Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Como Chávez y Maduro, AMLO dice: “¡exprópiese!”
Como todo buen dictador, en su demencial venganza contra el empresario Ricardo Salinas Pliego, el presidente mexicano acudió a uno de los recursos más arbitrarios de los populistas: el decreto expropiatorio.
Sí, literalmente de un plumazo, López Obrador despojó del campo de golf Tangolunda, en Huatulco, Oaxaca, al poderoso empresario mediático, con el argumento mentiroso de que se trata de una concesión vencida y que, por tanto, el gobierno federal busca preservar una zona natural protegida.
De manera simultánea, el propio gobierno federal intensificó una vengativa persecución fiscal contra el también propietario de Elektra y de Banco Azteca, a quien acusó de negarse a pagar una deuda con el SAT, estimada en 30 mil millones de pesos, presuntamente producto de impuestos.
Meses antes, desde Palacio se había lanzado otra vulgar campaña para pretender satanizar a Banco Azteca, con el argumento “chabacano” de que tener cuentas o ahorros en ese banco era peligroso.
Y apenas en días pasados, luego de la participación de Cayetana Álvarez de Toledo, en un foro en defensa de la democracia mexicana –promovido por Salinas–, el propio gobierno federal desató una costosa campaña en redes y medios, para difamar no solo a la diputada española, sino para desacreditar su crítica al populismo de López.
Y es que Cayetana se convirtió en tendencia global en redes, no sólo por su puntual crítica al populista AMLO, sino por el llamado a los jóvenes y a los empresarios mexicanos para defender la democracia.
Lo cierto es que, en el fondo, la persecución de Obrador contra Salinas Pliego, es mucho más que una venganza; en realidad se trata de un mensaje ejemplar del dictador a los hombres de empresa y a los dueños de medios.
¿Un mensaje ejemplar?
Sí, el siguiente mensaje: “Ay de aquel que se oponga al Maximato diseñado en Palacio, porque será perseguido, despojado y llevado preso”.
Sin embargo, también es cierto que esa persecución es propia de tiranos como Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Por ejemplo, una de las escenas que más dañaron a la empresa privada y la inversión extranjera en Venezuela fue el mítico: “¿Exprópiese!”, de Hugo Chávez, en cadena nacional de televisión.
Resulta que el 7 de febrero de 2010, acompañado del alcalde de Caracas, Chávez realizó un recorrido por el centro histórico en donde decretó a gritos y señalando con el índice, los inmuebles que según sus ocurrencias debían expropiarse.
Así, frente a la televisión preguntó: “¿Y ese edificio?”. Y presurosos lacayos le explicaron que era propiedad de los principales joyeros de Venezuela. Y de inmediato la respuesta contundente: “¡Exprópiese!”.
Así, entre 2005 y 2017, Hugo Chávez expropio mil 359 empresas privadas. Pero la demencial fiebre de expropiar por decreto sigue hasta la fecha con el sátrapa Nicolás Maduro.
Lo cierto, sin embargo, es que ni Salinas Pliego ni la mayoría de los empresarios mexicanos y mucho menos los 30 millones de idiotas que votaron por Morena en 2018 quisieron ver que Obrador era un peligro para México.
Tampoco quisieron ver que estaba –ante los ojos de todo–, el nacimiento de un dictador, como lo advertí en el Itinerario Político titulado: “¡AMLO y Maduro, gobernar por decreto!”, del 15 de mayo de 2018; semanas antes de la elección que convirtió en presidente a López.
¿Lo dudan? Aquí un extracto de esa entrega: “Ayer nos ocupamos del escenario político electoral previsto si el candidato presidencial de Morena pierde la elección.
“Hoy nos ocupamos del escenario contrario: ¿Qué pasaría si AMLO gana? Por increíble que parezca, el resultado podría ser similar a la posibilidad de una derrota de Obrador. Es decir, estaríamos a las puertas de una severa crisis de gobernabilidad y de inestabilidad en todas las instituciones.
“¿Por qué? Porque si le hacemos caso a todo lo prometido por el candidato de Morena, lo menos que viviremos es una tragedia regresiva para la democracia mexicana. Sí, Todos los conocedores de la cosa electoral aseguran que Morena ganará la presidencia, pero no la mayoría en las cámaras del Congreso. ¿Y eso qué significa?
“Casi nada, que sin la mayoría en el Congreso y en los congresos estatales, los opositores a Morena podrían paralizar al gobierno de AMLO.
“¿Y eso qué tiene de particular? Que de golpe y porrazo quedaría paralizado casi todo lo prometido por el nuevo gobierno… y podríamos ver la vuelta del autoritarismo y el desdén al Congreso.
“Lo curioso es que eso ya lo vimos en la capital del país –de 2000 al 2005–, cuando Obrador gobernó a punta de decretos, llamados “bandos”, que no son otra cosa que ignorar al Congreso.
“¿Y qué significa un gobierno que opera a través de decretos para ignorar al Congreso y al Poder Judicial? Sí, significa la desaparición de la división de poderes, uno de los pilares del Estado democrático; representa abrir la puerta a una dictadura y, sobre todo, un severo retroceder a los tiempos del partido único, del autoritarismo, la opacidad, además del fin de la pluralidad y los contrapesos en el poder.
“En pocas palabras, una victoria de López Obrador significaría el regreso al México de los años 50 y 60, no sólo por la aplicación de una economía cerrada y la implantación de un populismo rapaz, sino que asistiríamos al regreso de los gobiernos represores y autoritarios, en donde libertades fundamentales, como la de expresión, estarían canceladas.
“Todo eso sin contar con el regreso de la violencia a los niveles del Distrito Federal entre 2000 y 2006; el incremento del secuestro, la extorsión, la trata de personas… Y es que el perdón que propone AMLO a criminales y matarifes no será más que el pago a los servicios prestados por grupos del crimen que por todo el país han impuesto candidatos de Morena.
“Y, claro, seremos testigos de la destrucción de instituciones fundamentales como la Secretaría de la Defensa, la Marina, la Policía Federal, que serían convertidas en un caprichoso cuerpo de represión al servicio no de los ciudadanos, sino del dictador en turno, además de que AMLO tendrá su “fiscal carnal””. (FIN DE LA CITA)
¿Tuvimos o no razón?
La paradoja es que en 2018, Ricardo Salinas Pliego también se tragó el cuento de que López Obrador era la mejor alternativa para México.
Hoy paga cara su ceguera y su sordera.
Al tiempo.