Abanico
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Tengamos paciencia. Ya terminó el año par. Y como dice María Luisa Izquierdo, “Tatis”, a todos en la felicitación al Werito, sobre 2021:
“Año de nones. Año de dones”
Benditos sean aquellos que con una sonrisa amable
se detienen a hablar conmigo por unos momentos.
Cómo poder olvidar a viejos compañeros del Club Primera Plana. Por ejemplo, a Daniel Cadena Zepeda, por sus incursiones de gran éxito en la poesía. Tiene varios libros. De ellos, saqué éste:
“Ya le pagué a la vida un día
con toda mi alegría
Por un breve minuto de fervor
y de luz me ha dado en el dolor
pesada cruz
Por beber en su límpido venero
y no saciar la sed,
de sed me muero,
y se escapó un lucero
de mi harapienta red
Retuvo mi mañana un trino cristalino
y en vano angustia y llanto aplazo
para encontrar su trazo
jovial en mi camino
Por un instante ardiente
de ansiado plenilunio
le pagué, largamente
con todo mi infortunio…
En diciembre de 1971 se imprimió este libro intitulado “poemas”. Y tuvo muchos otros.
Fue amigo, buen amigo, y uno de los presidentes del Club Primera Plana.
Recuerdo un viaje que junto con otros periodistas –Julio Pomar, Ariel Ramos entre otros- hicimos Daniel y yo a la República de Chile. Cubriríamos las actividades de doña Eva Sámano, esposa del presidente Adolfo López Mateos en la entrega de ayuda a este pueblo devastado por un terremoto.
Fue Gustavo Ortiz Hernán, también miembro del Club Primera Plana y entonces embajador mexicano en Chile, quien obtuvo el auxilio de los mexicanos y doña Eva, que la entregó en un periplo por Chile desde Antofagasta hasta Puerto Mont, pasando por Santiago, Viña del Mar, Lota, Concepción.
Platico esto porque durante los casi treinta días que duró el viaje Daniel fue amable. Al grado de que sabiéndolo poeta, le solicité algunos para enviarlos a México, a la madre de mis hijos, Bety.
Aún los conserva. Pero supo que eran los versos de Dany inspiración mía.
Otro, Alfonso Argudín, también ex presidente del Club. Subdirector de El Universal –Cadena Zeta-, fue jefe de redacción de Novedades y luego director de El Heraldo, pero antes pasó por el Diario de México-.
Escribió “Pomona”, que él llamó un libro de amor que ya jubilado en 1978 lo publicó la editorial del Club Primera Plana, impregnado en su propósito de divulgar los trabajos de los periodistas mexicanos y enriqueciendo el acervo cultural de nuestro país.
Al azar encontré “ansiedad”. Dice así:
Fulgurando media noche
parecía más lejano
Invocando amanecer
y enloquecía Ella de amores
esperando al bien amado
en vibrante estremecer
Confundiéndose esperanzas
y juveniles anhelos,
eran incendio de amor
y en su crueldad alargaban
el peor de los tormentos,
la espera del corazón…
Desnúdate ya media noche
que al irte desabrochando
te vuelves amanecer…
No hagas llorar de amores,
deja que en férvido halago
se besen Ella y Él.
Muchos hubo, y también hay, que brindaron su inteligencia a nuestro Club. De ellos abrevamos no pocos. Con tino, efectividad sin vanidad, ofrecían su cultura.
Ya hemos hablado de la creación del Club Primera Plana. De su nacimiento. Veamos su desarrollo:
En 1990, cuando José Carlos Robles Montaño era su presidente y acababa de pasar el Primer Seminario de Periodismo organizado precisamente por el Club Primera Plana, La Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo rector era el doctor José Sarukhan, publicó su memoria.
Allí, en la presentación del volumen, afirmó:
“Finalizaba el año de 1958 cuando cristalizó una idea que se consideraba útil y oportuna: reunir a un grupo de jefes de redacción de los diarios de la capital para dialogar sobre asuntos y problemas que en un puesto tan delicado tienen los periodistas que desempeñan ese cargo.
El primer gran paso lo dieron Miguel Tomassini Salcedo, de “El Universal” y Daniel Cadena Zepeda, de Novedades, con la intermediación de Juan de Dios Pérez Galaz, entonces reportero de Novedades.
A ellos, pronto se les sumaron Víctor Manuel Velarde, de Excélsior; Rogelio Rivera Saucedo, de La Prensa y Ricardo Pinelo del Río, de El Nacional.
El nombre del Club Primera Plana, su importancia, salió a todo el mundo. Así, conforme a los Estatutos, a invitación de diversos países firmamos intercambio cultural. Grupo de periodistas venían, invitados por nosotros, a México. Presentaban un programa previo para visitar que se les cumplía, en rigor, durante su permanencia. Era un lapso no mayor a 21 días, ni menor a 15.
De igual manera reporteros, periodistas, escritores, del Club Primera Plana, visitamos, como invitados, muchos países.
Se firmaron convenios culturales, que entre otras obligaciones invitaba a los invitados a platicar sobre su profesión. Así se enteraron de nuestros avances, o nosotros de los de ellos.
En 1980, se suscribió el primer convenio con la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (hoy Rusia) (Debo aclarar que el costo del transporte del país de origen al del invitado lo pagaba el club de periodistas respectivo. Los gastos en el país los cubría, hotel,
comida, traslados, etcétera, el anfitrión.
Seguimos con China, hoy aún vigente. Más adelante, con Rumania; Bulgaria; España. Alemania, Venezuela, Argentina, Uruguay, Japón, Guatemala, Panamá, Canadá y quedaron pendientes Francia, Italia, Holanda, y muchos otros.
El cambio de gobiernos, de ellos y de nosotros, entorpeció nuestra relación. Comenzaron las muertes violentas de comunicadores. Se elevó la protesta. Y quedaron latentes, sin concluir dichos acuerdos de cultura.
Hoy aún prevalece la idea de abrirlos y continuar como acontece con la República de China, que cada año viaja un grupo de asiáticos a México y viceversa a China de mexicanos.
Fueron esos cinco compañeros los que le dieron vida al Club Primera Plana, que de ser una asociación de amigos, a través de los años se convirtió en lo que es hoy: no sólo la organización de profesionales del periodismo más respetable, respetada y reconocida a nivel nacional, sino que su importancia e influencia ha trascendido nuestras fronteras.
Sin embargo, nuevas metas se ha fijado el Club como las de impulsar el desarrollo profesional del ejercicio periodístico, fomentar las actividades que conduzcan a una mejor preparación de los periodistas, fortalecer el prestigio de la profesión y apoyar moral, técnica y académicamente a instituciones de enseñanza donde se impartan conocimientos sobre ciencias de la comunicación.
Este seminario concluyó el 30 de noviembre de 1989, luego de dieciocho días, y noventa horas de diálogo con la participación de los más distinguidos profesionales de la comunicación, periodistas que siempre han buscado la verdad sin ocultar su verdadera identidad. Casi casi como hoy se hace.
No debemos olvidar lo que José Carlos también aseguró en aquella ocasión: “Podemos decir, después de escuchar los comentarios de los ponentes, que en México existe libertad de expresión, libertad de prensa. Una libertad que, como dijera Washington, es una planta que al echar raíces es de un rápido crecimiento. A los mexicanos se nos ha hecho hábito, costumbre, vivir en ella.
Una libertad igual en todos los hombres, que sólo tiene en cada uno por límite, la de los demás”.
Dijo también:
“Apuntemos que si bien el gobierno no oculta su apetito de ampliar y fortalecer sus medios de comunicación –transparentes algunos, maquillados y vergonzantes otros— en cuanto a respeto a la libertad de prensa, radio y televisión no tenemos un estado que totalice, reprima o cancele esa libertad.” O eso creíamos, agrego yo.
Fue más claro al advertir José Carlos:
“Se puede afirmar también que en nuestra prensa independiente no se da el libertinaje que solo lleva a dañar, a desordenar y a anarquizar la sociedad.”
Evocó que “el espíritu de la verdad, lo mismo que el de la libertad, son los dos pilares fundamentales en la vida humana.”
Son palabras, también digo, en las que los periodistas siempre debiéramos reflexionar, preguntarnos si la libertad que ejercemos le sirve a la sociedad a quien nos debemos. Si nuestras informaciones y comentarios son apegados a la verdad; si no son deformantes o alienantes, manipulados o comprometidos.
Ese era el Club entonces. Hoy, debo decirlo, ha tenido cambios. De los muertos, ni hablar. De los vivos, menos.
Ah, por cierto, luego daré a conocer quiénes estuvimos en ese seminario periodístico. El primero, no el único. En el 9