
Teléfono rojo
El Jalisco de Alfaro, la normalidad es el propio infierno
@guerrerochipres
Declarar que el asesinato de tres jóvenes de Tlaquepaque, Jalisco, pudo ser una confusión, resulta alarmante, por el nivel de normalización del crimen que está detrás de esa argumentación.
Además, es tan grave como decirle a la ciudadanía que en la entidad no están a salvo, pues en cualquier momento podrían ser “confundidos” con integrantes del crimen organizado o con elementos de seguridad pública vestidos de civil.
La madrugada de este lunes fueron encontrados los cuerpos de los hermanos Ana Karen (24 años), José Alberto González Moreno (29) y Luis Ángel (32) en la carretera a Colotlán, en la comunidad de El Pueblito, en el municipio San Cristóbal de la Barranca.
Estaban envueltos en cobijas y junto había una lona con amenazas para las autoridades estatales por enviar agentes vestidos de civiles a hacer investigaciones.
Los tres fueron privados de la libertad por hombres uniformados y con siglas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que irrumpió en su casa hacia las 22:40 horas del viernes.
El gobernador Enrique Alfaro calificó el crimen, en su cuenta de Twitter, como “un golpe más de la delincuencia contra el pueblo de Jalisco”, y pidió estar unidos “sin mezquindades ni politiquerías”.
Este no es el primer caso en la entidad. En septiembre del año pasado, en la Colonia Atlas, en Guadalajara, tres jóvenes de 17, 21 y 25 años fueron asesinados afuera de una casa.
Ahora, según el fiscal estatal Gerardo Solís Gómez hay al menos dos líneas de investigación, tan delicadas la una como la otra: una confusión o un ataque directo.
Las víctimas, dijo el fiscal, pudieron ser confundidas con escoltas de una persona que vive a unos metros de las víctimas y que estuvieron involucrados en una balacera previa.
Este señalamiento implica que, de ser cierto, no hay garantía para la población de que no sea atacada sin razón alguna más que la de ser confundida. El deber del Estado, en este caso del gobierno de Enrique Alfaro, de ser garante de la vida y los bienes de la ciudadanía, queda en entredicho.
Conlleva una peligrosa normalización de los asesinatos en manos del crimen organizado en la entidad. Considerar que situaciones tan lamentables pueden ser producto de un hecho fortuito, es tanto como decir que un asesinato puede ocurrir en cualquier momento y en contra de cualquier persona.
La segunda línea de investigación, la del ataque directo, es igual de delicada, pues expone, a priori –porque el fiscal no dio elementos que lo avalen, si es que los tiene– a la familia de los tres hermanos y las revictimiza.
Luis Ángel era músico y tenía un negocio de serigrafía, Ana Karen trabajaba en una empresa relacionada al ramo automotriz y José Alberto estudiaba geografía en la Universidad de Guadalajara.
La comunidad universitaria salió la tarde de este martes a marchar por la paz y la justicia. El rector de la UdeG, Ricardo Villanueva Lomelí, sintetizó el sentimiento de los jaliscienses: «No podemos acostumbrarnos a que nuestro estado se convierta en permanente escenario de una historia de injusticia y violencia, donde la vida de nuestros seres queridos puede arrebatarse sin más”.
Porque, como lo dijo uno de los docentes y doctor en Ciudadanía y Derechos Humanos: “Tenemos que parar la normalidad, porque a lo mejor la normalidad es el propio infierno”.