Corrupción: un país de cínicos
¡Demencial y criminal cacería contra Loret!
La violencia y el crimen crecen sin freno en nuestro país, pero el presidente mexicano sigue con su cacería diaria contra el periodista Carlos Loret de Mola.
Los pobres en México son cada día más pobres, tienen niveles educativos más bajos y salarios “mas chiquitos”, pero a López Obrador le importa más inventar historias fantásticas en torno al periodista Carlos Loret.
El número de muertes violentas ya llegó a 120 mil, los feminicidios son más que nunca, igual que los secuestros y el crimen contra periodistas, pero al mandatario mexicano le importa más exigir que Loret explique sus ingresos y una supuesta fortuna inmobiliaria.
Los servicios de salud pública para los mexicanos cada día son peores y a diario millones de mexicanos confirman que no existen medicamentos y que la atención en el IMSS y el ISSSTE es la peor de la historia, pero a Obrador sólo le importa perseguir al otrora periodista estelar de Televisa.
La economía mexicana no tiene para cuando recuperar su crecimiento; los empleos no se rescatan y la inflación sigue por las nubes, pero al dictador de Palacio sólo le preocupa su venganza personal contra el periodista que reveló la inexplicable mansión de Houston.
Una residencia impensable, motejada como La Casa Gris, cuyo origen resulta inverosímil y que convirtió al primogénito del presidente mexicano en objeto de mofa mundial ya que pasó de un modesto “depa” en Cuicuilco, a una lujosa mansión en Houston.
“¿Quién pompo?”, remedaron millones de mexicanos al propio López, en redes, al exigir una explicación “al milagro de la Casa Gris”, aclaración que hasta hoy no aparece por ningún lado.
Es decir, no hay explicación verosímil, lógica, sensata y creíble sobre el enriquecimiento repentino del hijo de un presidente pobre y quien, por si fuera poco, presumió que el suyo “no sería un gobierno rico con un pueblo pobre”.
La realidad, sin embargo, coloca a López, a su prole y a su claque en el extremo de los “payasos de las cachetadas”.
Y es que el presidente mexicano vive en un Palacio con 160 sirvientes que, puntuales, cumplen todos sus caprichos; mientras su primogénito habita un Palacio en Houston y buena parte de los colaboradores y secretarios de Estado de AMLO, además de gobernadores de Morena viven en mansiones que desearían los más humildes neoliberales.
Pero las contradicciones no importan y tampoco importa la ineficacia de un gobierno como el de AMLO, que lleva al país a la ruina y a la más peligrosa espiral de ingobernabilidad en décadas; ausencia de gobierno que paga la sociedad con la vida de cientos de miles de mexicanos.
No, lo que le importa al presidente es la cacería personalísima, demencial y criminal emprendida contra Loret de Mola.
Sí, una criminal cacería de Estado que, por el tamaño de la insidia y el peso del odio mostrados por el presidente, a veces parece una orden para desatar una mano criminal.
Y es que para nadie es nuevo que el gobierno de López Obrador tiene poderosos aliados en el bando del crimen organizado.
Nadie ignora que en una dictadura como la impuesta por López en México, un señalamiento presidencial es una condena detrás de la cual va todo el peso del poder y del odio presidencial.
Y todos saben que existen muchos lambiscones dispuestos a lo que sea para congraciarse con el presidente –sea en el gobierno federal, sea en gobiernos estatales de Morena o sea entre las bandas criminales–, capaces de detonar una amenaza mayor contra el periodista a quien desde Palacio se ha colocado como el enemigo número uno del mandatario mexicano.
Ese es el verdadero riesgo de la cacería de Estado emprendida por López contra Loret; una cacería que por su insistencia, por el nivel de insidio y el tamaño del odio, puede terminar en tragedia.
Una eventual tragedia de la que –se debe decir con claridad–, el único responsable es y sería el presidente mexicano.
Y si dudan del nivel que han alcanzado el odio, la insidia, la difamación y la calumnia, apenas en la “mañanera de ayer”, un amenazante López dijo que “ciudadanos” le han hecho llegar información sobre “las propiedades millonarias” del periodista y que “van a ir saliendo todos los bienes de Carlos Loret, quien es inmensamente rico…”.
Luego el presidente explicó –según sus dichos y sin presentar prueba alguna–, que Loret tiene un departamento en Miami, Estados Unidos, valuado en cinco millones de dólares.
Más adelante aseguró –de nuevo sin ninguna prueba–, que el periodista tiene “una mansión en Valle de Bravo, de ocho hectáreas… 80 mil metros cuadrados, valuada en 120 millones de pesos”.
Y remató con la exhibición de su pequeña dictadura cuando insistió: “Todos los servidores públicos tenemos que manifestar nuestros bienes, porque quienes de una u otra forma se dedican a la actividad pública y obtienen beneficios del poder económico, político… ¿por qué no van a transparentar sus bienes (los periodistas) y van a ir saliendo todos los bienes de Carlos Loret. Y tiene que aclarar, porque parece que es vecino de García Luna, que se pusieron de acuerdo para aprovechar la oferta… ¿Quién se los ofreció?”.
En pocas palabras, un presidente que calumnia difama, miente y que inventa supuestas propiedades de un periodista al que, todos los días señala como el enemigo número uno de su gobierno.
El mensaje parece claro; mensaje para los lambiscones que son capaces de cualquier cosa por congraciarse con el dictador.
Y Loret respondió con la única respuesta posible: la ironía.
Así lo dijo el periodista en sus redes: “Hoy López Obrador sale con que tengo un departamento en Miami que vale ¡5 millones de dólares! Se lo vendo ahorita en 5 millones de dólares. Será el negocio de mi vida. Y él se lo puede regalar a alguno de sus hijos. El presidente ya no sabe qué inventar para atacarme”.
Y agregó: “Ah, y aclaro también la otra mentira que dijo hoy López Obrador: no tengo 8 hectáreas en ningún estado de la República. Así que lamento decepcionarlo si andaba buscando expropiarme para dárselas a alguno de sus chamacos”. (Fin de la cita)
Sí, una criminal cacería desde Palacio que tiene todos los ingredientes para convertirse en tragedia. Al tiempo.