgo, entonces capital de Rusia, Dostoyevski va dando a conocer sus concepciones sobre la solidaridad, la generosidad y el respeto a los demás. Expuesto en otras dos de sus novelas famosas, Los hermanos Karamasov y Crimen y Castigo, el lado más oscuro de los seres humanos, aquí, El Principe idiota, (Obras completas de Aguilar, 1964), presenta el lado más apacible y tierno de alguien que ha sido vislumbrado desde varias similitudes, una de ellas la de el Jesús de los cristianos. No obstante en la novela también afloran las peores conductas, algunas relacionadas con los malos de ese cristianismo como el propio Judas. El joven, en pobreza, pese a ser noble y estar marcado por una enfermedad que no tenía contención entonces, la epilepsia, apoya en lo que puede a la mujer pecadora, en realidad una pobre joven engañada, a la que los prejuicios de la época habían condenado. La actitud del príncipe exhibe de esta manera, la forma como se veía a las mujeres en esos tiempos, con actitudes a las que las mismas mujeres, las pertrechadas, también se sumaban.
El príncipe idiota, una novela llena de simbolismos
El arribo de Myshkin a la capital rusa para hablar con una pariente lejana acerca de una herencia que acaba de recibir, lo conecta con las muchas variantes de los personajes que existían en ese tiempo en la Rusia zarista. Los poderosos, los nobles venidos a menos, los vividores, los utilitarios, la mujer cortesana, el maleante que lo fue impulsado por la pobreza, en fin seres de todos los niveles entre los que destaca la hija menor del general Epantchin esposo de su pariente, joven hermosa que ostenta el nombre de Aglae o Aglaya, que tenía la tercera gracia del Olimpo. Nombre que utilizó también el pintor español Rubens, al representar en varios cuadros a las Tres Gracias, Alfonsina, Talía y Aglae. Esta última personificó en la novela a la joven enamorada del príncipe. Pero él llevado por su generosidad, prefiere salvar a la cortesana, mujer que había sido seducida por un poderoso y vive por esa razón, presa de remordimientos. La obra es muy larga, propia de aquellas series publicadas en capítulos. Ha sido una de las novelas más llevadas a la pantalla, cinco desde 1943 hasta el año 2000, con una adaptación para serie del 2003. El mismo Akira Kurosawa la filmó en 1951 con Toshiro Mifune como protagonista, que no creo que se pareciera mucho a Myshkin. También ha habido innumerables adaptaciones al teatro y a la televisión. Un príncipe idiota que describe Dostoyevski como paradoja, cuando la propia Aglaya señala en el libro que es un joven “cándido pero inteligente”. Cosa que no son los COVIDiotas.