Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Democracia y absolutismo
La democracia es lo mejor que nos ha pasado a lo largo de nuestra existencia como sociedad.
Y con su ejercicio aprendimos que la democracia es tan dinámica que lo que ocurrió a nivel electoral hace tres años puede cambiar en las siguientes votaciones. Nada es estático, solo el absolutismo.
Por eso resulta difícil hacernos a la idea de que a alguien pretenda eliminar los instrumentos de la democracia, sobre todo los reguladores del gobierno, porque la respuesta social no le favorece. Sería como regresar al oscurantismo.
Mientras son peras o son manzanas, hagamos un breve ejercicio de memoria.
Cómo olvidar a aquellos personajes que se sirvieron del poder como Ignacio López de Santa Anna que gobernó 11 veces en México y fue presidente en cinco ocasiones.
Casos distintos fueron los de Benito Juárez, el reformista que fue presidente cinco veces y Porfirio Díaz, otro ilustre oaxaqueño, quien se reeligió cinco veces consecutivas. Uno fue nombrado Benemérito y al otro le armaron una Revolución.
La sociedad mexicana tardó algunas décadas en el siglo XX en perfeccionar sus métodos para elegir a sus gobernantes. La reelección muy en boga en el pasado hoy no es garantía de desarrollo, mucho menos hay justificación para aquellos que se quejan de que no les alcanza el tiempo y quieren seguir en el poder.
Ya lo pasado, pasado
En el anecdotario de la política hay episodios que nos parecen increíbles pero no quisiéramos repetirlos.
En las elecciones de 1976, José López Portillo, quien se autodefinió como el último Presidente de la Revolución, arrasó en las urnas con casi el 100 por ciento de los votos emitidos, pues no tuvo contrincantes. Pero además se despachó con la cuchara grande en el Congreso pues tuvo 63 de los 64 senadores y 195 de los 237 diputados federales.
Tres años después, en las elecciones intermedias, ya en vigor la reforma política de Jesús Reyes Heroles hizo posible que el PAN, lograra 53 curules; el Partido Comunista Mexicano 24; el PARM 12 y el PPS 11, mientras el PRI se apalancó con 280 curules equivalentes al 68.35 por ciento de los asientos en la Cámara de Diputados.
Pero de nada le valió, terminó su gobierno en crisis.
El villano favorito
Pero vea usted lo que ocurrió en la época de Carlos Salinas de Gortari, protagonista de las elecciones más controvertidas del México contemporáneo.
En 1988 el PRI estaba en decadencia y se reflejó en las elecciones presidenciales, mientras en el Congreso a duras penas el PRI se hizo de 260 curules y 60 escaños. Aún así eran mayoría.
Aunque Salinas reconoció el fin de la era del partido prácticamente único de Estado, hizo circo, maroma y teatro para recuperar el control absoluto de Cámara de Diputados.
En las elecciones intermedias de 1991, el PRI se recuperó y logró echarse a la bolsa 320 diputaciones federales y configuró una bancada que tuvo el 61.43 por ciento de toda la Cámara.
Por fortuna hoy la sobrerrepresentación tiene candados.
Como dato curioso la pieza clave del PRI para el Distrito Federal era nada menos que Marcelo Ebrard quien ayudó a recuperar para el tricolor los espacios perdidos.
Votaciones sin sombra
El sueño ideal de algunos políticos es no tener a nadie que les haga sombra. Para documentarnos les recomendamos echarle una ojeada al libro Fraudes, Engaños y Timos en la Historia, del gran periodista y escritor Gregorio Doval.
Y diga si no. Allá por el año de 1982, en Albania, los candidatos comunistas -los únicos que participaron- obtuvieron el 99.999938 de los votos emitidos, pues una boleta venía en blanco.
Este dato es un poema, como diría don Fer Ramírez, pues Félix Houphouët ganó seis elecciones presidenciales en Costa de Marfil con el 99.7 por ciento de las boletas.
Y el dato de oro es de Charles D.B.King quien en las votaciones electorales de Liberia en 1928, se reeligió con 234 mil sufragios, el escándalo estalló cuando se pudo confirmar que el número total de ciudadanos con derecho a voto no superaba los 160 mil electores.
¿Qué esperamos?
En México ha trascurrido el esfuerzo de la sociedad ha sido de gran participación para darnos las herramientas que nos aseguren elecciones confiables. Y lo menos que podemos esperar los gobernados es que los gobiernos lo respeten.
Que lo esperado por analistas y especialistas en política y democracia no es precisamente la reedición de la euforia que causó la ola guinda en las votaciones de 2018, es cierto.
Si la sociedad logró avanzar hasta alcanzar la alternancia del poder, lo que menos pueden hacer los competidores a puestos de elección es a demostrar madurez, que saben ganar y también que saben perder.
Columnómetro de Aquiles Baeza
1.- En las redes sociales leímos algo así como “ya chilló la rata”. ¿Será cierto?
Ocurre que maestros y auxiliares de la UNAM no habían cobrado salarios en al menos tres meses, lo que motivó paros en algunas escuelas y facultades. De por sí ganan poco. Ojalá y se regularice.
2.- Saba-daba de la ASF.
El sábado por la noche no fue como las fiestas de John Travolta. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) aprovechó para autocorregirse y anunciar que el costo por cancelar el NAIM ascendió a 113 mil 327 millones de pesos y no los 331 mil millones que manejó en un primer reporte de sus auditorías. De un plumazo desaparecieron 217 mil 673 millones de pesos. Todo a petición de ya saben quién.
3.- La recomendación de la semana en La última y nos vamos de Genaro Mejía, vía LinkedIn: “Cómo convertir una crisis en una oportunidad”. Muy buena lectura.