Corrupción neoliberal
Marha Patricia, soprano en clásico y en purépecha
A estas alturas es difícil penetrar para un conocimiento mas de fondo, al melodioso mundo de las sopranos y esos diez tipos que dicen han existido. Nos basta con escuchar ese sonido agudo portentoso que estremece el alma, sobre todo si pronuncia a los aires el México lindo y querido. Así escuchamos aquella tarde del primero de septiembre, la voz de la soprano Marha Patria Ramírez en aquel poblado de Michoacán, mientras una asistencia numerosa, primero sorprendida, después maravillada, empezó a repetir: ¡Otra, otra! La voz que dominaba el amplio recinto había sustituido las anteriores canciones populares o rancheras de otros eventos, para dar paso a lo que se considera canto clásico. Poco antes, la violinista Paulina Gaspar Pérez y el violoncellista Pablo Flores de Anda, habían mostrado con sus instrumentos que la música clásica y la mexicana son afines, mientras la gente de 33 comunidades, se rebullía en sus asientos satisfecha.
El recorrido de músicos callejeros tan común en todo el mundo era más profuso antes de la pandemia. En la colonia donde vivo a diario pasaban músicos de todo tipo, uno, dos y a veces hasta tres grupos distintos. Enfrente de un pequeño restaurante que se instaló, tocaba música de todo tipo una pareja de jóvenes que permanecía ahí varias horas tocando a los vehículos que se detenían por el semáforo. Era enfrente de mi casa y su música cotidiana al parecer envolvía el gusto de los transeúntes, porque yo veía desde la ventana que eran gratificados. Un día desaparecieron. Pero como el mundo es muy pequeño, cual sería mi sorpresa saber que la pareja de músicos que tocaba en aquel poblado eran la misma que tocaba enfrente de mi casa. Pronto me visitaron y me contaron que eran egresados de la Facultad de música de la UNAM, que tiene un importante egreso de músicos en todos los niveles. Ellos, aparte, son maestros de música y dan conciertos. La vida de estos jóvenes no siempre es similar a los muchos que tocan en plazas y recorren la ciudad con sus instrumentos, porque muchos son gente sencilla, con apariencia campesina, que tocan instrumentos de donde sale música nostálgica o alegre de viejos compositores. Los de la UNAM se suman a una actividad que no siempre es tan desoladora en lo económico. La pareja Gaspar y Flores, dijo que un músico callejero en pocas horas, puede ganar un salario modesto, pero superior al que gana un empleado medio en una empresa en ocho horas. Con la satisfacción, además, de hacer felices con su música, a multitud de viadantes.
La voz espectacular de la soprano que escuchamos en Michoacán, ha pasado por otros continentes y participado profesionalmente, en coros y en orquestas. Nació en Jaral Guanajuato y es una mujer joven, de cuerpo pleno y bello rostro. A los trece años ya daba conciertos de violín y a los 17 se presentó por primera vez como cantante en el teatro bicentenario de su estado. Estudió en la Escuela Superior de Música y más tarde en el Conservatorio Nacional. Ya en su calidad profesional ha incursionado en óperas como Elixir de Amor de Donizetti y y Hansel Y Gretel de Humperdink. Es una mujer activa en organismos interculturales y lo singular es su acercamiento a la música indígena sobre todo en purépecha y náhuatl. Una mujer completa en toda la vivencia cultural, que se para con orgullo en una plaza llena, a lanzar en su tesitura de soprano: ¡México lindo y querido!