El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
El diario enfrentamiento de López Obrador con la prensa
Desde el inicio de este gobierno, del primero de diciembre de 2018 al 10 de febrero de 2022 el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió “enfrentar políticamente a la prensa”, dijo el lunes 7, aunque desde el principio se declaró respetuoso de la libertad de expresión, pero a la menor provocación en que se publica alguna crítica a su gobierno sale al paso para refutar a los que piensan distinto con el argumento de su derecho a la réplica.
Lo cierto es que desde el inicio de la administración y hasta la fecha no dejado de denunciar una campaña de desprestigio por parte de sus opositores, a los que ubica como conservadores porque es un tema que le llama la atención para el libro que planea escribir tan luego de que deje el gobierno, ya sea luego de la consulta por revocación de mandato, que se efectuará el 10 de abril, o si lo favorece, -que es lo más seguro-, se irá en 2024, cuando promete su total retiro de la política.
Ha confesado que le llama poderosamente la atención el pensamiento conservador que proviene desde que estuvo en el gobierno por 32 años Porfirio Díaz, personaje al que cita en cada ocasión para referir las coincidencias del dictador con los gobiernos priistas y panistas desde 1988 en que asumió el gobierno Carlos Salinas de Gortari, su enemigo favorito y constante opositor desde que surgió el dirigente de izquierda de Macuspana, Tabasco, en los albores de los años ochenta encabezando mítines y marchas de la lealtad a la Ciudad de México una década después para reclamar fraudes electorales.
Pero al inicio de este año, a partir del 18 de enero, cuando fue asesinado el foto periodista Margarito Martínez Esquivel, lamentó su muerte y como siempre en estos casos, envió su sincero pésame a sus familiares, pero sin reconocer que el mecanismo de defensa de los periodistas ha sido endeble en su funcionamiento, pues en el momento en que fue acribillado a balazos, no había ningún policía, ni vigilancia alguna para evitar el atentado, como se supone debería aplicarse en el momento. No reconoció, por supuesto, que ha habido impunidad en el 99 por ciento de los casos.
Para el 23 de enero, en que Lourdes Maldonado fue emboscada por un pistolero que desde un taxi le hizo un certero disparo en la cabeza, la indignación de los periodistas de Tijuana creció luego de que el 19 de ese mes se manifestaran en la plaza pública para exigir justicia. Fue entonces que el reclamo nacional se manifestó en 30 ciudades de la República, donde los periodistas reclamaron justicia porque durante 2021 fueron victimados siete periodistas cuya muerte nunca fue aclarada.
Este miércoles 9 fueron detenidos los 3 sospechosos de la muerte de la compañera Maldonado, luego de que se formara un equipo especial para aclarar el caso, porque las presiones internacionales y las de periodistas mexicanos pudieron imponerse a la falta de voluntad política. Si se cumple el ofrecimiento de llegar hasta las últimas consecuencias, se tendrá que aclarar si el motivo fue el litigio laboral que nuestra colega le ganó al empresario Jaime Bonilla, quien fue señalado por ella en 2019 cuando era candidato a gobernador de Baja California, porque ella expresó su temor a perder la vida.
A sólo 24 días de iniciado 2022, ya se habían registrado tres homicidios: el de Margarito y Lourdes, en Tijuana, y José Luis Gamboa, en Veracruz, registrado el pasado 15 de enero. Pero el último día de ese mes fue abatido a balazos Roberto Toledo por tres desconocidos en Zitácuaro, Michoacán. Para entonces sumaron ya 29 los periodistas asesinados durante este sexenio que va a la mitad del camino. Mal augurio que empiece 2022 con la muerte de un reportero cada semana.
Aun así, López Obrador no abandona el tono beligerante contra los periodistas, aunque de vez en cuando aclare que “no todos, pero sí los más famosos”, entre los que destaca en Carlos Loret de Mola, a quien ahora le pide que revele cuánto le pagan los “corruptos empresarios que estaban acostumbrados a no pagar impuestos” y que financian las campañas de desprestigio en su contra. Le siguen Joaquín López Dóriga, quien señala en sus columnas que el morenista no tiene oposición robusta y se pregunta cuándo y dónde se va a conformar la oposición al presidente López Obrador, quien sigue incrementando su popularidad. Otro de sus preferidos es Raymundo Rivapalacio, que figura entre los que publican noticias falsas que son denunciadas por la joven Elizabeth García Vilchis en su sección Quién es quién en las mentiras de la semana, los miércoles. Ciro Gómez Leyva es otro señalado por el dedo presidencial a pesar de mantenerse lejos de la crítica, pero lo incluye entre sus opositores, aunque con frecuencia le reconoce sus aciertos al mandatario.
No obstante, nunca se ha planteado el jefe del Ejecutivo que descalificar todos los días a los reporteros pudiera generar ataques e incluso atentados en su contra a manos de sus simpatizantes, los más radicales, que ya se han manifestado con violencia contra los reporteros, y con frecuencia son atacados en las redes sociales con los mismos calificativos que les impone el morenista en las homilías del Salón Tesorería, como “chayoteros” y “deshonestos” como si la honestidad fuera su patrimonio particular. Disfruta contando anécdotas de aquellos que a pesar de las represalias –que les llegaron a costar el empleo- le dieron cobertura cuando militó en la oposición.
Al final no se podría dar mucho crédito a López Obrador de que el periodismo, como la política, es un apostolado, porque no hay congruencia entre su afirmación y los insultos que les endilga a los compañeros que le dan cobertura diaria a sus declaraciones en Palacio Nacional. Es claro que el periodismo profesional sí es un apostolado, no así la política, que es el territorio donde campean los autores materiales o intelectuales que, al igual que el crimen organizado, han acribillado a los periodistas que llevan hasta la muerte su honorabilidad en la misión de informar.