El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Hace apenas un par de semanas cuestionamos el amparo en revisión 216/2022 que llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que tenía potencial de sancionar la exhibición de Nacimientos navideños en espacios y edificios públicos. Todo porque un particular afirmaba que, en su calidad de no creyente o creyente no-cristiano, tenía el derecho a reclamar a la autoridad mexicana de preservarlo de todo contacto con la cultura occidental judío-cristiana.
Aquella vez, en resumen, afirmamos que los espacios públicos son de la sociedad, no del gobierno en turno; que la cultura es del pueblo y de su historia, y no sólo de las élites en el poder o de sus exóticos deseos; y que el derecho a la libertad religiosa debe ser pública porque no sólo reconoce la libertad de pensamiento y conciencia sino de expresión, manifestación y asociación. La Corte pospuso el debate pero sus patrocinadores no dejarán de usar su dominación y privilegio para volverlo a poner en agenda.
Ahora bien, en estos días, la comunidad ‘Templo de Satán’ (una intensa promotora del amparo 216/2022) ha convocado a la instalación de un ‘Antinacimiento satánico’ en el primer cuadro de la Ciudad de México “en contra del supremacismo católico”, como dice su manifiesto. Sobre lo primero: en un Estado laico, la manifestación de su particular expresión religiosa debe estar plenamente garantizada. Claro, hay límites; y no sólo para los satanistas. No todas las expresiones o actos pueden justificarse, ampararse o validarse exclusivamente por idiosincrasias religiosas.
Es decir, que el templo de Satán tiene todo el derecho de instalar lo que le venga en gana siempre y cuando no contravenga las leyes mexicanas. Sin embargo, ¿esta comunidad que se identifica como ‘religiosa’ estará debidamente registrada ante el Estado mexicano? Según una revisión del directorio de organizaciones religiosas registradas formalmente, el famoso templo satanista no tiene cédula ni registro. Es decir, que quizá no ha logrado cumplir los requisitos impuestos por el Estado para constituirse como organización religiosa formal o quizá ni siquiera lo ha intentado.
Esto es relevante, porque para el Estado (al que apelan tanto estos satanistas), las únicas organizaciones amparadas por la ley para expresar doctrina y un cuerpo de creencias espiritual-trascendentes son las asociaciones religiosas debidamente constituidas según los artículos 6 y 7 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Aún más, el artículo 8 pide a cada una de estas organizaciones “respetar en todo momento los cultos y doctrinas ajenos a su religión”. Así que, la mera expresión “contra el supremacismo católico” dicha por los autodenominados satanistas, viola las leyes mexicanas.
Y si esto fuera todo el tema, sería apenas ocioso. Sin embargo, hay algo que sí es interesante reflexionar: Estas manifestaciones ‘oscuras’ (muy ‘darks’ dirían los memes) suelen ingenuamente creer que su discurso es ‘antisistema’, ‘rebelde’ y ‘contestatario’; casi siempre acusan que la cultura dominante es judeo-cristiana y piensan que ellos son los ‘insumisos’, los ‘auténticos desobedientes’ al sistema. Pero nada hay más lejano de la realidad.
Estas expresiones son las promovidas por el mainstream político y económico. Son las más convencionales, las más comerciales, las más útiles al sistema capitalista, neoliberal y consumista; son también las más obedientes al modelo cultural vigente y a los gobiernos. Basta ver que las producciones de series, películas y bienes culturales artísticos con más presupuesto y difusión casi siempre tienen que ver con ocultismo y satanismo; que la censura en las más grandes redes sociodigitales se hace contra las expresiones religiosas judeo cristianas y musulmanas pero no contra las expresiones satánicas. Y es que, una muestra del privilegio que gozan las expresiones anticatólicas está justo en el amparo en revisión: La censura de los ministros va contra la manifestación religiosa cristiana; pero ninguna autoridad ni ONG ni medio de comunicación ha siquiera imaginado censurar las expresiones de otras idiosincrasias.
Esto es lo que ha sucedido en estos días respecto a las campañas publicitarias de la compañía de lujo y estatus de hiperconsumo, Balenciaga. La marca publicó una serie de fotografías en las que literalmente utilizó a menores de edad para sembrar mensajes ‘oscuros’. Lo peor, cuando se hizo una revisión más detallada del marketing de esta empresa de productos suntuarios, se reveló que sus imágenes contienen guiños que fomentan la legalización de la pornografía infantil y que las ‘expresiones artísticas’ utilizadas en sus campañas exaltaban la mutilación, el crimen y el abuso contra menores.
Y aquí debemos reiterar: No todas las expresiones o actos pueden justificarse o validarse exclusivamente por idiosincrasias o credos religiosos. El abuso, el odio, la discriminación y la exaltación de la violencia no pueden ampararse bajo argumentaciones doctrinales o de fe.
El hipercapitalismo y el más obediente neoliberalismo son rápidos para censurar la imagen de un rosario católico en Facebook (sucedió el 23 de noviembre pasado) pero jamás censuraron las fotografías de Balenciaga que normalizan el abuso contra menores; hay otras plataformas que incluso promueven la reducción de hombres y mujeres a bienes mercantiles o de consumo.
Facebook censuró, por ejemplo, una conferencia de libertad religiosa y cristianismo en junio del 2019, prohibió el hashtag #SavetheChildren usado en una campaña contra el abuso sexual de menores en 2020, retiró una campaña humanitaria de ayuda a mujeres y niñas de minorías religiosas en 2021 y a inicios de este año vetó a una ONG dedicada a denunciar el genocidio y persecución étnico-religioso en África. Por el contrario, la censura más famosa contra un ‘satánico’ fue sobre Matthew Joseph Lawrence (alias E.A. Koetting) a quien no se le expulsó de Facebook por satanista sino por incitar al homicidio y por promover el crimen como medios para lograr supuestos ‘pactos satánicos’.
Todo parece indicar que los verdaderos insumisos están realmente en el espectro espiritual religioso tradicional; porque lo de moda, lo convencional, lo promovido por el mercado, los gobiernos y sus ministros es lo anti-cristiano. Es tan común, tan poco original y protegido por el poder del dinero y del Estado que hoy llega incluso a ser trivial, insulso, aburrido.
*Director VCNoticias.com