Poder y dinero
***Esta serie de 10 retratos breves está dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura.
Al margen de su ideología política, todas ellas fueron y han sido congruentes con principios y valores inspiradores. Algunas alcanzaron la fama que trascendió a su tiempo, pero otras ameritan hacerse visibles para ser reconocidas y recordadas por su vida singular y sus valiosas aportaciones.
Mujeres mexicanas memorables (6)
Francisca Robles, maestra de comunicadores y periodistas
–¿Cómo no la voy a querer?, dice la maestra Francisca Robles, parafraseando el himno de la Rebel del futbol del equipo Pumas de la UNAM, «si por ella, por la Universidad, soy lo que soy, me preparé para la docencia, estudié la licenciatura, la maestría y el doctorado en Comunicación, la especialidad que tomé es en Estudios sobre Periodismo».
La doctora Robles, a sus 65 años, cumplió 39 de trabajo académico en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la Universidad Nacional Autónoma de México, tiempo en el que ha asesorado para su titulación a 687 profesionales de la Comunicación –licenciados, principalmente; y desde 2006, a maestros, doctores y especialistas– (Fuente: Plataforma profesional de la UNAM).
A esa cifra hay que sumar más de 200 licenciaturas logradas en la Escuela de Periodismo y Artes, Radio y Televisión; 100 en la Universidad Americana de Acapulco, en Comunicación Organizacional; 18 para integrantes de la Asociación Nacional de Periodistas de Radio y Televisión y varios más, para un total de más de mil. Y los que faltan…
Maestra universitaria de mérito relevante, empática, con altas competencias comunicacionales, desde el primer momento en sus seminarios de titulación aplica el método científico, comienza por entrevistar a cada aspirante para detectar sus fortalezas y debilidades, establece una conexión con cada uno. En los jóvenes busca sus anhelos; en los adultos revisa su experiencia de vida, un conocimiento que puedan compartir.
Todos deberán partir de una hipótesis, aplicar una metodología de investigación y establecer las etapas a cumplir en un cronograma; cada quien deberá trabajar por su cuenta, cada 15 días revisará con rigor profesional los avances en los proyectos.
La maestra Robles no discrimina a nadie por edad o por alguna discapacidad física o visual, «si pudiste llegar aquí y cumples con los requisitos de la UNAM, eres bienvenido», con esa mentalidad ha titulado a tres personas invidentes y a varios adultos mayores de hasta 70 años de edad.
Para ella la titulación no es un trámite innecesario. Probar lo aprendido da confianza al profesional, cerrar el círculo da equilibrio, obtener el título profesional mejora el estatus y las competencias laborales.
De acuerdo a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), sólo seis de cada 10 alumnos de instituciones privadas se titula, en tanto que en las universidades públicas lo hace el 52%.
La doctora Francisca Robles experta en Seminarios de Tesis o Titulación, llamados actualmente Diseño de Proyectos o Laboratorio Metodológico, trabaja con interesados en obtener un título académico en el sistema tradicional o en los sistemas abierto o a distancia de la FCPS y, sin duda, obtiene mejores resultados que el promedio de ANUIES: 80% de quienes se inscriben en sus cursos se titulan.
Ella aplica el consejo que dá Exupery en El Principito, se hace responsable de que los alumnos que logra «domesticar», bajo su cuidadado alcancen sus metas, a base de conocimiento y dedicación.
El Seminario de Titulación
Cerrar el largo ciclo escolar con la obtención de un grado universitario es una enorme satisfacción para cualquiera que haya dedicado cuando menos 17 años de su vida al estudio, pero regresar luego de haber truncado esa aspiración, y lograrlo, ha sido una proeza posible, al menos para un millar de comunicadores, gracias a la asesoría y acompañamiento de la maestra Francisca.
Evocar el día uno del Seminario de Titulación es volver a sentir el frío de aquellla mañana sabatina de invierno, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la cita fue a las 8:00 de la mañana, la maestra Francisca Robles ya estaba al frente del grupo, su figura menuda abrigada con un chal, su melena lacia y negra al hombro se movía al caminar y escudriñaba a los presentes a través de sus lentes cuadrados con armazón negra. Frisaba los cuarenta años de edad.
Luego de dar la bienvenida a «los regresados», como llama a quienes vuelven para titularse, les advirtió con firmeza: «ya no hay tiempo que perder, regresaron voluntariamente a cerrar un círculo, aquí estoy para ayudarles», y ofrecía su mano. Individualizaba su discurso: «yo te dirijo y tú trabajas, iniciamos hoy un noviazgo de seis meses, hay que dedicarle tiempo y lealtad al compromiso».
Tienen suerte, decía la maestra Robles, en esa forma suya de hablar no ortodoxa que busca la motivación indirecta: «de los 20 que están aquí se titularán 16, esa es mi estadística, pero podrían ser todos o ninguno», y pidió a los aspirantes presentarse, exponer sus motivaciones, su experiencia y enunciar su probable tema de investigación. Así arrancó el proceso.
Fui parte del grupo integrado en 1998, decidí regresar a la Universidad a titularme después de dos décadas de haber egresado y ejercido el oficio de reportera en televisión y comunicadora en depedencias públicas en forma ininterrumpida, retorné a la FCPS a re-aprender –ya hasta había cambiado de edificio sede–, y renuncié a una nueva y prometedora oportunidad de trabajo.
Cumplí los requisitos: 100% de créditos aprobados –45 materias–, carta del servicio social liberado; volví a presentar los exámenes de traducción de dos idiomas extranjeros; y cursé seis módulos de 4 horas de actualización en técnicas de la información en el Sistema de Universidad Abierta (SUA) de la FCPS.
Doy fe de que titularse por experiencia con el método Robles funciona, mi tesis fue sobre la historia comunicacional del STC-Metro del Distrito Federal, donde laboraba como jefa del departamento de Comunicación Social, bajo el mando del entrañable periodista Hero Rodríguez Newman.(+).
Infancia y adolescencia
Nació el 4 de julio de 1959, en la Ciudad de México, en la colonia Escuadrón 201, «soy paisana de los Ángeles Azules, de Iztapalapa para el mundo», ríe.
«¿Qué recuerdo de entonces? A mi mamá luchando por nosotros, siempre trabajando, era una mujer muy sencilla, de la generación de mujeres que no estudiaron, enviudó cuando yo tenía tres o cinco meses de haber nacido. Cuado murió mi papá, una de sus hermanas quiso llevarnos a mi hermano y a mí con ella. Mi mamá, que se llamó Elvira, lo evitó, decidió registrarnos sin el apellido del padre».
Fue la más pequeña de cuatro hermanos, tres mujeres y un hombre. Su hermano, Juan Manuel, quien le llevaba dos años, fue un periodista de espectáculos y fotógrafo, a él estuvo muy unida hasta hace poco que falleció. El fue quien le sembró la inquietud por el periodismo.
«Mi mamá era mesera pero ayudaba a lo que fuera en la fonda para ganar un poquito más. Dejaban los periódicos de la tarde y ella los traía a la casa: Ovacionesy otros diarios de nota roja, como el Alarma, mi mamá no sabía leer y me pedía leerle las notas. Le gustaba como leía, y a mi me gustaban las crónicas de policía.
«Usaba la nota roja para darme lecciones morales, eran sus recursos para educarme. Por ejemplo, si la nota decía: mató a su novia en una esquina, ella me decía, ‘ves hija no debes creer en los hombres que están en las esquinas’ o si veíamos la película Callejera, me decía: mira esa chica de familia le creyó a un mal hombre y la dejó en la calle.
«Nos decía a mi hermano y a mi cuídense, estudien, y yo siempre traté de darle satisfacciones siendo una buena estudiante, se me quedó muy grabada una frase que repetía: hija no des problemas, da soluciones. Parte de mi trabajo docente es ayudar a mis alumnos a resolver problemas, superar obstáculos».
Ante la precariedad famiiar, Paquita, como le decía su mamá, empezó a enseñar a los 10 años de edad, fue contratada por la mamá de una niña de primero de primaria, para enseñarle a leer y escribir. La recomedó su maestro de cuarto año porque la consideraba una niña muy lista. La mamá de su primera alumna era su vecina en la vecidad donde vivía. Su personalidad la impactó: «Era una mujer diferente a todas las señoras que conocía, era ingeniera química de la UNAM y de clase media, podía pagarles a sus hijos clases extra», recordó la maestra Robles.
Estudió la secundaria en la escuela Defensores de Puebla 1863. Sus hermanas mayores eran obreras. Cuando llegó a los 15 años, la recomendaron: trabajó en una fábrica de carpetas y baberos y sólo quería ahorrar para entrar al Colegio de Bachilleres, en donde se graduó como Técnico en Turismo. Fue la dueña de la fábrica quien la recomendó para trabajar en una agencia de turismo.
«¿Mis influencias escolares para ser comunicóloga? Tuve un maestro de Comunicación en Bachilleres que nos dejaba analizar comerciales, películas, textos, eso me gustaba. Mi hermano estudió teatro en la Facultad de Filosofía y Letras, con él me acerqué a la cultura, íbamos a conciertos de Joan Manuel Serrat, de jazz, a Bellas Artes.
«Fui de la primera generación de Bachilleres que tuvo acceso a la UNAM, presenté el examen y lo pasé», rememora, pero siguió trabajando en la agencia de turismo, a medio turno, vendía viajes a Europa para mochileros, y trabajaba con una organización internacional llamada Albergues Juveniles.
Cuando concluyó la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, el dueño de la agencia la despidió para que se ocupara de su profesión, «fue muy duro, me quedé sin trabajo para apoyar a mi madre, que ya era mayor y dependía de mi».
La maestra Robles se casó hace 40 años con Héctor Lugo, ingeniero industrial de UPIICSA del Instituto Politénico Nacional, tiene dos hijos: Oriana, de 35 años, diseñadora gráfica e Iván, de 26 años, Linguista de la UAM.
La UNAM en su corazón
Francisca Robles entró a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1978, ella reconoce: «Tuve excelentes maestros y maestras, son mis referentes en la academia, ellos me sirvieron de modelo por su compromiso con los alumnos y con el apredizaje». Reflexiona: «creo que desde que ingresé, mi vida y mi corazón han estado cohesionados con mis maestros y mis alumnos.
Mi carrera docente se inició en 1985 con el maestro Sergio Montero, con él realicé el Servicio Social y la Tesis de Licenciatura. Llevaba cinco años haciendo la revista de la Cámara Nacional de la Industria de Artes Gráficas (Canagraf), y él me dijo: haz una guía práctica para hacer revistas, incluye todos los procesos editoriales.
En esa etapa me relacioné con la maestra Lourdes Romero, ella me había dado clases y era la Coordinadora Académica de la Facultad, me preguntó si quería dar clases porque la maestra Lucía Chávez Rivadeneyra buscaba quien la apoyara, daba Periodismo y Literatura. Ella había asistido al maestro Fedro Guillén. Empecé a ser ayudante de Sergio, luego de Lucía…
En 1987 llegó mi titulación, Juan Diego, un amigo que trabajaba en el Sistema de Universidad Abierta (SUA), fue a felicitarme y me dijo: están contratando maestros para el SUA. Solicitó empleo y le dieron el Taller de Redacción.
«Inventé mi propia filosofía: mi objetivo, que los alumnos logren sus metas, la vida me puso ahí para brindarles apoyo. No soy capaz de destruirle la vida a nadie. ‘Me considero una mujer fácil’, bromea, soy una facilitadora, la vida me puso ahí para ayudar a los alumnos. Soy mística, lo que recibo lo doy, creo que la magia de la vida está en eso, no puedes estar sólo dando, te vacías; no puedes solo estar recibiendo, te llenas», filosofa y agrega:
«El mejor piropo que me han dedicado es el de una alumna que me dijo: ‘Maestra, usted no me tituló, usted me cambió la vida, ya hice un doctorado, ya estudié en el extranjero’. Mi labor es de correspondencia con la vida, mucha gente me ayudó a crecer, cambiaron mi vida, ellos ya no están para agradecerles lo que me dieron, pero están los que me necesitan, pago una deuda con la vida.
Sus fortalezas –dice– son sus alumnos. Todos ellos son destacados, y también hay quienes han ganado premios de periodismo. En los medios de comunicación la fama es circunstancial, estuviste en el lugar y el momento adecuados y por eso brillas, asegura.
«¿Que te mencione a un premiado reciente? Bueno, anoche me habló Jorge Andrea para comunicarme que le dieron el Premio Nacional de Periodismo del diario Crónica 2024, Andrea es un joven que me contó sus aspiraciones: ‘quiero hacer periodismo literario’, lo asesoré en su tesis, y está brillando».
Titulación en ANPERT
La Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) fue la primera organización que bajo la presidencia de Leopoldo Mendívil Chavarría, en 2008, logró la titulación de periodistas por experiencia, con base en el Acuerdo 286, celebrado con la SEP.
Los requisitos fueron: un examen general de conocimientos; una entrevista, evidencias del trabajo periodístico realizado y contar con certificado de preparatoria o licenciatura trunca.
Rememora la maestra Robles: «don Polo me llamó para que preparara a los socios interesados en titularse mediante un procedimiento coordinado por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Les solicité la temática del examen, me entregaron una guía, y con ella trabajé varios sábados con los interesados… nos reuníamos donde se pudiera».
Polo Mendívil, periodista de primera línea tenía estudios de licenciado en Derecho, recordó la maestra Robles, y entre sus evidencias conservaba la nota de cuando cubrió la llegada del hombre a la luna, como reportero de El Heraldo de México, fue el primer diario a color, pero la nota casi ya no se veía, la tuvo que buscar digitalizada en la Hemeroteca Nacional. «Fue un orgullo y una satisfacción apoyar a don Polo y a los 17 o 18 periodistas de ANPERT en su titulación, pero no fue fácil, el procedimiento fue muy laborioso y difícil».
Ha sido la asesora favorita de periodistas que la han buscado directamente para cumplir con el rito de la titulación. La lista es enorme. Resume: «Se acercan con mucha información y yo les doy la formación».
La gloria no basta
–Amo a la UNAM, mi alma mater, explica, pero como maestra de asignatura, debes buscar otros ingresos, por eso desde que comencé a ser docente busqué ampliar mi actividad a otras escuelas de comunicación, como la Escuela de Periodismo y Artes, Radio y Televisión, del ya desaparecido periodista Guillermo Pérez Verduzco.
En la escuela de «El Toby», como era conocido el reportero de Televisa en los tiempos de Jacobo Zabludowsky, duró 30 años, le tocaron rectores como el escritor Rafael Solana y el periodista Ricardo Rocha, ambos ya fallecidos. Logró titular a más de 200 alumnos; y a 100 más en Comunicación Organizacional en la Universidad Americana de Acapulco, institución incorporada a la SEP.
La maestra Francisca Robles tiene una vasta carrera como conferencista e investigadora docente. Sus principios y valores son los universales, considera que el periodista debe apegarse a Códigos de Ética.
Hace ocho años sufrió un infarto masivo, en junio de 2016. Su estado de salud fue grave, sus exalumnos y amigos por cientos preguntaban por ella en las redes sociales, Oriana, su hija, daba el parte médico. Su amiga y colega Elvira Hernández Carballido, se trasladó de Pachuca, Hidalgo, a la CDMX, para acompañarla durante su convalecencia en el hospital Siglo XXI del IMSS.
Una vez que salió de Terapia Intensiva, Hernández Carballido publicó en su columna Meditaciones de Mujeres.Net, una alegoría fraterna, titulada: Francisca Robles y su Alma de Acero, inspirada en su canción favorita, escrita por José Alfredo Jiménez.
«…Tú ya conoces mi vida
a veces me ando cayendo
y el orgullo me levanta
nací con alma de acero…
Sobre el alta médica, en julio de 2016, su colega Elvira, dijo: «Volverás a mirar tu cuadro de Tenango de Doria, tus hadas y tus espejos de la buena suerte. Las plantas que heredaste de tu madre, florecen enloquecidas de alegría…Te esperamos cómplices, las tesis tendrán solamente tu bendición mientras regresas, mientras te fortaleces, mientras ese corazón vuelve a latir al compás de tu sangre azul y tu piel dorada».
Francisca Robles se repuso y sigue con su actividad de titulación en la UNAM, donde se le puede ubicar en la cafetería de la FCPS los sábados cada 15 días. Vive con el 40% del corazón: «No estoy enferma, sólo me canso más rápído», precisa, y para cerrar este retrato de una mujer mexicana memorable retomo una frase de lo escrito por Hernández Carballido: «Hay Francisca Robles para rato, su corazón tiene alma de acero».