Contexto
Los países con una agenda electoral para la consolidación democrática, parten del hecho de que tienen un incipiente estado de derecho e instituciones débiles, particularmente en el orden electoral e incluso muchas veces éstas se encuentran en manos del Estado. La cultura política derivada de contextos autoritarios, antidemocráticos y discrecionales constituye el gran reto.
Por tanto, el rol y las estrategias de las oposiciones en ese tipo de regímenes tendrá que estar orientada a construir no sólo la confianza en los procesos electorales, sino en las instituciones responsables de organización y arbitraje, trabajar el mejoramiento del diseño institucional para asegurar elecciones competitivas, libres, con órganos administrativos y judiciales imparciales e independientes.
Sin embargo, en las democracias en consolidación, es difícil esperar que los actores políticos y sociales implicados en la contienda electoral tengan una actitud cooperativa, generando escenarios de suma cero, en los que el que gana, lo gana todo, y el que pierde lo pierde todo.
Exploramos diversos escenarios que, parten de la probabilidad de suma cero para las oposiciones, dado que en la arena política podrían construirse los incentivos para una segunda generación del Frente Democrático Nacional de 1988 (guardando toda proporción) y con la participación de la izquierda, unificada o dividida en su comportamiento electoral.
Eso generaría que otros partidos marginales valoraran un escenario de suma cero en favor de los partidos opositores con un escenario plausible, dado que la calidad de la democracia depende de la calidad de la oposición.
Otro escenario es extremoso y no menor, dado que con todo: el régimen del PRI no está liquidado desde la lógica parlamentaria, dado que tiene una serie de recursos, expansión territorial, el conocimiento del aparato público y evocando a Cox, debemos hacer a un lado la ingenuidad que los órganos electorales son imparciales.
De concretarse esta alternativa, la consolidación democrática se atoraría por la imposibilidad de impulsarla a través de un diseño institucional fuerte que, cumpla al final con el cometido planteado por Giovanni Sartori para que, después de las elecciones, toda forma de democracia esté al servicio de los ciudadanos.
Ahora mismo, el rol del PRI en la cámara de diputados en el contexto de la iniciativa eléctrica del presidente, López Obrador, hace alusión a ese conocimiento del aparato público, dado que su estrategia está dirigida en que los tiempos le favorezcan.
Al margen de la crítica a la bancada tricolor de tener ya un acuerdo con Morena y aliados, su postura de llevar la discusión en materia eléctrica hasta diciembre de 2021, tiene lógica para saber de qué tamaño es el respaldo presidencial en el presupuesto de 2022 al PRI para sus gobernadores y también, el asumir el rol de partido central en el debate eléctrico pone en la mesa una expectativa parlamentaria superior a la de Morena, al menos cualitativamente.
Todos esos ingredientes son el testimonio de un partido que, aprovecha su conocimiento del sistema político mexicano ante los desacuerdos de la coalición gobernante y aliados, con una estrategia que busca la aplanadora constitucional con el PRI, un actor que por ahora ya desplazó a Morena de la centralidad del debate eléctrico.
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