Juego de ojos
@guerrerochipres
Romper con estructuras que normalizan y fomentan la violencia de género demanda una transformación de amplio espectro, pues no basta con la voluntad, manifestada prioritariamente por las mujeres y en menor media por los varones, para erradicar un sistema arraigado por años.
Construir espacios donde las violencias no tengan cabida tiene que comenzar desde la infancia, con educación sexual y reproductiva para niñas, niños y adolescentes.
La semana pasada, en su intervención en el 55 Periodo de Sesiones de la Comisión de la Población y Desarrollo de la ONU, Gabriela Rodríguez, Secretaria General del Consejo Nacional de Población, urgió a realizar cambios estructurales, sociales y culturales “de largo aliento” para impulsar mejores condiciones a las mujeres.
Un cambio sustantivo en la dinámica para abordar una problemática centrada, en su mayoría, en la reacción ante la visibilización de las agresiones, que resulta insuficiente para erradicarlas.
Solo un ejemplo. En la Montaña de Guerrero se libera a niñas que fueron vendidas en matrimonio y se detiene a quienes participaron del intercambio que para esas comunidades forma parte de sus usos y costumbres. La atención a las víctimas fue oportuna, pero con toda certeza volverá a ocurrir mientras no exista una transformación en la forma de pensar.
Ahora, datos de una cruda realidad. Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018 —la más reciente de este tipo—, de las 5.5 millones de adolescentes (15 a 19 años), el 15.8% ha estado embarazada alguna vez, y en las localidades con menos de 15 mil habitantes este porcentaje aumenta a 19.8%.
México es uno de los pocos países que reconocen como un derecho constitucional la educación sexual y reproductiva. Esto ha permitido que la tasa de fecundidad en las adolescentes pasara de 77 hijas o hijos por cada mil mujeres de 15 a 19 años en 2014, a 70.6 en 2018.
Hay avance, aunque el reto aún es grande y complejo. Es de interés esencial que niñas, niños y adolescentes reivindiquen y ejerzan sus derechos humanos, incluido el derecho a una vida libre de violencia y a una educación integral de la sexualidad.
La ciudadanía y la autoridad deben comprometerse a modificar las estructuras que obstruyen la equidad e igualdad. Ese es el reto en el que participamos desde el Consejo Ciudadano con aliados como el DIF local y nacional, ONU Mujeres y Save the Children.
Salvador Guerrero Chiprés es presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la Ciudad de México