
La decisión más global de la historia
Durante décadas, la educación con tintes militares ha sido símbolo de autoridad, orden y control. Interpretada en algunos sectores como una disciplina rígida para formar el carácter.
Bajo ese pretexto, desde internados privados hasta planteles públicos con orientación castrense han sobrevivido fuera del radar del Ejército, con métodos que suelen simular jurisdicción militar, aunque con excesos bajo el argumento de “es por el bien del muchacho”.
Aunque ese bien no puede surgir del abuso. No puede aprenderse respeto a través de la humillación. Ni se forma disciplina con tortura. Sin embargo, durante décadas ese esquema ha sido tolerado en academias que ofrecen la llamada “educación de alto rendimiento”, y en la práctica convierten el castigo en doctrina.
Hace 50 años, en México proliferaron los colegios de cadetes, escuelas con instrucción marcial, internados con reglas castrenses. Con la promesa de orden y dirección venía el castigo corporal rutinario, la humillación y aislamiento como parte del método.
En los años setenta y ochenta, estas prácticas apenas se cuestionaban. La noción de derechos humanos no había permeado la cultura institucional ni educativa. La disciplina era vista como antídoto frente a la desobediencia, y familias formadas bajo el autoritarismo posrevolucionario veían en esos colegios una salvación para hijos considerados “rebeldes”. Nadie hablaba de trauma ni de abuso.
¿Es posible construir ciudadanos íntegros bajo un régimen que aplasta la individualidad y normaliza la violencia?
Aunque la educación militarizada se ha transformado hacia la conservación de los derechos, todavía existen casos en los que se cae en excesos, como lo ocurrido en la escuela militarizada privada Ollín Cuauhtémoc, el pasado 25 de abril. Erick Torbellín, de 13 años, falleció en un campamento en Morelos. Los testimonios apuntan a maltratos disfrazados de entrenamiento.
No es un caso aislado. En el Centro de Estudios de Educación Militarizada en Sonora, un adolescente de 17 años fue agredido por sus compañeros, lo que derivó en una investigación judicial, y en el Instituto Militarizado de Nicolás Romero, Estado de México, entre 2024 y 2025 se documentaron torturas físicas y psicológicas contra menores de edad, quienes vivieron bajo un régimen de encierro y humillación.
La disciplina es necesaria, como lo es la organización de madres y padres de familia y la supervisión institucional. El esfuerzo sostenido, la perseverancia, capacidad de cumplir reglas son virtudes esenciales. Pero la línea con el sometimiento puede ser delgada, y cruzarla implica daños profundos que la ciudadanía puede prevenir frente a una mal entendida nostalgia por el imperturbable “soldadito de plomo” que no llora, no duda ni desobedece.