Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
@guerrerochipres
Asociar negativamente el nombre de una ciudad con la inseguridad es inevitable cuando la información no fluye y las acciones para contrarrestar el crimen no son evidentes. Desde municipios fronterizos del norte del país hasta algunos conurbados del Valle de México hay varios ejemplos de esa fama de inseguros.
Son situaciones que parecen inamovibles y revertirlas se convierte en un reto para las autoridades, doblemente difícil cuando esas creencias se fundamentan mayormente en la percepción y no en la realidad estadística.
Como si fuera una verdad absoluta se dice que Iztapalapa es el territorio más inseguro de la Ciudad de México, y así ha sido estigmatizado, incluso a nivel nacional. Sin embargo, en la distribución verificable de la incidencia delictiva, la realidad es muy distinta.
En las mediciones que realiza el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sobre los 50 municipios con mayor incidencia en homicidios dolosos, la alcaldía más poblada de la capital nacional está por debajo de la mitad de la lista que dominan Tijuana, Juárez, León, Cajeme y Acapulco.
En la Ciudad de México, la tasa de delitos de alto impacto por cada 100 mil habitantes tiene un reacomodo notable y coloca a Iztapalapa en el séptimo lugar. El estigma de alcaldía peligrosa entonces no se sustenta en datos.
«No es la demarcación con la mayor incidencia delictiva en la Ciudad de México y esto lo quiero decir fuerte y claro, porque hay una tendencia a que pareciera que Iztapalapa tiene la mayor incidencia delictiva», mencionó la alcaldesa Clara Brugada este martes en la instalación del Gabinete de Seguridad y Paz, en presencia de la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.
El riesgo porcentual de ser víctima de un delito de alto impacto para los habitantes de aquella zona del oriente es ahora menor, incluso que en alcaldías como Cuauhtémoc, que tiene la mayor tasa en delitos de alto impacto por cada 100 mil habitantes, o que Miguel Hidalgo, Benito Juárez o Azcapotzalco.
El estigma social que hay para Iztapalapa, expresado en muchos casos en discriminación, también debe tener repercusión. No se puede seguir pensando lo mismo si la realidad es distinta.
Mejorar la seguridad, representa resolver los problemas para recuperar espacios públicos y devolver la confianza a la ciudadanía para caminar por su barrio o su colonia. Alinear datos con percepción es el reto y un proceso que seguramente pronto será visible.
Salvador Guerrero Chiprés es presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México