Abanico
Cervantes y Freud en el diván de un mexicano
Carlos Chávez, homónimo del gran compositor y querido amigo con quien compartí espacios de trabajo hace varias décadas, es un economista que evolucionó al psicoanálisis y a la divulgación especializada a través de su RevistaIntensa.
Durante mucho tiempo compartimos animadas mesas convocadas por otro Carlos igualmente querido, Mendoza Fleury, de profesión arquitecto y de vocación comunicador, quien tristemente se nos anticipó en ese eufemismo del último viaje.
En uno de aquellos coloquios, salió el asunto de lo que Irving Stone llamó “las pasiones del espíritu”, y el primer Carlos expuso una sugerente teoría que fue sostén para mi convicción, heredada de Edmundo Valadés, de que nada hay más humano que la literatura.
Se trata de “El Quijote y El coloquio de los perros: origen inconsciente del psicoanálisis”, presentado tiempo ha en un congreso académico, en donde Carlos propone la sugerente teoría de que el padre del psicoanálisis se inspiró en el muy nuestro Cervantes. Aquí porciones de su texto.
“[…] En un lugar de Viena, de cuyo nombre quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo, llamado Sigmund Freud, que inventó el psicoanálisis. Es un hecho poco conocido, aún por psicólogos y psicoanalistas, que Freud aprendió la lengua española y que con Silberstein fundó la, llamada por ellos, Academia Española o Academia Castellana, integrada también únicamente por ellos dos. En 1923, Freud escribe una carta a Luis López-Ballesteros, traductor de sus Obras Completas al español, y le dice: ‘Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal Don Quijote en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana.’
“Al respecto se conocen cartas, tarjetas postales y notas -76 de ellas publicadas con el nombre de Cartas de juventud- enviadas por Freud a partir del año 1871, en donde en la mayoría firma como Cipión, dirigidas a Berganza (su amigo Silberstein). 22 fueron escritas totalmente en español y 13 de forma parcial.
“[…] ¿Cómo conocieron la novela El Coloquio de los perros? Así lo dice: ‘En nuestro libro de lecturas de español encontramos un día una conversación humorístico-filosófica entre dos perros que están tumbados pacíficamente a la puerta de un hospital y nos adueñamos de sus nombres. Él se llamaba, tanto al escribirnos como cuando conversábamos, Berganza, y yo, Cipión. Cuántas veces le habré escrito Querido Berganza, firmando con: Tu fiel Cipión perro en el Hospital de Sevilla. Ambos fundamos una extraña sociedad escolástica: la Academia Castellana /AC/’.
“[…] Inspirado en “El Coloquio de los perros” […] Freud le pide a Silberstein que en sus cartas usen códigos o términos, de acuerdo con el ‘estilo oficial de la Academia Española’. Así le propone: Llámanse los miemb. d. l. A.E. [los miembros de la Academia Española] ‘perros’, que es su mayor título, que tienen, ni tendrán, llámese Sevilla el mundo en que están y el hospital de Sevilla el país en que viven, es decir la Alemania.
“[…] En El coloquio de los perros, ambos canes, Cipión y Berganza, adquieren la capacidad de hablar durante una noche, en la cual Berganza relata la historia de su vida a Cipión. Éste, a su vez, escucha y hace comentarios. Aquí cabe una observación: Freud elige el nombre de Cipión que es el que adopta el rol de escuchar, es decir, de psicoanalista.
“Puede defenderse la tesis de que Freud tuvo la influencia de los diálogos de Cipión y Berganza buscando las similitudes de esas pláticas con el tratamiento psicoanalítico. Stanko Vranich en su libro Sigmund Freud y el historial clínico de Berganza opina que Cipión es el psicoanalista clásico, el cual tiene una visión racional y optimista de la vida, y que el simbolismo de oscuridad-luz (ya que Berganza narra todo en el tránsito de la noche al día) simboliza el psicoanálisis que conduce, en el enfoque freudiano, de la oscuridad del inconsciente a la luz del consciente.
“También son dignas de resaltar algunas indicaciones que Cipión hace a Berganza como: ‘Habla hasta que amanezca…que yo te escucharé de muy buena gana, sin impedirte sino cuando viere ser necesario’ o ‘Sé breve, y cuenta lo que quisieres y como quisieres’, lo cual coincide con la regla fundamental del psicoanálisis: ‘Hable todo lo que se le ocurra, aunque sus pensamientos le parezcan inadecuados, absurdos o sin importancia’.
“En el último capítulo de Don Quijote, Cervantes menciona varias veces que el caballero andante había pasado de la condición de loco a cuerdo. El epitafio de su sepultura, que todos conocen, señaló:
Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.
“Las preguntas que se imponen son dos: ¿sanó el ‘Caballero de la Triste Figura’ gracias a las conversaciones con su escudero Sancho Panza, quien fungió como psicoanalista en su escucha? ¿Cómo fue que pudo encontrarse a sí mismo y expresar: ‘Yo fui loco y ya soy cuerdo: fui Don Quijote de la Mancha, y soy ahora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno’?
“[…] En septiembre de 1932, Sigmund Freud contesta una carta al gran científico Albert Einstein (1879-1955), autor de la ‘Teoría de la relatividad’, quien le ha preguntado sobre los motivos que impulsan a los seres humanos a la guerra, y escribe: ‘Me ha ganado el rumbo del barlovento [de donde sopla el viento], por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela…’.
“En el capítulo V, de la segunda parte, Sancho dice a su mujer: ‘Mira Teresa: siempre he oído decir a mis mayores que el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, que no se debe quejar si se le pasa. Y no sería bien que ahora que está llamando a nuestra puerta, se la cerremos; dejémonos llevar de este viento favorable que nos sopla’.
“¡Curiosas coincidencias literarias que llaman poderosamente la atención!
“A pesar de que el creador del psicoanálisis fue intensamente transparente en sus escritos a grado tal que analizó con toda honestidad sus propios sueños, olvidos, etc. no se encuentra ninguna referencia consciente, explícita, en la cual reconozca que se haya visto influido por la obra de Cervantes en la creación del modelo psicoanalítico. Él señala que sus pacientes histéricas (Anna O., Dora, etc.) lo llevaron a establecerlo. Menciona que así surgieron la asociación libre de ideas, el modo de escuchar del psicoanalista, el diván, etc.
“Sin embargo, así como hay motivos inconscientes o preconscientes en los lapsus, en los accidentes, en las fobias, en las elecciones amorosas, etc., también existen en los llamados olvidos motivados por lo que, en mi opinión, la lectura de Don Quijote y El coloquio de los perros también influyeron en Sigmund Freud en su creación del psicoanálisis. Sustento lo anterior porque Freud siempre reconoció en sus obras las influencias conscientes, como en el término ‘Ello’ que tomó de Georg Groddeck o el concepto de ‘inconsciente’ que derivó de la idea del filósofo alemán Theodor Lipps.
“[…] También es digna de tomarse en cuenta la instrucción de Freud al inicio del tratamiento psicoanalítico: ‘Diga todo cuanto pase por su mente. Actúe como un viajero sentado junto a la ventanilla de un tren que le cuenta al que va en el asiento interior cómo va cambiando el panorama ante sus ojos’. O cuando escribe: ‘En el tratamiento analítico no ocurre otra cosa que un intercambio de palabras entre el analizado y el médico. El paciente habla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presentes, se queja, confiesa sus deseos y sus mociones afectivas’. El parecido con las andanzas y conversaciones de Don Quijote no puede ser más elocuente.
“[…] Con los elementos escritos comentados que nos aporta Sigmund Freud en sus cartas y en sus obras sobre El Quijote y El Coloquio de los perros, es decir, 13 menciones amplias y explícitas (5 en sus Obras Completas, 5 en sus cartas a Martha Bernays y 3 en su correspondencia a Silberstein), más algunas interesantes y sugestivas coincidencias, me parece verdadera [mi hipótesis]. Ojalá que algún día encontremos la confirmación específica en alguna carta perdida o no publicada aún, entre las aproximadamente 20,000 que se estima que escribió.
“Sin embargo, quizá la respuesta más precisa, por el momento, la ha dado el propio Don Quijote cuando se dirige a Dorotea y le dice: “…quiero callar, porque no me digan que miento; pero el tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos”.
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