Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
De mis bendiciones 11
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
En la iglesia de moda entonces, Santa Teresita del Niño Jesús,
en las Lomas de Chapultepec, el 24 de enero de 1953 contrajimos
enlace eclesiástico, matrimonio, Bety Reyes Estrada y Carlos Ravelo
Galindo.
Desde hace cinco ella está en el cielo. Nosotros en el infierno,
aún.
Hubiéramos cumplido nuestro 68 aniversario. Juntos.
Por eso, en tu ausencia Bety, cuando a la una nos bebamos una,
escucharemos, complacidos tu frase preferida: “Otra, Ravelo”
Benditos los que quieren que muera… pero no les hago caso
Apenas anoche Massimo, mi nieto de seis años, –aclaro que en
2021 ya tiene 18– me soltó la pregunta de cuándo me iba a morir. Le
dije en dos días. Y el volvió a inquirir, ¿es mucho tiempo, Abo? Sí, es
toda la vida.
Estoy convencido, le dije, que la muerte debe llegar con la
puntualidad mexicana, o como las promesas de los políticos: tarde.
Esto me recuerda una anécdota, dicen que fue cierto, de una
mujer, viuda, sin hijos, y sola en la vida, que todas las tardes llegaba a
la iglesia de su pueblo a pedirle al Señor, durante horas, que ya se la
llevara. Esto originaba que el sacristán no pudiera cerrar las puertas, y
se desvelara.
Hasta que un día en que la viejecita le preguntó al Altísimo que
cuándo la recogería, en el buen sentido de la palabra, el sacristán que
estaba atrás del Altar, respondió con voz firme: ¡MAÑANA!
Abrió los ojos la vetusta y, asustada, preguntó: “¿tan pronto,
Señor?”
Así me pasó a mí. Inquirí con mi pequeño interlocutor, el porqué
de su pregunta. Quién se lo habría aconsejado. Y él, inocente como
todos los infantes, respondió rápido sin inmutarse. “La tele, Abo. Ahí si
no te mueres, te matan…”
Lindo ejemplo de educación que imparte a millones de
escolapios el consorcio televisivo mexicano, a ciencia y paciencia de
las autoridades, llámese Ejecutivo o legislativo. El judicial, sólo
sanciona lo que otros mandan.
Después de esta disquisición filológica es obvio regresar al punto
de partida, dentro del encuadre Excélsior. Hemos hablado de los
viejos periodistas, Hombres llenos de inquietud, de prosapia, pero
sobre todo de sentido común y decencia. Hoy tan escasa toda ella. En
fin.
No sólo la vieja guardia tenía estilo. Poco a poco, como decía al
principio mi nieto, uno a uno se fueron. Y llegó el reemplazo. También
de estirpe y coraje. Allí cuando era jefe de información me llegó una
nueva brisa. Refrescante. Que apabulló a los que había encontrado al
llegar con Villa Alcalá, primero.
Ojalá y recuerde, luego de cuarenta años los nombres de mis
amigos reporteros de la Primera y luego la Segunda, en donde servía
a las órdenes de Regino Díaz Redondo.
Todos los que voy a nombrar cuando menos han escrito tres
libros. Otros, como Marco Aurelio Carballo, lleva ya doce. Rafael
Cardona, cinco; Toño Andrade, ya fallecido, tres; Carlos Marín, creo
que tres, Carlos Ferreira, destacado. Apenas cinco.
Ni olvido a Marín, hoy como los anteriores también muy
destacado. Nada menos que es director de importante Diario y fue de
otros no menos famosos. Además, se pasea diligente por la tele y
apabulla con su fina ironía, conocimiento y lucidez agresiva.
Cuando, va de anécdota, era jefe de información de la Segunda
Edición de Últimas Noticias de Excélsior, Carlitos Marín llegó joven
como reportero. La edición debía salir antes de las cuatro de la tarde,
razón por la que acelerábamos a los reporteros.
Marín técnicamente metódico escribía en la máquina mecánica,
lento, pero sus ideas y razonamiento lo sobrepasaban. De modo qué
en contra de su voluntad, puse en práctica un sistema novedoso,
basado en el principio que las notas deben llevar siempre al inicio el
qué, quién, cuándo, cómo y dónde. Quien sigue la regla, ya triunfó. En
el leed –¿así se escribe? Se dice lo esencial.
Marín seguía ese principio, igual que Carlos Ferreira, Oscar
Domínguez, Guillermo Mora Tavares, Raúl Torres Barrón, Ramón
Morones, Abelardo Martín y Jorge Reyes Estrada. De modo que
cuando apenas llevaban media cuartilla, dos párrafos amén de la
entrada, sacaba yo, contra la protesta de todos, la cuartilla, el original,
y les dejaba la copia para que siguieran su trabajo.
Seguramente que mi mamá, María Teresa, se cimbraba allá en
el cielo en donde acompaña a mi papá Guillermo, por tantos recuerdos
por mi hazaña. Pero ni modo. Así, Lalo Martínez y Gonzalo Martínez
Maestre podían cabecear la nota que ya vista por Regino, se les
pasaba a ellos y luego al gran corrector de estilo que era el guitarrista,
ya lo dije, Lázaro Montes.
Ganábamos tiempo y así, salíamos también a tiempo para
competir, ventajosamente, con la Segunda de Ovaciones, de cuya
segunda plana, a cargo de Carlitos Estrada Lang, pendía la fuerza de
esa edición.
Y no era para menos. Allí, gracias al histrionismo de Estrada
Lang figuraban los hermosos cuerpos de las actrices del mundo. Pero
Carlos sabía escogerlas, también en el buen sentido de la palabra,
pues las mostraba en “su” plana, casi como Dios las trajo al mundo.
(Entre paréntesis, la productora de TV dos, Carla Estrada, es
una de sus tres hijas. Las otras dos: Mari Mar y Rocío. Las tres bellas
por su madre que también es una beldad.)
Marín respingaba todos los días. Pero creo que algo, de mi
tozudez, enseñanza, le sirvió de algo. Hoy él también es certero y
tenaz en predicar su verdad. Chiquito, sin ofenderlo, pero picoso.
Tampoco cantan mal las rancheras Rafael Cardona, hijo de un
buen amigo del mismo nombre, que cuando trabajaba como director
de la XEW y coincidíamos cuando yo grababa mi “Agenda
Confidencial”, allí en Ayuntamiento 54 y 56.
Siempre decía, ante su jefe que esa estación, que fundara don
Emilio Azcárraga Vidaurreta y la siguió como hijo, Emilio Azcárraga
Milmo, que la estación “era como un hermoso ropero, lleno de finas
sedas y mejores linos”, al referirse al repertorio de actores, actrices,
periodistas, escritores y humoristas.
Allí conocí, digresión don Héctor, al hoy famoso Armando
Manzanero, cuya primera esposa fue la secretaria de don Bernardo
San Cristóbal, amo de la W y jefe de don Rafael Cardona, padre.
Decía de Rafael Cardona, el periodista, escritor y comentarista.
Joven, acaso 48 años, asumió cargos importantes no sólo en diarios y
revistas, sino en secretarías de estado inclusive en la Presidencia de
la República, cuya labor editorial, sin poner su nombre y menos
seudónimo, se publicaban en periódicos en toda la República.
Como Marco Aurelio Carballo que, cansado ya de reportear y
servir en diarios y revistas, incluida la Revista Siempre, en donde fue
jefe informativo, decidió compartir su tiempo y escribir. Su máquina de
escribir, a la mejor ahora la computadora, lo ayuda a poner las miles
de palabras que de su imaginación nacen.
Y además inteligente, culto, avezado, Rafael se apoya en gente
similar a él. Allí, en su periódico, no es de él, pero como si lo fuera,
está también Carlos Ferreira, en otra época, jefe de prensa del
senado. Y con algunos libros sobre política.
Y otro más, Abelardo Marín, joven enamorado –como casi todos
los periodistas, de antes, ahora y de mañana, que desde que salió de
la Primera, en la “revolución del 76”, no ha dejado de trabajar en el
gobierno, para confirmar el dicho del Chango Garizurieta que “Es un
error vivir fuera del presupuesto”.
He hablado de muchos queridos compañeros. Pero me faltaba
uno más. DON así en mayúsculas Francisco Cárdenas Cruz, gran
reportero y también jefe de información en la Primera de Noticias con
Jorge Villa, cuando yo faltaba.
Su columna fue guía de otras muchas. Alumbró el periodismo.
Hizo vibrar a políticos. Y no sé, ni quiero imaginármelo, por qué dejó
de publicar su ameritada columna en “El Universal”, que ayudó,
durante muchos, pero muchos años, a incrementar el prestigio del
diario de Juan Francisco. Es mejor dejar la incógnita. Vaya, como
dicen, darle el beneficio a la duda.
Jorge Reyes Estrada, hermano del “manotas”, el fallecido Jaime,
destacó, y se lo agradece a Coquis, su esposa, quienes se aman
como novios. Hoy, Jorge, creo, es coronel en retiro del Ejército, para
quien trabajó muchos años, hasta que hubo que jubilarse cuando fue
jefe de información del “Uno más Uno”, precisamente cuando Rafael
Cardona era su director, luego que Salinas de Gortari le compró el
periódico a Manuel Becerra Acosta, y lo obligó a salir de México para
no causar conflictos con el Gobierno.
Manuel murió en España. Y su gente lo trajo a México para
cremarlo. Aquí, en su patria.
De ninguna manera me olvido de Ramón Morones, ni mucho
menos de Ángel Villalvazo, que me ayudaba en la confección del
noticiero que en la W transmitía y leía mi amigo el hoy extinto Luis
Cáceres, a las 13:30 horas.
Recordemos también a Héctor Ignacio Ochoa, que entre
paréntesis me prestó su jacket para casarme con Bety, con quien
cumplí 55 años de unión, cuatro hijos, no cinco como explicó Carlos,
mi queridísimo tocayo, Borbolla, ya extinto.
Alejandro Ortiz Reza, con quien colaboré en realizar otros
noticieros radiofónicos de Excélsior. También Miguel Ángel Álvarez,
Ángel Trinidad Ferreira, hoy muy cercano al gober de Veracruz.
Angelito, espléndido jugador de dominó, de buen humor, buen
amigo. Pero más avezado en el amor que otros. Pero Semper fidelis,
como le decía otro gran amigo en Excélsior Jorge Davó Lozano y su
socio Fernando Alcalá Bates, espléndido amigo yucateco y fiel director
de la Primera de Noticias, reemplazo de don Francisco Martínez de la
Vega, autor de “Peter Pérez, detective de Peralvillo” hasta 1964, en
que llegó Jorge Villa.
Seguiremos con más en Mis bendiciones 12