Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
AMLO y los carteles;
amor con amor se paga
Javier Velázquez Flores
“Me bajé y fui donde estaba ella a saludarla y ya ¿Y? ¿Qué se me quita? ¿Qué pierdo? Nada. Además, también, una cosa son los hijos, las mamás, los papás, los abuelos y otra cosa es el que se mete en cuestiones ilegales o delictivas. ¿Por qué generalizar?”.
En ese tono, el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a tratar de explicar nuevamente en esta semana, aquel saludo de mano que le hizo a María Consuelo Loera, madre de Joaquín, “El Chapo” Guzmán, el 29 de marzo de 2020, en una visita que hizo a la tierra del capo, Badiraguato, Sinaloa.
Desde el púlpito en que ha convertido su conferencia mañanera, AMLO dijo con preocupación evidente: “Imagínense que no me bajo de la camioneta porque es la mamá de Guzmán Loera y me puede ir mal en mi imagen ¡Qué va a decir cualquiera de estos personajes!”.
Entonces, al presidente que no le interesa lo que digan los padres de niños con cáncer, pero sin medicamentos; ni los médicos mexicanos desempleados. desplazados por cubanos; ni las madres sin guarderías; ni los familiares de desaparecidos; ni las mujeres que exigen alto a los feminicidios, sí le interesa que su imagen no se vaya a deteriorar ante esos personajes que integran el cartel de Sinaloa. Vaya vaya.
Así de triste, así de patético, así de grave, un presidente de la República que es condescendiente con el crimen organizado, ya de manera clara y abierta y que lo ha convertido en uno de sus principales temas de agenda.
Mientras, el Ejército Mexicano tiene que permanecer atado de manos ante las agresiones de los carteles, como ha quedado en evidencia en muchos casos, como sucedió el pasado 27 de abril, de acuerdo con un video en el que se muestra a presuntos miembros del cartel de Sinaloa agredir a militares.
“¡Ahora sí, bola de guachitos pedorros, hijos de su put…! madre! ¿No que muy huevudos?, se aprecia gritar en el video a uno de los más de 10 hombres fuertemente armados, que someten a un grupo de soldados, desarmados en un poblado de dicha entidad.
Ni que decir de la reciente persecución de presuntos miembros de un cartel en contra de militares que recibieron la orden de huir y no enfrentar a los delincuentes, lo que llevó a López Obrador a declarar que su gobierno protege a los integrantes de bandas, porque también son seres humanos.
De esta manera, no hay duda, el presidente de la República ha dejado muy claro de que lado está. Defiende los derechos humanos de los delincuentes, saluda de mano a sus parientes, pero no ha tenido la sensibilidad de encontrarse con los familiares de las víctimas de desaparecidos ni de feminicidios.
Tal parece que temiera no quedar mal con el crimen organizado, ante el cual no le preocupa el deterioro de la investidura presidencial, que ha clamado defender con los familiares de las víctimas de delitos.
Esta actitud ha generado un creciente malestar entre las fuerzas armadas. Circula un video en las redes sociales, en el cual aparece una persona con uniforme de militar, en una biblioteca, con una bandera nacional al fondo.
En tono marcial, este hombre lee varias hojas. Señala que “el 11 de mayo en Nueva Italia, Michoacán, hombres armados persiguieron a militares obligándolos a abandonar los puestos de control”.
Y agrega: “El Código de Justicia Militar, artículo 356, declara que el centinela y, por ampliación, el militar que cubre un servicio de armas, que no defienda su puesto hasta repeler la agresión o perder la vida, tiene pena de muerte, actualmente, pena de prisión”.
En el video, que no ha sido desmentido por los mandos militares, el hombre uniformado señala que: “El 12 de mayo el presidente López Obrador dijo: pero también cuidamos a los integrantes de las bandas criminales, son seres humanos”.
Y señala algo que no tiene lugar a dudas, desde el punto de vista jurídico: “Un Jefe de Estado que declara cuidar a los miembros de las bandas criminales puede incurrir en el delito de encubrimiento. El Código de Justicia Militar, artículo 118 dice: Son encubridores de tercera clase, los que, teniendo, por su empleo y comisión, el deber de impedir o castigar un delito, favorecen a los delincuentes, aún sin previo acuerdo con ellos”.
“Las mujeres y periodistas asesinados, los niños y jóvenes objeto de trata, los migrantes objeto de tráfico de personas, los asesinados y desaparecidos son también seres humanos víctimas de los criminales que el gobierno cuida”.
En el mundo al revés que López Obrador ha trazado, hay una intencionalidad muy clara: no quiere enemistarse con los carteles en el marco de las elecciones de 2022.
En marzo de ese año, Glen VanHerk, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, informó que hasta 35 por ciento del territorio mexicano está controlado por los carteles. Es decir, más de la tercera parte de México está en poder del hampa y esto lo sabe el presidente.
El año pasado, Morena ganó los comicios en 11 entidades: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Michoacán, Colima, Zacatecas, Guerrero, Tlaxcala y Campeche. A excepción de estos dos últimos estados, el resto de ellos integran el corredor de trasiego de droga.
Agrupaciones civiles y partidos de oposición denunciaron el amedrentamiento y la compra de votos que se produjeron en esas entidades, por parte del hampa. Durante los comicios, se registraron por lo menos mil eventos violentos y 100 crímenes cometidos por los carteles en diversas zonas.
No obstante, en referencia al hampa, López Obrador dijo que los miembros de los carteles “se portaron muy bien” en las pasadas elecciones. Le sirven a su partido y por eso los aprecia, es claro. Así irá con ellos sin perseguirlos, casi tomados de la mano, por lo pronto, en los comicios de 2022 en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, y por lo que resta del sexenio. Amor con amor se paga.