Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
El inexistente Insabi desaparece.
Inevitable en la vida laboral, alguna vez quedé desempleado y fuera de la cobertura de las instituciones que ofrecen servicios de salud –como son el ISSSTE, para los trabajadores del Estado y el IMSS para quienes trabajan para la iniciativa privada–. Entonces y para acabarla de amolar, mi amada esposa enfermó del maligno mal llamado Cáncer.
Corría entonces el sexenio calderonista, al que señalan ahora como el culpable de todos los males del país, empero su programa de salud, denominado Seguro Popular y que prestaba atención a cerca de 30 millones de mexicanos, para la cobertura de diversas patologías, cubría el cáncer que afectada a mi amada mujer, así como los relativos a enfermedades cardiovasculares, médula ósea, cornea y trasplantes de corazón, salvó muchas vidas y dio esperanzas a miles de enfermos y parientes.
Sin pensarlo mucho, llame a mi amigo Carlos Olmos, entonces director de Comunicación Social de la Secretaria de Salud. Pronto y eficaz el funcionario público me pidió unos minutos para hacer unas llamadas. No pasó más de media hora para decirme me fuera volando al Instituto Nacional de Cancerología (Incan), ubicado en la llamada zona de los hospitales.
Tal y como me lo dijo, nos recibió el mismo director general, el doctor Alejandro Mohar, entonces también integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Con muy buena disposición nos recibió, atendió y mostró su gusto por el tenis, deporte que practicábamos mi Patto y yo.
Tomó el teléfono y llamó al director de enfermedades gastrointestinales para recomendar a mi mujer: “Es mi amiga, te la encargo mucho, pues aunque se enoje Víctor la invitaré a jugar tenis cuando la hayamos curado”. Me informo entonces que el padecimiento de mi mujer estaba cubierto por el Seguro Popular, pero que aun así había medicinas que no eran gratuitas, así como diversos tratamientos de altos costos.
Nos preparamos para una larga guerra con diversas batallas entre quimios, radioterapias y braquiterapias y demás agresivos tratamientos, como lo fueron tres intervenciones quirúrgicas. Luego de más de cuatro años de atacar diversos frentes, perdimos la guerra. Como la perdieron diversos pacientes que fuimos conociendo a lo largo de nuestro deambular por pasillos, consultorios y salas de espera del citado Instituto, donde pude constatar la calidad profesional y moral de muchos médicos y enfermeras.
Todo esto viene a cuento porque hoy me desayuno con la noticia de que desaparecieron por decreto, en fast track, al denominado Instituto de Salud para Bienestar (Insabi), un extraño ente que nunca existió pero que consumió miles de millones de pesos en su fracasada edificación. Con ello, cerca de 13 millones de mexicanos serán ahora atendidos por el IMSS Bienestar.
Los medios dan cuenta de que con la extinción del Insabi quedaron en el aire 409 mil millones de pesos, que el gobierno federal invirtió durante tres años con cuatro meses para operar dicho organismo que sustituyó al Seguro Popular. Así, ni apoyo a los más necesitados y desprotegidos de la seguridad social y mucho menos la edificación de un Sistema de Salud similar al de Dinamarca.
Los diarios dan cuentan de que el presupuesto destinado se usó para el pago de nóminas, subsidios transferidos a entidades federativas y gastos de operación para garantizar servicios médicos de primer y segundo nivel a cerca de 33 millones de personas carentes de seguridad social, así como para ofrecer 66 servicios de tercer nivel, para atender diversos tipos de cáncer, entre otras patologías.
Los reportes indican que la atención de dichos males no fue integral ni constante, pues el empleo de los recursos está manchado por diversas irregularidades de operación, gestión de programas de vacunación y fallas en la adquisición consolidada de medicamentos. “La Auditoria Superior de la Federación observó montos por aclarar que superan los seis mil millones de pesos”.
La extinción del Insabi se da en el centro de una grave crisis de desabasto de medicamentos –muchos de ellos para combatir el cáncer de niños– y serios problemas en la atención médica. Hay mucha gente que ha dado cuenta que han solicitado consulta y estas se las programas hasta con cuatro y seis meses después de lo pedido.
Cabe decir que el IMSS atiende a la fecha a cerca de 71 millones de derecho habientes, es decir mexicanos que laboran para la iniciativa privada, a través de un esquema tripartita, en el cual el trabajador, la empresa y el gobierno aportan recursos económicos para su funcionamiento. Ahora, de golpe y porrazo, deberá atender a 13 millones más que carecen de cualquier cobertura.
Y para rematar, la inflación y demás efectos de la crisis económica, han provocado que los gastos en salud para las familias mexicanas se han incrementado en un 40 por ciento.
La salud es un tema complejo y muy sensible.