El presupuesto es un laberinto
La indignante presencia de Díaz Canel
Cuando en 1990, la gran artista Celia Cruz regresó a Cuba para cantar en la base militar de Guantánamo, controlada por Estados Unidos, después de años de haber salido de la isla, lo primero que hizo fue tomar un puñado de tierra y pidió que esa minúscula parte de su patria fuera depositada en su ataúd en el momento que ella falleciera.
Y así fue. En el instante que murió, en 2003, a los 78 años de edad, arrebatada por el cáncer, Celia se llevó a su última morada ese pequeño pedazo del país que siempre añoró, desde que salió como exiliada en 1960 con el triunfo de Fidel Castro. En ese entonces, Celia y los integrantes de la Sonora Matancera encontraron en México un refugio de lo que consideraban el inicio de una tiranía.
En 1962 falleció el padre de Celia, pero el gobierno de Castro prohibió que la cantante pudiera regresar a la isla para asistir a los funerales. Fue como si la artista hubiera recibido una puñalada y prometió nunca retornar a Cuba, mientras existiera un gobierno socialista en su país. Sólo fue hasta 1990, 30 años después, cuando hizo una concesión a su promesa, porque en realidad su retorno momentáneo para cantar en un concierto, fue en la famosa base militar administrada por Estados Unidos.
Vivió muchos años en el exilio, primero en México y después en Nueva York. Se convirtió en un ícono de los cubanos que preferían permanecer fuera de su país, como sucedió con mucha gente de la farándula, como Carmen Montejo, Raquel Olmedo, César Évora, Livia Brito, Malinalli Marín y Julio Camejo, entre otros muchos, algunos de los cuáles han apoyado la protesta de artistas cubanos en contra de las deplorables condiciones en que vive la mayor parte del pueblo isleño.
El malestar de cubanos que viven en México se recrudeció con la reciente presencia en nuestro país del presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, nada menos que para asistir como invitado especial a la ceremonia del desfile militar de este 16 de septiembre, en donde además el gobierno mexicano le otorgó el “privilegio” de dirigir un discurso.
En una manifestación en el centro de la Ciudad de México, en contra de la presencia del mandatario “no electo” de Cuba, la historiadora Anamely Ramos, miembro del Movimiento San Isidro, de artistas cubanos que están contra de la represión, advirtió que la policía mexicana estaba muy interesada en saber si los inconformes pertenecían a ese colectivo.
Señaló que son más de 300 los presos políticos identificados que aún permanecen en prisiones de Cuba, después de las manifestaciones de fines de julio de este año, más una lista de ellos, cuyas identidades se desconocen. Muchos de ellos simplemente por participar en las marchas o por transmitir por redes sociales, algunos desde sus casas, el contenido de esas protestas.
En sus redes sociales, Ramos arremetió en contra de Díaz Canel, al señalar que “viaja a México a exhibirse, mientras siguen cientos de inocentes en las cárceles. Prepara un evento turístico mientras los cubanos mueren. No les interesa el pueblo”.
Este 16 de septiembre, los presidentes López Obrador y Díaz Canel denunciaron el “criminal” boicot económico de Estados Unidos en contra de Cuba, que colocaron como causa de que el pueblo de ese país la pase tan mal. Vaya, pero la historia parece negar ese hecho.
Cuba vivió por décadas de las dádivas de la Unión Soviética y, ni con el apoyo del oso de Moscú lograron satisfacer las necesidades de su población, especialmente en alimentación y productos de la canasta básica. Sin embargo, pareciera que al régimen castrista no le bastaba la ayuda de la URSS e, incluso en esos años, siempre sostuvo que el boicot estadounidense era la principal causa de su desgracia. Jamás reconoció que sus acciones, contrarias a tener una economía libre y, por tanto, una producción suficiente, eran la razón de sus interminables crisis.
Aunque la relación entre los gobiernos y los pueblos no debe ser necesariamente un vínculo forzoso de beneficio económico, ha sido muy rentable la cercanía con México, de un gobierno dictatorial como el cubano, con un solo partido en el poder y sólo tres presidentes en los últimos 60 años.
Basta recordar que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador recientemente canalizó el mayor envío de “ayuda humanitaria” de productos de primera necesidad al régimen cubano, que hiciera un gobierno mexicano, pero con el claro objetivo político de evitar que a Díaz Canel le estallen más manifestaciones por su incapacidad para solucionar la falta de medicamentos y alimentos, agravada por la crisis sanitaria.
Nuestro presidente quiso contribuir a calmar el estallido social iniciado en la isla en julio de este año, por las carencias de medicamentos y comida, que siempre ha existido, pero que se recrudeció con la pandemia de Covid-19.
Dicho de otra manera, con su ayuda enviada, el Gobierno de México ha subsanado las deficiencias del gobierno socialista de los hermanos Castro y ahora de Díaz Canel, de tener una economía en ruinas, en la que el régimen provee todo, pero mal, con lo cual ha sido incapaz de resolver las necesidades de su pueblo.
Los mexicanos y los cubanos tenemos muchas cosas en común. Somos pueblos hermanados por la historia en diferentes etapas, hermanados por la cultura y hasta por esa reconocida manera “bullanguera” de ser, de cubanos y mexicanos.
Un amigo cubano me señalaba que uno de los grandes problemas de idiosincrasia que él observa entre los ciudadanos de su país es el “síndrome de alargar la mano”, que él explicaba de esta manera:
“Los cubanos están acostumbrados a que todo lo resuelva el gobierno. Sólo estiran la mano para que se les solucione todo. Trabajo, comida, vestido, atención médica, pero en más de 60 años del gobierno disque revolucionario, todo esto ha sido solucionado a medias y eso dio paso a las grandes protestas en este año que han sido acalladas por la fuerza con detenciones masivas de opositores, cuyo destino nada se sabe, porque el gobierno cubano es autoritario y no informa”.
Mi amigo, con varios años de residencia en México, considera que la iniciativa individual para tener una vida mejor fue “castrada” en los millones de cubanos que nacieron después de 1959, cuando triunfó la revolución de Fidel Castro. Desde entonces, se adoctrinó a los cubanos para que sólo acepten vivir de lo que el gobierno les dé, nada más allá. No conocen otra vida.
Y mi amigo, quien prefiere omitir su nombre por temor a ser presionado en México, señala que “ahora el presidente López Obrador parece querer que los mexicanos no tengan aspiraciones de una mejor vida, como les sucedió a los cubanos. No en balde ese señalamiento de él, de que los mexicanos se pueden conformar con sólo dos pares de zapatos. Parece que pretendiera que los mexicanos se acostumbren a la pobreza y a la mediocridad”.
¿Cuál es la causa real de la presencia de Díaz Canel en un evento tan importante como es el desfile militar de conmemoración de nuestra independencia? Sin duda, el trasfondo es político.
La ayuda financiera no es lo más importante, sino el fortalecimiento de un movimiento regional en favor del socialismo que, por supuesto, incluye a México, porque como, es de sobra conocido, por décadas el gobierno cubano ha sido promotor de acciones en favor de la instauración de este modelo político-económico en varias regiones del mundo, desde Angola a mediados de los años setentas, con la llamada operación Carlota, con una abierta intervención militar en ese país africano, hasta su respaldo al fallido golpe de estado encabezado por Hugo Chávez, en Venezuela, en 1992, que lo hizo consolidarse con el tiempo, hasta convertirse en el amo del país sudamericano.
La excelente relación entre el gobierno de México y Cuba no se refiere sólo a la buena amistad entre los dos pueblos, que es real, pero se manipula, ni a la ayuda “humanitaria” de nuestro país a la isla. Tiene una parte política, fría y descarada, que no es otra cosa que el crecimiento de la influencia castrista en México y la aceptación de la 4 T, de que así sea. Ya lo hicieron en otros países, ahora México es el objetivo.