De norte a sur
El problema se vuelve más fácil de dilucidar si en el diseño institucional definimos qué instituciones precisamente permiten al gobierno gobernar y cuáles consiguen que la sociedad controle esos gobiernos.
Y en el largo recorrido por lograr este objetivo, el de la construcción de normas que garanticen la verdadera representatividad, hemos transitado lo mismo por el despotismo, monarquía e incluso democracia, hasta arribar al que denominamos «gobierno representativo».
La estructura de este tipo de gobiernos está caracterizada por los mandatarios, los que gobiernan, que son designados a través de elecciones; ciudadanos libres para discutir, criticar y demandar en cualquier circunstancia, pero que no están capacitados para ordenar qué hacer al gobierno; a su vez, el gobierno se encuentra dividido en órganos separados que pueden controlarse recíprocamente, y está limitado en cuanto a lo que puede hacer por una Constitución, al tiempo que los gobernantes están sometidos a elecciones periódicas.
Se optó por esta forma de gobierno preponderantemente porque al menos teóricamente es la que mejor garantiza que los representantes estén en condiciones de gobernar y los ciudadanos en la de vigilar que lo hicieran bien y pusieran a salvo los intereses de la sociedad.
Mediante la evolución política en las formas de gobierno y de democracia llegamos a los gobiernos aristocráticos y oligárquicos, en los que los pocos gobiernan sobre la mayoría, pero la sociedad tiene a su favor aparentemente que sus representantes y gobernantes son electos por ellos en forma periódica, lo que es distintivo de toda democracia.
Efectivamente, la democracia es representativa porque los gobernantes son electos. Pero incluso para que esto sea así, se requieren condiciones básicas: si las elecciones son libres y disputadas, diríamos hoy, competitivas; que la participación sea ilimitada, que los ciudadanos cuenten con libertades políticas. Teóricamente, esto garantizaría que los representantes y gobernantes actuaran anteponiendo el interés del público.
Del Tintero.
Se trata, dirá Milton Friedman de que primero los datos que, arrojan en el conteo rápido del INE, un margen muy amplio para el partido dominante, con una estimación más baja de la participación electoral que se preveía y, también, falta ver la integración del congreso y, las gubernaturas en disputa.
En lo informal, también se trata de un diseño personal del presidente, incluso al margen de las normas constitucionales en materia electoral. Mucho es lo que está por delante desde la estadística electoral y, desde el diseño que, en términos de lo arrojado (por ahora) por el conteo rápido, hay un voto de castigo hacia los partidos de la corriente histórica en México. También falta ver el diseño y presentación de la impugnación de la elección presidencial por las graves irregularidades del gran interventor de la elección (AMLO) según las decenas de amonestaciones de las autoridades electorales administrativas y judiciales. Cabe la pregunta del profesor, Sartori: qué es la democracia?
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