Teléfono rojo
A San Carlos Borromeo
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Carlos Borromeo como arzobispo de Milán, cumplió personalmente con lo que el reciente Concilio de Trento prescribía sobre los obispos.
Trabajó en la reforma del clero mediante celebración de sínodos y fundación de seminarios.
Quiso también renovar las costumbres cristianas mediante sus visitas pastorales, en las cuales daba un ejemplo universal de vida auténticamente evangélica (1538-1584).
“Sin detenido no hay justicia” es una frase del licenciado Javier Coello Trejo, de su libro “El Fiscal de Hierro”, cuya prosa, en 120 páginas, revela con inaudita verdad y sin ironías tejes y manejes de cinco gobiernos, a partir de Echeverría.
Explica, en detalle, con nombres, datos, fechas, etcétera, desde dónde parte la corrupción en la pirámide ejecutiva.
Sí. De la cuna a la tumba es una escuela. Los problemas, son lecciones.
Nos platica en Candelero, la jarocha, avecindada en Coatepec, Veracruz, doña Rosa María Campos, en relación al día de muertos:
Quién murió se nos adelantó, no perdimos a nadie.
Todos para allá vamos.
Morir no es el final. No hay muerte… hay mudanza.
Nuestros prehispánicos y sublimes maestros espirituales como Cristo y Buda coincidieron en que: “Morir es como una puesta de sol en este lado de la tierra y un amanecer en el otro”.
También la muerte, para ellos, era un cambio de vestidura física para continuar con el trabajo que habría de conducirlos a comprender su naturaleza divina y alcanzar la unidad en Dios.
Sin embargo, hasta la fecha, para quienes somos humanos comunes, la muerte continúa como aterrador enigma que nos paraliza el cuerpo de miedo, lo que jamás sucedió entre nuestros Tatas y Nanitas quienes consideraban que la tierra no era su casa.
“Aquí, solo estaremos breve tiempo, que tomamos por préstamo. Aquí nuestro corazón solo se alegra por breve tiempo”.
Para nuestros ancestros, los humanos no perecíamos, moríamos para comenzar a vivir. Morir no era el final, solo mudanza.
“No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”.
(de Cantares Mexicanos).
Acompañado de un galón de helado Napolitano, nos llegó un recuerdo del inicio de la aviación nacional que nos envía el abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes, nuestro hijo Bety.
La aeronáutica en México remonta sus antecedentes al 26 de junio de 1863, cuando Joaquín de la Cantolla y Rico ascendió por primera vez en globo aerostático, convirtiéndose en pionero de los viajes aéreos tripulados.
A su vez, en 1909, el industrial de origen francés Ernesto Pugibet elevó un dirigible por los cielos de la Ciudad de México.
Al año siguiente, Alberto Braniff piloteó por primera vez en México un biplano, que recorrió una distancia de medio kilómetro a 25 metros del nivel del suelo.
En 1911, el presidente Francisco I. Madero abordó un avión que completó un corto recorrido sobre la periferia de la Ciudad de México.
Tras esa experiencia, Madero tomó la decisión de fomentar un programa de estudios en el Colegio Militar para los jóvenes cadetes interesados en cursar la carrera de aviación militar.
Por la importancia táctica conferida a los aeroplanos en el campo bélico a nivel mundial, en 1914 el general Álvaro Obregón alentó la adquisición de dos aeronaves en Estados Unidos, para emplearlas en las campañas militares contra las posiciones huertistas en el norte del país.
Estos aeroplanos formaron parte notable de la estrategia militar durante la Revolución mexicana.
El 5 de febrero de 1915, Venustiano Carranza decretó la creación de la Fuerza Aérea Mexicana y designó como comandante en jefe al oficial de su Estado Mayor Alberto Salinas Carranza, quien impulsó la construcción de talleres y hangares para las aeronaves adquiridas por el ejército.
En noviembre de ese año se estableció la Escuela Militar de Aviación y los Talleres Nacionales de Construcción Aeronáutica.
Los progresos aeronáuticos en México permitieron el desarrollo del servicio civil, con el servicio de mensajería como una de sus primeras funciones.
En 1928, se consideró conveniente la creación de una infraestructura de aeropuertos, talleres, hangares, escuelas y compañías, cubriendo la mayor parte del territorio nacional.
En los años 30 del siglo XX, la aviación en México era de uso selectivo, concentrando sus funciones en la Jefatura de la Fuerza Aérea Mexicana, el Departamento de Aviación, el Servicio de Aeronáutica y la Quinta Arma del Ejército.
Durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho la aviación militar adquirió una importancia mayor para la defensa nacional, por lo que el 5 de octubre de 1943 se decretó la creación de la Fuerza Aérea Naval Mexicana, en previsión de un ataque aéreo por las fuerzas enemigas del Eje (Alemania, Italia y Japón), a las que se había declarado formalmente la guerra, el 28 de mayo de 1942.
En 1944, se formó la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, conocida como “Escuadrón 201”, que participó en combates durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, por el frente del Pacífico.
Fue en estos años que el Estado mexicano consideró pertinente honrar a los pioneros de la aeronáutica mexicana con un día de fiesta nacional.
El 3 de diciembre de 1943, el presidente Ávila Camacho instituyó por decreto el 23 de octubre como Día Nacional de la Aviación. Que acaba de pasar.
Y como este día, 4 de noviembre, cayó en jueves les agradecemos a María Luisa Izquierdo y a Yolanda Gómez Cobian, que nos recuerden, Marinita y Lupita, que el arcángel Rafael significa «Curación de Dios».
Su nombre no solo se refiere a la salud del cuerpo, sino también a la salud del Alma.
Su nombre, y las historias bíblicas donde es mencionado, han dado a San Rafael Arcángel el papel de Sanador.
Representa el aspecto de Dios que ayuda al ser humano a mantener el balance de las emociones y la salud del cuerpo.
El bastón o cayado que lleva, representa la voluntad y el apoyo espiritual necesarios para recorrer el camino de la vida.
También representa autoridad espiritual que desvía y transforma las influencias negativas.
Muchas veces está vestido de verde, el color de la naturaleza, la esperanza y la regeneración.
Todas estas cualidades apoyan la sanación del ser humano y de la Tierra.
Por eso a San Rafael Arcángel también se le asocia con la Ecología y la Protección de la Madre Tierra y Sus Criaturas.
Se le representa también con el pez símbolo la vida y regeneración espiritual. E identifica con el color verde y el día jueves.
Gracias a todos Bety.
Nosotros les decimos que San Carlos Borromeo es un puente, monumental, en Praga, capital Checa.
Es nuestro tocayo.