
De norte a sur
El Holocausto Mexicano
El horror que vive México dio la vuelta al mundo.
Las imágenes sobrecogieron no sólo a los espectadores de nuestro país, sino que erizaron la piel de cuantos las vieron en toda la tierra.
Los televidentes revivieron las brutales imágenes de los campos de concentración nazis, que se creyeron enterradas en el pasado.
Pero no es así, esta realidad que nos abofetea la cara existe en México.
Las pilas de zapatos, de girones de ropa, de mochilas, encontradas hace poco en un rancho de Jalisco, junto a restos y cenizas humanas, trajeron a la memoria del imaginario colectivo la masacre de las hordas de Hitler cometidas en contra de iudíos y de otras etnias.
Los campos de concentración representan la peor muestra de barbarie que puede cometer una persona que tiene poder, en contra de otra, a quien captura, somete y tortura hasta asesinarla y, finalmente, incinerarla para desaparecer todo vestigio de que algún día existió.
Eso es lo que hicieron las tropas alemanas, cuando Adolfo Hitler, en el colmo de su locura, de su delirante enfermedad de poder, ordenó lo que él llamó “la solución final” para acabar con los miles de judíos atrapados en los centros de exterminio.
Los campos de concentración de Auschwitz/Birkenau, Dachau, Treblinka y otros más, se convirtieron en parajes del horror.
Las estelas de humo de los hornos crematorios que podían observarse a kilómetros de distancia, daban cuenta de la barbarie cometida en esas auténticas sucursales del infierno.
Pero no sólo en la Alemania Nazi y en los países controlados por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, se establecieron campos de muerte.
En la Guerra de Los Balcanes que provocó finalmente la desaparición de la antigua Yugoeslavia, también surgieron centros de exterminio.
Quien no recuerda que también durante la guerra de tribus en Ruanda, los que detentaban el poder crearon este tipo de centros para aniquilar a sus enemigos.
Y que tal en Vietnam y en el Congo, y en tantos lugares más y… en México, la realidad nos muestra un país que no quisiéramos tener de esa manera.
Esa ineludible y cruda realidad nos recuerda que en nuestro país no hay paz desde hace muchos años, por más que las autoridades traten de manipularlo con discursos.
El centro de exterminio localizado en un paraje cercano a Guadalajara, confirma que se mantiene el salvajismo de la violencia en tierras mexicanas.
El gobierno de Jalisco no ha dado la cara para explicar como van las investigaciones en torno al caso. Quizá porqué no tiene ninguna pesquisa contundente.
Aunque cayera todo el grupo completo de criminales que provocó la muerte de centenares de personas en el rancho de Teuchitlán, Jalisco, el daño ya es irreparable.
El caso también impacta de manera directa al gobierno federal, encabezado por Claudia Sheinbaum, afectado por la política de abrazos y no balazos de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador.
De hecho, Teuchitlán representa el ícono más acabado de que la política de inacción del Gobierno de AMLO sólo ocasionó que los delincuentes actuaran a sus anchas y con impunidad.
Teuchitlán es sinónimo de la violencia más extrema que prevalece en numerosas zonas del territorio. Se suma a los casos de desaparición forzada de Ayotzinapa, San Fernando, etcétera, etcétera, etcétera.
Son los campos de concentración en donde se perpetra el holocausto mexicano, son las zonas de la muerte, como las que hubo en Europa, en Ruanda, en el Congo, en la ex Yugoeslavia. Es el dolor que no cesa. Es el horror en nuestra patria.