Abanico
¡No le importa mentir porque “se cree Dios”!
De nuevo la mitomanía presidencial.
Por eso preferimos buscar a un especialista en la conducta humana quien ofreció su diagnóstico con la rigurosa condición del anonimato.
La preocupación sobre la salud mental del presidente surgió cuando, de nuevo, Obrador negó en la Cadena Nacional de sus mañaneras haber prometido “bajar el precio de la gasolina, del gas y de la energía eléctrica”.
Ya había negado esa promesa en una mesa colectiva con los panelistas de Televisa, quienes debieron recuperar media docena de videos en donde AMLO prometió bajar el precio de los combustibles.
La mañana de ayer, López Obrador volvió a mentir y dijo que nunca prometió bajar el precio de la gasolina.
Así lo dijo: “Yo hice el compromiso de que no iba a aumentar la gasolina en términos reales… no hice el compromiso de bajarla”.
Frente a la mentira flagrante, de nuevo los críticos debieron recurrir a la abundante hemeroteca del discurso presidencial en donde se confirma –incluso en algunos casos mediante una recopilación de hasta 12 discursos–, que AMLO hizo el compromiso reiterado y recurrente “de bajar el precio de las gasolinas, el Diesel, el gas y la energía eléctrica…”.
Por eso buscamos la opinión del experto.
¿Parece que no hay límite para la mitomanía presidencial?, preguntamos de manera directa.
“Sí, pero no ha tocado fondo; lo cierto es que las mentiras de López Obrador son cada vez mayores… y llegará el momento en que se negará a él mismo”, dijo el especialista.
Y añadió: “Pero lo peor, es que al presidente mexicano ya no le importa que descubran sus mentiras… Incluso es probable que disfrute cuando cree que engañó a los ciudadanos”.
Y obligó la insistencia: ¿Y por qué ya no le importa mentir, en Cadena Nacional, a pesar de que muchos saben de su mitomanía?
“Porque ya se alejó de la realidad, porque su realidad no es la que vivimos los ciudadanos, la que vivimos tu y yo… y menos la realidad de los millones de mortales que deben salir todas las mañanas a buscar el sustento y que cada día tienen más problemas para conseguir un empleo seguro…”
¿Y entonces cuál es la realidad del presidente Obrador”?
“Es una realidad íntima, personal, exclusiva, en la que no habita nadie mas que el… El presidente vive la realidad de una deidad en donde su realidad se construye a partir de sus sueños, sus aspiraciones y de sus creencias; ideales como el de que es infalible, sapiente, todo poderoso…”
Y el punto final resultó demoledor.
“El presidente Obrador tiene todos los síntomas de un psicópata; es como el tirano al que no conmueve la destrucción, la tragedia, la muerte, el genocidio y el crimen colectivo…”
¿Y qué viene…?
“No viene… la verdad es que ya llegó; ya vemos que el presidente habla de que todos conspiran contra su gobierno, que están en su contra y que todos quieren destruirlo, a pesar de que esos a los que acusa, ayer estuvieron de su lado. Y ese es el psicópata más peligroso…”.
¿Por qué…?
“Porque será capaz de todo…?
¿De todo?
“¡Sí, de todo!”.
Y el experto parece haber a acertado.
La mañana de ayer, López Obrador se fue no sólo contra el Juez Juan Pablo Gómez Fierro, el mismo que amparó de manera provisional a un par de empresas que se dijeron afectados por la Ley Eléctrica de AMLO, sino que arremetió contra el ministro de la Corte en retiro, José Ramón Cossío.
¿Y por que fusilar a Cossío?
Porque según AMLO, el ministro en retiro es parte de aquellos que conspiran contra su gobierno.
Pero es tal el delirio de López Obrador, que olvidó que, por ejemplo, en 2014 la Corte votó en contra de la solicitud de Consulta Popular promovida por el PRD y por el naciente partido Morena, para echar abajo la Reforma Energética de Peña Nieto.
¿Y cuál creen que fue el resultado de esa solicitud?
De risa loca, que votaron contra la Consulta Popular propuesta por AMLO, los ministros Olga Sánchez Cordero y Arturo Saldívar –hoy amigos de AMLO–, y a favor de esa reforma, nada menos que el ministro José Ramón Cossío.
En efecto, la mitomanía del psicópata López Obrador tocó fondo.
Y también es cierto que lo que viene puede ser una locura al peor estilo de Stalin, de Hitler o de Franco.
Al tiempo.