De norte a sur
***Serie de 10 retratos breves dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura.
Al margen de su ideología política, todas ellas fueron y son congruentes con principios y valores inspiradores. Algunas alcanzaron la fama que trascendió a su tiempo, pero otras ameritan hacerse visibles para ser reconocidas y recordadas por su vida singular y sus valiosas aportaciones.
Blanca Garduño Pulido, Historiadora del arte y promotora cultural
Blanca Garduño es la mujer mexicana memorable que ha dedicado especiales esfuerzos de su vida profesional como historiadora del arte y promotora cultural a la consolidación de dos figuras principales de la plástica mexicana: Diego Rivera y Frida Kahlo, y aprovechando el camino que le abrió ser la directora fundadora del Museo Estudio dedicado a la pareja de pintores, con visión y talento ha abierto nuevos protocolos para los estudios y la promoción culturales.
En la casa construida por Juan O’Gorman en San Ángel, a principios del Siglo XX, sembró las raíces de su propia historia. Sin dudarlo, a los 38 años, aceptó la oportunidad, y marcó pautas de nuevas rutas de investigación al decidir levantar papelitos de servilleta o papel higiénico con escritos de puño y letra, como pruebas documentales de hechos históricos, indispensables para reconstruir la grandeza de personajes.
Para dar frutos novedosos, como directora del Museo estudio Diego Rivera, Blanca Garduño aceptó incursionar en una gran variedad de actividades culturales, incluso realizar subastas de obras de artistas extranjeras, como las 80 de Anastasia Grieg (1923-1987), donadas por el embajador noruego en beneficio de la madre Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la Paz en 1971, quien, de visita en México, pidió derivar los recursos a la atención de niños con cáncer en Tijuana.
Las investigaciones de Blanca Garduño sobre mujeres abarcó diferentes ámbitos, inclusive realizó el programa Mujer Casos de la Vida real, en coproducción con el INBA y XEW Radio, siendo junto a Silvia Pinal, las conductoras. Ella anunciaba el Museo estudio Diego Rivera. Fue el programa radiofónico precursor de Mujeres Casos de la Vida Real, de Televisa.
Bueno, hasta Madona visitió el Museo Casa estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Blanca Garduño relató que la popular cantante estadounidense llegó con una pañoleta en la cabeza, la reconoció y le dio una visita guiada. Esto, en 1992.
Luego le invitó un Martini en el Restaurante San Ángel Inn, a unos pasos del museo, pero no contaba con que en ese lugar había reglas de vestimenta, por lo que le dijeron que no podía entrar su acompañante porque llevaba mallas, así que la artista, con ingenio, se las quitó y entró en blusa y saco, con las piernas descubiertas. En ese restaurante, por regla, las mujeres no podían ingresar vestidas con pantalones. A partir de este hecho, y al saber la identidad de la atrevida que se había despojado de las mallas, las reglas cambiaron.
¿Quién es Blanca Garduño
Esta mujer de enormes ojos verdes, hablar fácil y entusiasta, relata: «Nací el 17 de abril de 1948, soy una mujer inquieta, que se distingue por traer una lupa en la mano, porque tengo autorización para criticar todo lo que se atraviese en mi línea de horizonte, de cielo a tierra y de tierra a cielo; me gusta observar, platicar con la gente, saber quiénes son, de dónde vienen».
Señala que «esto no se da gratis, para mí, infancia es destino», parafraseando al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Relata que su papá fue el ingeniero químico Luis Manuel Garduño y Garduño, nacido en el Distrito Federal, y su mamá Guadalupe Pulido Cermeño, nacida casualmente en Minatitlán, Veracruz, pero su origen es Matías Romero, Oaxaca.
Se conocieron cuando ambos laboraban en la planta de Cementos Cruz Azul en Lagunas, Oaxaca, en un ambiente de piedras, tierra y cemento; ella era secretaria. Debió impactarlo su belleza del trópico, «siempre peinada y arreglada, era guapérrima; le ganaba a María Félix», asegura.
Blanca abrevó de sus padres: «Mi mamá nació en 1927, mi papá en 1920. Ella vestía a la usanza del trópico: atuendos escotados, ligeros, sin hombros, con flores en el cabello. La distinguían la alegría y bravura para enfrentar la vida, y las críticas se suscitaban por su forma de vestir y de hablar con el lenguaje florido de los veracruzanos, en especial en la conservadora familia paterna».
Mi papá era «religioso, católico, apostólico y romano»; hacía magia en el laboratorio químico, con líquidos de colores provocaba explosiones para obtener piedras». Echaba a volar la imaginación de ella y sus cuatro hermanos, leyéndoles cada noche cuentos fantásticos: «Nos decía: siéntense en este tapete porque vamos a volar».
La niña Blanca Garduño pasó sus primeros años infantiles en la casa ubicada en las laderas de un cerro, residencia asignada a su padre como funcionario y fundador de la fábrica de Cementos Apasco, en Apaxco, Estado de México. «Ahí viví, jugaba en el monte, entre cuetes y cohetones de las explosiones para extraer las piedras del cemento».
Hace añoranzas: «Mi cordón umbilical fue el ferrocarril. En esas máquinas que echaban vapor y fogonazos y hacían un ruido bárbaro transitábamos de Apaxco al Distrito Federal. Íbamos a visitar a la familia paterna y a comprar provisiones». Cuando tuvo que ingresar a la primaria, ella y sus cuatro hermanos menores, tres mujeres y un hombre, tuvieron que dejar Apaxco.
«Mi papá se quedó por allá, así que entre los años 50-54 mi mamá se convirtió en una mujer increíble: manejaba su coche e íbamos a visitarlo los fines de semana. Hacía de 4 a 5 horas de Indios Verdes al pueblo de Apaxco. Los conductores, principalmente camioneros, le chiflaban cuando la veían, la cuidaban y, de ser necesario, la auxiliaban en carretera».
Rememora: «Mientras la familia de mi papá era recatada, elegante, provenía del siglo 21; las mujeres usaban cuellos altos y mangas largas. Mi mamá era totalmente diferente, muy libre, Ella usaba pantalones, cuando las mujeres no los vestían. Por ser diferente la agredían mucho, pero ella no se dejaba…
«Infancia es destino porque mi papá fue quien me despertó el hábito de la lectura y de echar a volar la imaginación desde la niñez. Yo sigo inventando… De mi mamá tengo el ser atrevida y audaz; ella cantaba y bailaba. Yo no lo hago profesionalmente, bailaba y mucho, en fiestas, pero mis hijas y nietas, sí. De ella heredé el gusto por la música y ellas heredaron el canto y el baile de su bisabuela».
De escuela de monjas a la UNAM, Decoración e Historia del Arte
La primaria, secundaria y preparatoria las cursó en el Colegio Guadalupe de monjas benedictinas liberales, ubicado en la colonia Lindavista al norte de la capital, con «maestras increíbles, pero yo las cuestionaba. Autorizaron que entrara muy chiquita. Viví muy feliz mi infancia; como hija mayor, mis padres me pusieron todas las ganas», recuerda y ríe.
«Terminando, me fui a la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM; mi papá pegó el grito en el cielo, como ‘él era de la vela perpetua’ se preocupó cuando se enteró de que mis maestros eran Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Jorge L. Tamayo, personajes de izquierda-izquierda, muy aguerridos.»
Universitaria. Descubrió que las mujeres podían convivir con hombres, y no sólo eso, eran mayoría en la Facultad. «Fue un golpe ideológico. Mi compañero de generación fue, entre otros, Gerardo Estrada…
En la UNAM publicó su primer artículo; fue sobre la liberación femenina, se tituló El valor de una mujer, en el periódico Matutino de la FCPS.
Su padre no estaba de acuerdo, la cuestionaba:
— ¿Por qué vas a esa facultad?
— Voy a ser periodista cultural, le respondió.
— ¿Tanto estudiar para ser periodista cultural?, le reclamó.
Realmente, para su padre «el diablo estaba presente en la FCPS con maestros marxistas». Rememora que en 1966 le tocó una huelga en la que Ciencias Políticas logró la renuncia del doctor Ignacio Chavez como rector. En el 68, luego del Movimiento Estudiantil, dejó la UNAM: cedió a los temores de su padre.
Entró en la Escuela Técnica 55, Decoración de Interiores de la SEP, en Coyoacán, donde se preparó como decoradora de interiores y aparadores para diferentes despachos de arquitectos. Ahí conoció a un maestro que se convertiría en su esposo, el escultor Mario Rendón Lozano. Se casaron el 6 de diciembre de 1969. Están cumpliendo 55 años de casados.
Paralelamente, entre 1978-1979, fue becaria para estudiar un posgrado en Especialización de técnicas de mármol aplicadas al diseño de interiores y objetos decorativos, en Carrara, Italia, becada por el Instituto para el Mármol. «Eso me permitió investigar en todos los museos italianos la presencia del arte, de piso a techo». Obtuvo el primer Premio en Diseño de Objetos en esa ciudad italiana.
También estuvo en París y Londres, donde hizo cursos, visitó museos y asistió a conciertos. Lo que la fue preparando para entrar a la carrera de Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana.
El primer día de clases en la Ibero le preguntaron sobre sus metas, y les dijo: «Voy a ser directora de Museo de Arte Moderno… mis maestros tiraron la carcajada».
En la Ibero, obtuvo el mejor promedio de su generación, al egresar Javier Barros Valero, director del INBA, le dio la oportunidad de trabajar en el Museo Carrillo Gil. Luego realizó la maestría en Promoción y Desarrollo Cultural por la Universidad Autónoma de Coahuila.
La maestra Blanca Garduño cuenta con una amplia carrera como escritora y promotora cultural; ha desarrollado una actividad multifacética, que abarca desde la publicación de biografías de artistas visuales, pasando por montar proyectos de museología y museografía, diseño de eventos culturales, promoción de artistas y espectáculos, exposiciones…
Inicia su trayectoria como museóloga
Según la teoría de la sincronicidad las casualidades no existen, todo es producto de causalidades, como sea, Blanca Garduño cuenta cómo el terremoto del 19 de septiembre de 1985 cambió su vida:
«En 1985 laboraba en el Museo Carrillo Gil, luego del sismo, no había transporte, ni manera de cruzar Insurgentes y Reforma, yo vivía en la colonia Industrial, así que no pude llegar a la inauguración que haría el secretario de Educación Pública, Miguel González Avelar, de una exposición con 8 escultores que yo había organizado.
«Se enojó la directora del museo, Sylvia Pandolfi, porque no fui hasta dos días después. Pandolfi le pidió a Tere del Conde, directora de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) que me quitara del Museo, por lo que ella me comisionó para rescatar y crear museos en los estados de la República, empecé a aplicar todos los conocimientos adquiridos».
Teresa del Conde, me comunica que trabajaría en la curaduría de obra de Diego Rivera, colección de Rafael Coronel, yerno de Rivera, con Raquel Tibol, crítica de arte de origen argentino después nacionalizada mexicana, y aprendí de su rigor como trabajadora del arte.
Directora fundadora del Museo Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo
Hace 38 años, un 8 de diciembre de 1986, debió celebrarse la inauguración del Museo Estudio Diego Rivera para conmemorar el centenario del natalicio del muralista guanajuatense. Por razones de agenda presidencial de Miguel de la Madrid, el acto se trasladó al 16 de diciembre.
Recuerda Blanca Garduño que llegó al Museo Diego Rivera, «en el nervio total, pues unos meses antes de su centenario, Detroit había pedido todos los Diegos –cuadros del pintor–para celebrar los 100 años de su natalicio.»
Javier Barros Valero, director del Instituto Nacional de Bellas Artes «se preguntaba qué íbamos a hacer nosotros para celebrarlo. Me pongo a estudiar los apuntes que hizo Diego Rivera sobre el Museo Anahuacalli, junto con Tibol organizamos una exposición con 100 bocetos de Diego pero la gente no quería ver dibujos, deseaba ver los grandes cuadros icónicos de Rivera, los conocidos llenos de alcatraces».
Evoca: «Le digo a Tere del Conde que allá arriba, en San Angel, está una casa de Diego Rivera abandonada, y no hay nada para abrir el centenario. Le vuelvo a decir, coméntale a Barros Valero que esta casa es un museo del sitio, dile que están todos los tiliches de Diego, y si acepta, la organizamos y abrimos al público el 8 de diciembre.
«Me proponen quedarme de encargada, les digo: ‘si no me hacen directora, mejor sigo viajando, no me van a amarrar una pata al escritorio’. Aceptan y me piden hacer un Plan de Trabajo para el rescate. Ya nombrada directora comienzo pala en mano a desenterrar la casa, quitándole metro y medio de tierra acumulada a causa de deslaves.
«Los del Cenidiap –Centro Nacional de Investigación Documentación e Información de Artes Plásticas–, que habitaban en el sótano, son migrados a la Casa Azul de Frida. Luego de la limpieza, empiezo el rescate de los archivos de la casa de Diego, a clasificar papelitos, objetos, ropa, todo».
Fue un momento histórico, define Blanca Garduño, quien sigue narrando: «había que buscar qué decir, luego de que las grandes plumas y las grandes voces habían dicho todo de Diego Rivera. Tibol era la más reciente, Jorge Juan Crespo de la Serna, Jorge Alberto Manrique, Teresa del Conde entre muchos otros».
Su proyecto fue montar un museo del sitio, los escépticos le decían: «pero Blanca a nadie le interesa ver los zapatos y la pistola de Diego, ellos quieren ver cuadros». Ella decidió buscar cuadros para la inauguración.
Y encontró tres: el de Silvia Pinal, el de Elisa Saldívar de Gutiérrez Roldán, y el autoretrato del niño Diego Rivera, conocido como El niño del Sputnik, del embajador Madero, quien había hecho una grilla política con Barros Valero y Lola Olmedo.»
Blanca Garduño recuerda aquella fecha, el 16 de diciembre de 1986, como el día en que se pudo efectuar con gran dignidad el acto solemne de la apertura del Museo Estudio de Diego Rivera dentro del centenario de su natalicio, con la asistencia del presidente Miguel de la Madrid, el secretario de Educación Pública, Miguel González Avelar y Javier Barros Valero, director del INBA.
Posaron junto a sus cuadros las modelos del maestro, aún bellísimas Silvia Pinal y Eliza Saldívar, asistieron: Guadalupe Rivera Marín, hija del pintor y Guadalupe Marín; Dolores Olmedo, principal coleccionista y promotora de la obras de Rivera y Kahlo, y la pintora Rina Lazo, ayudante del muralista, entre otros.
Pero la nota curiosa, la pusieron las mujeres de Diego. Blanca Garduño reconstruye la escena: «como el Estado Mayor ya había tomado posesión del espacio, a la entrada del museo estaban de un lado Guadalupe Rivera Marín, del otro Lola Olmedo, y en medio la pintora Rina Lazo, discípula de Diego Rivera y otras pintoras seguidoras de Diego, el dialogo fue así:
–Y tú Lola ¿qué haces aquí, si solo has estado mercantilizando la obra de mi padre?, le cuestionó Lupe Rivera.
–¿Y tú? Siendo la hija de Diego Rivera jamás le has puesto interés, sólo quieres dinero por la obra de tu padre, contestó Lola.
— A ver ustedes dos: ni Lupe Rivera atiende a su papá y Lola sólo mantiene encerrada la obra de Frida Kahlo, intervino Rina Lazo. Su comentario apoyado por las pintoras seguidoras de Diego.
El día de la inauguración, rememora Blanca, Barros Valero les decía: «mujeres ya cálmense, viene el presidente. Pero la confrontación siguió más de un mes, continuaron las piedras verbales entre los tres frentes, el pleito se ventiló profusamente en la prensa nacional y en algunos diarios fue nota de primera plana».
De basura se creó un archivo y surgieron decenas de obras inéditas
Motivada por el atrevimiento de haber inaugurado el museo estudio con la obra que no había salido de México, la maestra Blanca Garduño continuó en su labor de difusión cultural, incansable, apasionada.
Relata cómo empezó a abordar personajes satélites y a organizar la basura que habían dejado en la casa: «Rescaté pinceles viejos, pinturas usadas y obra de Rafael Coronel, yerno de Diego, de la arquitecta Ruth Rivera Marín, hija menor de Rivera».
Rescaté obra de pequeño formato de la pintora e ilustradora rusa Angelina Beloff, con ella, se inició el programa de exposiciones del nuevo museo; ella fue su primera esposa y el sostén de la pareja mientras el joven pintor sólo pintaba». Trabajó con grandes investigadores, como Olivier Debroise, que escribió el libro Diego de Montparnasse, sobre la estancia de Diego en París.
«Encontré obra de Angelina y le propuse a Olivier que hiciéramos la exposición de Angelina Beloff, ilustradora, porque fue el trabajo que les dio de comer a ella y a Diego… aun así, se les muere el hijo a los 14 meses de nacido por hambre y por frío. El único hijo varón que tuvo Diego Rivera, lo tuvo que enterrar».
Las historias se suscitan una tras otra en la narración de la historiadora del arte dedicada a la promoción del muralista mexicano y de Frida como artista universal.
«La arquitectura de Juan O’Gorman de la casa estudio nos exigió obras de pequeño formato para poder exhibirlas. Angelina Beloff me abrió la puerta. Comencé con la exposición dedicada a ella. Luego me encontré a un sobrino de Vita, amiga de Angelina, quien poseía una serie de grabados.
«Eso motivó que Dolores Olmedo contactara al sobrino de Vita y le comprara grabados, con los que abrió el Museo de la Noria en Tepepan, Xochimilco. Mi trabajo llamó la atención de doña Lola Olmedo, quien fue, por usos y costumbres, ama, dueña y señora de todo lo realizado por Diego Rivera y Frida Kahlo. Vamos bien, pensé.
«Y así me seguí; a lo largo de 15 años rescaté casi a 40 mujeres del anonimato. Otra mujer importante fue Nahui Ollin, una mujer de los tiempos modernos de la que pocos hablaban; sólo se le conocía como descocada, nadie la respetaba. La misoginia estaba encima de ella. Eso lo hice junto con Tomas Zurián, curador de esa muestra, amante y señor de Nahui Ollin. Propuse esa exposición y fue un rotundo éxito».
Al Museo de San Ángel se integra La Casa de Frida Kahlo
En 1986, el arquitecto Jesús González Vaquero le muestra a Blanca Garduño los bocetos de los planos originales de las casas de Diego y Frida en San Ángel, construidas por el arquitecto O’Gorman, previo a la inauguración del museo. Comprueban que se realizó la construcción para ser sede moderna y funcional para los dos artistas plásticos más importantes del siglo 20.
Decidió mostrárselos a Javier Barros Valero. Años más tarde en 1991, le mostré a Rafael Tovar y de Teresa los planos, fotografías y referencias bibliográficas de los años en que Frida Kahlo había habitado las casas gemelas de Altavista.
«Le pedí sólo 15 minutos en el puente que une ambas casas. Aceptó, le armé un paquete con los planos y le dije: Estás viendo la primera casa moderna del país», El arquitecto Juan O’Gorman había diseñado las dos casas, asignando espacios a Diego y Frida de acuerdo a sus físicos y su actividad.
En 1992 se cerró el museo, se remodeló y se reinauguró el Museo Casa Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo. El Cenidiap – nuevamente emigra hacia Churubusco.
La fridomanía y la exposición Pasión por Frida
En 1992, otro gran rescate sumó Blanca Garduño a su labor incansable, que acabó por catapultar la ya de por sí imagen ascendente de Frida Kahlo en el mundo. Había reunido casi 300 objetos de los artistas que habían trabajado el tema de Frida Kahlo, por lo que llamó a Rafael Tovar y de Teresa para mostrárselos y pedirle su apoyo para montar una exposición que se llamaría Fridomanía, por eso de que sus alumnos eran conocidos como Los Fridos.
Blanca relata el momento: «Tovar y de Teresa llegó acompañado de Lola Olmedo. Ambos se asombraron cuando les mostré la iconografía. A Lola Olmedo no le gustó lo de Fridomanía, se le asemejó a Beatlemanía, dijo se podrían incluir objetos que aman a Frida y objetos que odian a Frida. Propuso que sería mejor Pasión por Frida, y se incluyeron 700 objetos, incluida pintura, cine, danza, películas...
«Esta muestra la llevé por todo el mundo por nueve años: en cada país me reunía con artistas que trabajaban el tema, en cada lugar la exposición fue creciendo, hacíamos actividades diferentes. En San Francisco llegaron 300 personas disfrazadas de Frida. Y así, en muchos países, se convirtió en un boom mundial».
Luego vino la visita de la cantante Madonna al museo de San Ángel, su presencia cambió las reglas del restaurante San Ángel Inn al quitarse los mallones para entrar sin violar las reglas de vestimenta. Madonna se interesó por la obra de Frida, hizo un show dedicado a la pintora mexicana, con corazones.
Y una confesión: «Lupe Rivera Marín agarró odio a Frida. Llegó a decir que ahora resulta que Frida era más importante que Diego Rivera». Blanca Garduño afirma convencida: «Para mí, Diego es el pintor más importante de México, junto con los muralistas David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Rufino Tamayo.»
Colima y la familia
Luego de los 15 años como directora del Museo Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo (1986-2001), Blanca Garduño se ha dedicado a coordinar y editar alrededor de 250 publicaciones. lncursionó en el servicio público en el Instituto Nacional de las Mujeres en la ciudad de México, entre otras actividades.
Desde hace 18 años radica en Colima, donde continúa sus investigaciones sobre artistas visuales que viven en esa entidad, incluidos Diego Rivera y Frida Kahlo, quienes dejaron huella de su paso por esa entidad.
Es miembro de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos (SCEH), socia fundadora de la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México (SODETAM) y miembro de la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores (ACPE), entre otras.
Se casó, hace 55 años, con el escultor Mario Rendón Lozano, a quien conoció como profesor en la Escuela de Decoración de Interiores. Procrearon dos hijas: Claudia e Isolda Rendón Garduño. Isolda tiene cuatro hijas:Yamila, Sara Victoria, Naitsabé y Leitsa y es etnohistoriadora y bailarina profesional, docente de danza en la Universidad de Colima. Mientras que Claudia es arquitecta, casada con un arquitecto. Viven en Texas y tienen dos hijos: Darío y Branco.
— ¿Su legado?
Blanca Garduño afirma: «Hice las cosas con amor, con pasión como historiadora del arte y aporté nuevas propuestas.»