El agua, un derecho del pueblo
Cada quien escribe lo que quiere o puede
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Todos los medios, todos, son importantes. Y no hay que repetirlo. Y cada quien escribe lo que quiere o puede.
Pero todos celebramos los días del periodista.
Veamos por qué se lo afirmamos.
Varias organizaciones gremiales celebraron este 4 de enero el Día del Periodista en México en memoria de Manuel Caballero, considerado el iniciador del reporterismo en el país y fallecido el 4 de enero de 1926.
Otras agrupaciones festejan en cambio el Día de la Libertad de Expresión el 3 de mayo, el Día de la Libertad de Prensa el 7 de junio y ojalá que también el 10 de abril se acuerden del Día Nacional del Redactor de Medios de Comunicación, ya que son igualmente periodistas profesionales.
Hace tres décadas, los corresponsales extranjeros y enviados especiales de la hoy agonizante (tras diez meses de huelga) agencia mexicana de noticias Notimex, dieron cuenta de la censura impuesta por Estados Unidos e Irak a la prensa internacional y las dificultades financieras de los medios estadunidenses durante la Guerra del Golfo Pérsico.
Aquella guerra duró del 16 de enero al 28 de febrero de 1991, tiempo durante el cual Estados Unidos y otros países aliados atacaron a Irak por haberse anexado el emirato de Kuwait en agosto anterior.
Dejemos al experto en la materia José Antonio Aspiros Villagómez, explicarlo mejor.
Porque fue testigo.
El suceso ocurrió en tiempos de crisis financiera para los medios de Estados Unidos porque la publicidad “está en decaimiento”, según informó Notimex el 17 de febrero. Como la cobertura no comenzó con la intervención de los aliados, sino con la decisión iraquí de anexarse Kuwait, para esa fecha ya los medios trabajaban en la información correspondiente.
Pero, según reportó Notimex, un estudio indicaba que “el mantenimiento de corresponsales en Irak, Arabia Saudita, Jordania, Egipto y los Emiratos Árabes”, era insostenible y fue necesario para los medios estadunidenses recortar gastos, despedir personal y pasar a la cobertura de noticias menos costosas.
Para la agencia mexicana, entre tanto, el conflicto en la región árabe representó la gran oportunidad de tener mayor presencia internacional y demostrar el profesionalismo de su equipo periodístico. Para ello envió a reporteros y corresponsales a los países donde emanaba información, incluido el propio Irak.
Quien primero fijó reglas para limitar el trabajo de los periodistas en el campo de batalla, fue el gobierno saudita. El 18 de febrero Notimex informó desde Riad que la autoridad local había emitido “nuevas reglas” para evitar que los informadores “se acerquen a la frontera de Arabia Saudita con Irak y Kuwait”, si bien algunos ya habían llegado sin escolta a ese punto, y puesto con ello “en peligro su vida y la de los soldados”.
Según la nota, “las nuevas medidas tratan de evitar que los comunicadores extranjeros llamen la atención de sus posiciones”, y Arabia amenazó con retirar acreditaciones o incluso expulsar del país a quienes no las respetaran.
Así, el Ministerio Saudita de Información limitó el acceso a las bases militares a un “pool de prensa británica, estadunidense y francesa” y los demás informadores extranjeros deberían mantenerse a cien kilómetros de Jafyi, una ciudad distante 12 kilómetros de la frontera.
También se les prohibió utilizar teléfonos portátiles vía satélite y circular sin acompañamiento por determinadas carreteras. Y no podían “llevar equipos antigases químicos o ropas militares”, salvo que fueran acompañados por miembros del ejército o “durante una llamada de alerta”.
Notimex informó desde Washington que el secretario de la Defensa, Dick Cheney, había cancelado las ruedas de prensa y dicho que “no revelaría un solo detalle sobe la masiva operación terrestre ordenada por el presidente estadunidense George Bush para expulsar a Irak de Kuwait”.
Mauro Espinoza Fernández, amplió el mismo día una información de la NBC y dijo que se trataba de “una censura total de prensa”. Y dio otras informaciones que estuvieron basadas en versiones de otras fuentes, pero no confirmadas por el Pentágono.
A Cheney le atribuyó haber impuesto “la más estricta censura de prensa en Estados Unidos desde la era de la II Guerra Mundial” y suspender “las sesiones informativas, tanto en el Pentágono como en el comando central aliado en Riad (Arabia Saudí) hasta nuevo aviso”.
En esa ocasión el jefe del Pentágono “eludió repetidas interrogantes” y adujo que “las vidas de miles de nuestros soldados” dependen de la reserva estadunidense en la divulgación de detalles, por lo cual “a partir de este momento, debemos limitar lo que decimos”.
Finalmente, dijo “comprender la solemne obligación” del gobierno con sus ciudadanos y confió “en que ellos comprendan que nuestra política (de censura) es necesaria para salvar vidas”.
El periodista mexicano José López Zamorano, a quien en 2019 se pretendía inculpar por gastos excesivos como corresponsal de Notimex en Washington, en 1991 estaba destacado en Miami, Florida, cuando se produjo la Guerra del Golfo Pérsico, y desde ahí anunció el 24 de febrero el inicio en Estados Unidos de “una etapa de mayor control en la inédita política de restricción informativa y censura impuesta a la prensa”.
El mismo día 24, el también corresponsal de Notimex Gerardo Cárdenas informó desde Washington que la cadena CNN, “que ha estado a la vanguardia de la cobertura televisiva de la guerra, es la única que se ha acercado a milímetros de romper las reglas del juego al afirmar … que las fuerzas aliadas están ‘a pocos kilómetros’ de la capital de Kuwait”.
Según el propio Cárdenas, el Pentágono buscaba ya no caer en el error del 16 de enero anterior (insistimos: 1991), cuando tras el bombardeo masivo sobre Irak “autorizó a reporteros a revelar detalles” y eso alentó la euforia del público, que esperaba ver el final de la guerra en unas cuantas horas y fue necesario que, al día siguiente, el presidente George Bush pidiera a la nación tener “frialdad de mente”. A partir de ese momento, estimó el corresponsal de Notimex, “la prensa entró en una difícil relación con las autoridades militares”.
Aparte de las complicaciones de los enviados a la guerra para obtener información, dos de ellos estuvieron a punto de ser linchados por soldados iraquíes, según reportó López Zamorano desde Miami.
También ese 10 de marzo, el periódico Dallas Times Herald publicó en su primera plana que los medios de comunicación -excepto la cadena independiente CNN- habían sido “los grandes perdedores de la operación Tormenta del Desierto”, pues la mayor parte de la información sobre la guerra había sido “producida y dirigida por personal militar”, según la opinión de Everett Dennis, director del Centro Ganett para Estudios de los Medios de Comunicación.
El recuento de toda la censura informativa impuesta por el Pentágono estuvo a cargo de Rafael Croda, uno de los enviados de Notimex a cubrir el conflicto. El 10 de marzo escribió desde Amman, Jordania, que “una espesa cortina de humo” había cubierto la guerra, “pese a que los medios de comunicación hicieron un despliegue tecnológico sin precedentes”.
Explicó con detalle cómo las cadenas informativas que operaban desde el hotel Al-Rasheed de Bagdad, pudieron trasmitir con equipos portátiles luego que “fueron destruidas por los bombardeos todas las telecomunicaciones”.
Lo que el periodista de Notimex llamó entonces “una primicia en las coberteras informativas” y “un lujo sin duda imprescindible de hoy en adelante para cualquier empresa informativa”, consistía en un equipo portátil que “consta de una pequeña antena parabólica de un metro de diámetro que sube la señal al satélite, una caja transmisora que lo mismo envía imagen que enlaza un teléfono o un fax, y un generador de electricidad portátil para hacer funcionar los aparatos”.
En diciembre de 1991 fue presentado en México el libro La guerra sin censura, en coedición de Notimex y el periódico El Nacional que cerró Ernesto Zedillo, con testimonios de Rafael Croda, Rubén Álvarez, Gerardo Arreola y Miguel Ángel Velázquez, quienes -con el apoyo de Gerardo Cárdenas desde Jordania- fueron los enviados de la Agencia a cubrir la que el presidente iraquí Saddam Hussein llamó ‘La madre de todas las batallas’. “Notimex fue el primer medio latinoamericano en entrar a cubrir aquella zona”, dijo entonces el director de la agencia Pablo Hiriart.
Este relato se ha limitado a tratar el tema de la censura informativa y no la información específica que, sobre la Guerra del Golfo Pérsico, hayan podido difundir en esas condiciones los cientos de periodistas enviados a la zona en conflicto.
Para la historia universal fue una guerra más. Para la historia del periodismo y de las libertades y derechos humanos, se trató de uno de los acontecimientos mundiales que más reporteros convocó, pero donde menos facilidades hubo para que hicieran su trabajo. Y para Notimex, una época gloriosa que contrasta con el panorama desde 2019, cuando la empresa prescindió de sus competentes corresponsales y comenzó a despedir y reemplazar a su personal de la sede central.
Hoy, a más de diez meses en huelga, esa agencia ya parece tener futuro.