El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Tal vez sin reponerse del trauma que debió causarle el imponderable de dimensiones inconmensurables como fue el huracán Otis, el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue sin tener una hoja de ruta para atender la crisis humanitaria de Acapulco, un diseño posible de solución de lo urgente que hay en la zona de desastre, para poder tener espacio de atender los otros grandes retos políticos y sociales que enfrenta.
El reto que representó para un improvisado político como Mario Delgado la decisión del INE de que los partidos deberían postular cuando menos a cinco mujeres como candidatas a las nueve gubernaturas que estarán en juego en junio del 29024, no ha sido resuelto y, por el contrario, está permitiendo la llegada más abierta y voluminosa de dinero de dudosa procedencia en los intentos que se libran por hacer llegar a tal o cual personaje, hombre o mujer, a las candidaturas mencionadas.
Lo que está en juego, y que en MORENA no aciertan a resolver, y menos a entender, es el importantísimo hecho de que sean las instituciones las que tengan el control de la organización de las elecciones y su correspondiente supervisión.
En política no existen los lugares vacíos. En cuanto se presenta un caso de esa estupidez, de inmediato es llenada por otros interesados, institucionales o no, en controlar, en este caso, los procesos electorales del país.
Leí con preocupación una más de las inteligentes columnas de Jorge Fernández Menéndez en las que advertía de los graves riesgos que hay para México y su gobernabilidad, si persiste la guerra sucia entre los partidos, particularmente en MORENA.
Dice Fernández Menéndez en una columna que titula: Claudia y la teoría del caos;
“Lo que estamos viendo en Morena, y que se extiende a muchos otros ámbitos de la política nacional, podría interpretarse como consecuencia de la llamada teoría del caos: procesos en los cuales “pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a largo plazo. El comportamiento es prácticamente imposible de predecir, no sólo porque sean complejos formados por muchos elementos, sino también porque sistemas relativamente simples y con pocos grados de libertad pueden ser difíciles de predecir a largo plazo”.
Hoy tenemos pequeñas variaciones iniciales del proceso de sucesión, en un escenario que impide las predicciones a largo plazo porque estamos ante un sistema político donde confluyen muchos elementos con pocos grados de libertad.
Cuando el presidente López Obrador operó la sucesión presidencial y entregó el bastón de mando a Claudia Sheinbaum no se esperaba que fueran los duros de su entorno los que modificaran y desafiaran el propio proceso de sucesión y a su sucesora. Hace semanas dijimos que mientras Claudia (o Xóchitl en el Frente Amplio) no fuera formalmente candidata (y faltan semanas para eso), tendría los días más difíciles por las turbulencias internas y por los reacomodos que implicaba su designación en Morena.
Ha habido una serie de movimientos previsibles: el alejamiento de Ricardo Monreal y Adán Augusto López, la virtual ruptura de Marcelo Ebrard, la necesidad de adecuar equipos de campaña y hacer que funcionen (o no) con el partido y el gobierno. Pero lo que no esperaba Claudia era que la candidatura a la Ciudad de México de Omar García Harfuch detonara un enfrentamiento cainita con los duros de su propio”movimiento.”
¿Está perdiendo López Obrador la conducción política del país?
O más aún: ¿El Presidente ya es traicionado por los que siempre se han ostentado como los cercanos?
¿Le está fallando la fórmula de 99% lealtad para designar a su equipo?
El país puede entrar en una caída sin retorno si no se revisan las cosas que ocurren estos días y que afectan seriamente la gobernanza en la gestión de AMLO.
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