Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
¡Del “honorable Congreso”, al “despreciable Congreso”!
No podía ser otro.
Porfirio Muñoz Ledo, uno de los últimos “animales políticos” mexicanos, puso el dedo en la llaga.
Sí, en un debate histórico recordó la tradición de anteponer el adjetivo “honorable” al Congreso mexicano y a sus cámaras –costumbre que viene de la cultura parlamentaria norteamericana–, y dijo que tanto diputados como senadores de Morena –y su aliados–, “traicionan al Honorable” Congreso de la Unión.
¡“No son honorables!”, les dijo a sus pares de San Lázaro.
Como saben, el pasado fin de semana se discutió, en San Lázaro, la “Ley Zaldívar”; reforma que de manera ilegal e inconstitucional amplía la presidencia del ministro Arturo Zaldívar y de los consejeros de la Judicatura.
Por esa razón –por la importancia del debate–, se agigantó la figura de Muños Ledo, el experimentado parlamentario que ha militado lo mismo en el PRI, que, en el PARM, PFCRN, PRD, PT y Morena.
Y sí, nos guste o no, nadie como Porfirio para “decirle pan al pan y vino al vino”; para recodar a los diputados de Morena que no sólo traicionan la Constitución, sino que pisotean al “Honorable Congreso de la Unión”.
Y es que, en los hechos, el Congreso y sus representantes en las cámaras de Diputados y Senadores están muy lejos de ser “honorables”. En la realidad se han convertido en todo lo contrario; en “deplorables” lacayos del dictador López Obrador.
Y es importante insistir en el tema porque aquello que presenciamos en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados –durante la discusión y aprobación de la Ley Zaldívar–, es una vergüenza no sólo para para el Congreso todo, sino para la historia parlamentaria, para la División de Poderes y, sobre todo, para la democracia.
Y en efecto, nos guste o no el peso de las palabras, técnicamente hoy vivimos en una dictadura; la dictadura de López Obrador, a pesar de que muchos del llamado intelecto mexicano se niegan a reconocer lo que está a la vista de todos; que AMLO es un dictador y que su gobierno es una dictadura.
Pero vamos por partes.
El adjetivo “honorable” tiene acepciones como venerable, respetable, honrado, distinguido, aceptable, augusto, benemérito, intachable, honroso y digno, entre otros.
Y aquí aparece a primera pregunta.
Luego de la violación tumultuaria de la Constitución, promovida por el tirano López Obrador y operada los diputados de Morena y de sus aliados, ¿alguien puede llamar “honorable, venerable, respetable, honrado, distinguido, aceptable, augusto, benemérito, intachable, honroso y dignos al Congreso de la Unión y a sus diputados o senadores?
Sin embargo, algunos de los antónimos del adjetivo “honorable”, le vienen como “anillo al dedo” a todo aquello en lo que ha convertido Morena y sus legisladores al Congreso y a sus legisladores.
Sí, por eso, el Congreso mexicano es vil, indigno miserable, despreciable, deplorable e indigno, igual de viles, indignos, miserables, despreciables, deplorables e indignos que la mayoría de sus diputados y senadores, sean del partido Morena o de sus aliados.
Por eso, Muñoz Ledo se puso “con todo mi ser” a esa reforma.
Por eso, el añoso legislador dijo que lo que más le dolía era “la violación de mis compañeros de partido, herederos, ya no diré legítimos, ya son ilegítimos… de la creación de principios de Morena que dice a la letra: ‘en Morena no hay pensamiento único sino principios democráticos en torno a un objetivo común”.
Luego, Muñoz Ledo dijo que México llega a la bifurcación de la historia: “o todo se va al carajo”, o se da el punto de no retorno “de irnos al autoritarismo”.
Por último, les pidió a sus compañeros que no lo obliguen a renunciar al partido; que sean congruentes y respeten la Constitución.
Pero nadie le hizo caso a Muñoz Ledo.
Y, en efecto, perdimos al “Honorable Congreso de la Unión” y hoy se abre paso el “despreciable Congreso de la Unión”; una pandilla de delincuentes políticos y criminales de la democracia.
Y sí, en la historia estarán los nombres de los violadores de la Constitución.
Al tiempo.