Mujeres mexicanas memorables (6)
LA PANDEMIA Y LA ECONOMÍA XCXXIII…Los insultos y las agresiones como forma de gobierno.
Necio y obstinado como es, López Obrador no sólo se niega aceptar las críticas y las propuestas para que cambie su fallida política anticrimen, sino que arremete, insulta y agrede a todo aquel que se atreve a cuestionarlo. No hay día en que sus foros mañaneros, no insulte, ofenda o agreda a empresarios, expresidentes, políticos, periodistas, escritores, analistas, ministros de la Suprema Corte, prestigiados académicos, médicos, diplomáticos y ahora hasta religiosos. El tipo está enfermo. En su soliloquio mañanero con un foro donde prevalecen una mayoría de patiños que ni reporteros son, no ha encontrado reposo a la hora de buscar contra quién pelear o agredir. Pero lo más grave es acusar al pasado para encubrir a su ineficiente administración.
Lo mismo en lo nacional que en lo internacional. Ejemplos sobran. Y en ese estilo personal de gobernar, le gusta inaugurar, con bombo y platillo, magnas obras, pero incompletas e inconclusas y se molesta ante las críticas. Primero le pidió al gobierno de España que pidiera perdón a los pueblos originarios por la conquista, hace 500 años, cuando ese gobierno no existía; Luego le pidió al gobierno de Austria que devuelva el penacho de Moctezuma que se convertiría en polvo si es extraído de la vitrina en donde reposa en un museo de Viena. Después, le reclamó al gobierno de Francia el que permita que haya subastas privadas de piezas prehispánicas que pertenecen a colecciones privadas, cuando lo que debió hacer fue ordenar una investigación a sus colaboradores de dónde fueron extraídas dichas piezas y si había las denuncias correspondientes. En fin.
Hace pocos días se quejó de las burlas a su hijo menor en las redes sociales. Nada justifica las expresiones en contra de su hijo. Sin embargo, algunos de los ataques verbales proferidos por diversas personas surgieron del más profundo sentimiento de animadversión sembrado precisamente por el mismo mandatario y muchos pusieron como ejemplo su insensibilidad ante la falta de atención a los niños con cáncer y la falta de medicamentos para atenderlos, otros dijeron que se estaban tardando mucho para poner las vacunas anticovid para niños y adolescentes. Obviamente el hijo de López Obrador no tiene la culpa, pero los desatinos de su padre ha provocado que millones de mexicanos no se cansen de lanzarle denuestos en las redes sociales, por tantos desatinos vertidos en cada renglón, como la escasez de medicamentos que hoy tiene postradas a cientos de miles de familias que han perdido a sus miembros, principalmente niños, sin que eso parezca tocar las fibras más sensibles del que gobierna.
Coincido con otros analistas que una parte importante de la sociedad está insatisfecha y dolida por los magros resultados del gobierno. Casi todos los días, lo único que se escuchan son noticias desalentadoras. Muchas se refieren a iniciativas que amenazan la paz ciudadana, como la que gracias a Dios no prosperó, de someter al país al consumo de energías sucias, que acabarían paulatinamente con la vida en general.
Uno de los puntos vitales que no sólo olvidó por completo, sino que además alienta, es el que compete al crimen, a cuyas organizaciones felicita por su buen comportamiento. Hoy, las páginas de todos los medios impresos y digitales de México están ensangrentadas. Las noticias que llenan espacios, diariamente, son las que se refieren a la enorme cantidad de muertos a lo largo y ancho del país, mientras el mismo Andrés Manuel López Obrador minimiza y asegura que su estrategia ya está rindiendo frutos. Lo anterior ha abonado para que los millones de mexicanos inconformes, busquen la manera de insultarlo.
La insultante estrategia de abrazos, no balazos es la causante de que el crimen se haya disparado a niveles escalofriantes. Los dichos del presidente, de que ya da frutos es una mentira de su tamaño. Si los da, son para engendrar lamentos por la cantidad de muertes acumuladas a lo largo de sus tres años y pico de su gobierno. Y aunque sigue acusando “al pasado y a los conservadores” de tal desgracia, el hecho es que su estrategia está siendo severamente cuestionada por amplios sectores de la sociedad y por gobiernos extranjeros.
La afirmación de López Obrador de que su estrategia ya da frutos, no es más que una mentira. Su secretaria de Seguridad ha incurrido en la misma farsa. Los últimos días hemos sido testigos de una serie interminables de crímenes cometidos en todos los rincones del país. Seguramente quedarán impunes y hasta con un dejo de placer morboso por parte de la autoridad que los permite y que se niega a investigarlos. Las hay que de plano las ven como normales y hasta se disculpan de no realizar ninguna indagatoria, con el dicho de que “fueron los narcos”. En Guadalajara, el arzobispo José Francisco Robles Ortega, denunció que la semana pasada fue detenido en dos ocasiones por “retenes del crimen organizado en la región norte de Jalisco, colindante con Zacatecas, misma zona donde el obispo Sigifredo Noriega Barceló, reportó hace un par de días que durante una gira fue detenido por hombres armados que lo dejaron continuar luego de identificarse”. Ahí está la prueba de su competencia con el gobierno. Ante el asesinato de los sacerdotes jesuitas Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, López Obrador, protestó con un total desprecio, con palabras que ni siquiera venían al caso:
“¿Qué quieren entonces los sacerdotes? ¿Que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron cuando Calderón?” Sostuvo que hay una campaña para perjudicarlo y como siempre, echó culpas. Las autoridades permitieron los crímenes y las autoridades locales hasta ofrecieron protección, sentenció.
Nuevamente. Se lavó las manos y acusó al pasado. Mal, muy mal.