Abanico
Dos de abril no lo olvidamos
Sábado, en la noche, de gloria. Cual celebraremos. Pero antes.
Para algunos es una calle de la ciudad de México, llena de recuerdos festivos y mundanos, que no olvidan muchos viejos.
Para otros es cuando el Ejército de Oriente, comandado por el general Porfirio Díaz, tomó la ciudad de Puebla el 2 de abril de 1867, una plaza que permanecía en manos de las fuerzas del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, junto con las ciudades de México y Querétaro.
Día de fiesta y solemne para la Nación.
La Bandera Nacional deberá izarse a toda asta instruye el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, según el Diario Oficial de la Federación que nos hace llegar el abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes. Nuestra gratitud por brindarnos historia y civismo.
El Ejército de Oriente fue creado a principios de 1862 para hacer frente a la Intervención francesa.
Bajo el mando del general Ignacio Zaragoza, este cuerpo obtuvo una victoria significativa en los linderos de la ciudad de Puebla, el 5 de mayo.
Al año siguiente, tras una heroica resistencia de más de 60 días, la ciudad de Puebla fue tomada por los franceses y quedó disuelto el ejército de la República, que inició de inmediato su reorganización.
En febrero de 1865, las fuerzas imperialistas ocuparon la ciudad de Oaxaca, y tomaron prisionero al general Díaz y a buena parte de sus oficiales.
En septiembre de ese año, Díaz consiguió fugarse y reorganizar, por segunda vez, la División que en octubre de 1866 obtuvo importantes triunfos en las batallas de Miahuatlán, La Carbonera y la ciudad de Oaxaca, victorias que hicieron posible el avance de los republicanos sobre Puebla.
El 9 de marzo, Díaz estableció su cuartel general en el cerro de San Juan, en las afueras de Puebla, e inició un cerco a la ciudad.
No disponía de hombres ni de pertrechos de guerra suficientes para efectuar un sitio de larga duración.
Contaba con unos seis mil hombres.
En cambio, el enemigo refugiado en la ciudad tenía un número similar de efectivos, pero tenía en su favor una posición más ventajosa, superaba a los republicanos en cantidad y calidad de artillería.
Conservaba en su poder los fuertes de Loreto y Guadalupe.
Además, se esperaba que en cualquier momento llegara Leonardo Márquez desde la Ciudad de México con cinco mil hombres de refuerzo.
Para tomar Puebla, los republicanos formaron 17 columnas de asalto, tres de ellas con instrucciones de emprender un ataque falso sobre el convento del Carmen con la intención de que el enemigo descuidara la defensa de los puntos por los que en realidad se buscaba asaltar la ciudad.
A las 2:45 de la madrugada del 2 de abril, los 18 cañones con que contaba el ejército republicano abrieron fuego sobre las trincheras del Carmen, al consumirse las municiones, las columnas encargadas de distraer al enemigo iniciaron el falso ataque.
Poco tiempo después el resto de las columnas atacaron los puntos que les habían sido asignados.
La estrategia resultó exitosa y al medio día la plaza fue ocupada.
La toma de Puebla fue una victoria clave, pues, allanó el camino hacia la capital del país y evitó que el emperador Maximiliano, cercado en Querétaro, recibiera refuerzos de sus partidarios.
Fue una acción decisiva para el triunfo definitivo de las fuerzas republicanas abanderadas por el presidente Benito Juárez.