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CIUDAD DE MÉXICO, 29 de diciembre de 2021.- Aun cuando el establecimiento y la llegada del año nuevo se basa en calendarios como herencia de varias culturas, este hecho cuenta con fundamentos astronómicos, aseguró el investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, Daniel Flores Gutiérrez.
A propósito del inicio del año 2022, el responsable del Anuario del Observatorio Astronómico Nacional dijo que está relacionado con los calendarios Romano, Juliano y Gregoriano, este último vigente y utilizado en la mayoría de los países del orbe.
Instaurado en 1582 por el Papa Gregorio XIII, el anuario que lleva su nombre estableció el primer día del ciclo el 1 de enero, por lo cual el planeta cumplirá 440 años de conmemorar este hecho.
Se requiere, explicó Flores Gutiérrez, un calendario para establecer el conteo vinculado al pensamiento humano de cómo entender la naturaleza y, evidentemente, con la bóveda celeste. A lo largo de la existencia se ha observado el movimiento de los astros, particularmente del Sol y la Luna; es una aproximación al intervalo solar.
“La mayoría de los calendarios en el mundo, en todas las culturas que se han desarrollado, tienen que ver con el movimiento orbital de la Tierra en torno al Sol, entonces este desplazamiento recorre diferentes grupos de estrellas en el año, y este es un intervalo del orden de 365 días”, argumentó.
En el planeta han existido diferentes inicios de año a lo largo de la historia de las culturas. Por esa razón hay algunos que empiezan en primavera, otros en el solsticio de invierno, o bien en verano; es una elección de un grupo humano para contar su anualidad.
Es decir, la consideración del año nuevo es un fenómeno cultural relativamente independiente de las homologaciones oficiales o de los ajustes astronómicos que puedan existir.
Calendarios en la historia
Previo a la era cristiana, el año nuevo arrancaba en lo que actualmente es marzo. No obstante, en enero (considerado el undécimo mes), los cónsules de la Antigua Roma asumían el gobierno, por lo que Julio César, en el año 47 a.C., creó el Calendario Juliano.
Los romanos dedicaron el día 1 de enero a Jano, el “Dios de las entradas y los comienzos”. Este mes recibió su nombre en su honor, que tenía dos caras, una que miraba adelante y otra atrás. El denominado Calendario Juliano en memoria del emperador permaneció válido durante casi 16 siglos, hasta la llegada del Gregoriano.
“Las culturas prehispánicas tenían un inicio de calendario, en el caso de Mesoamérica había una combinación de varios, pero consideramos dos importantes, que serían las cuentas de 360 y 260 días. La primera es la que corresponde al Sol, porque se completaba con cinco días, los denominados de Wayeb, en el área maya”, expuso Flores Gutiérrez.
Se sabe que el inicio del Mesoamericano es el 2 de febrero del Juliano, pero cuando vino la corrección y se estableció el Gregoriano (actual), se ajustó al 12 de febrero.
“En el área maya, además, estaba una fecha de inicio de año alrededor del 16 de julio. Esta es una representación de esa gran capacidad de pensamiento, de los grupos humanos en América y en Mesoamérica en el que establecían y comprendían muy bien los movimientos de la bóveda celeste y determinaban su calendario, sus cuentas; y eso ya lo sabemos por el estudio de su calendárica”, resaltó el investigador del IA.
Kiribati y Samoa
El especialista universitario en efemérides astronómicas, movimiento de los planetas, astronomía mesoamericana y meteorítica, explicó: al vivir en una esfera, los humanos describimos en cada punto, ciudad y población en el mundo, una circunferencia vista desde los polos, y por ello en el caso de Oceanía es el primer continente en iniciar el año.
Entonces, es debido a la rotación de la Tierra y a los husos horarios que el primer sitio en recibir el nuevo año es Kiribati, en las islas Caroline, y Kiritimati; mientras que Samoa Americana es el último lugar en terminar el año saliente.
Kiribati, república insular del Pacífico Central, incluye 33 atolones (islas coralinas oceánicas), con lagunas y playas de arena blanca, varias se encuentran desiertas. Está a seis mil 619 kilómetros.
En tanto, Samoa Americana o Samoa Estadounidense, se ubica a ocho mil 519 kilómetros, es uno de los territorios no incorporados de los Estados Unidos bajo supervisión del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas. Se localiza al oeste de las Islas Cook, a dos mil 700 kilómetros de Nueva Zelanda y a siete mil 800 de San Diego, California.