
Humo y consenso: la comunicación en su esplendor
La narrativa oficial de Estados Unidos sobre el combate al narcotráfico ha estado marcada por una constante: la externalización de la culpa.
Durante décadas, los discursos políticos y mediáticos han centrado la atención en cárteles latinoamericanos como la principal amenaza para la seguridad y salud pública estadounidense.
Esta perspectiva omite una realidad incómoda: la existencia y operación de redes de narcotráfico formadas y activas dentro de su propio territorio, una estrategia que invisibiliza fallas internas y enfoca la crítica en el exterior, lejos de las responsabilidades domésticas.
Esta semana, la Fiscal General de EU, Pam Bondi, anunció lo que describió como uno de los mayores decomisos de fentanilo en la historia de Estados Unidos. La operación culminó con la incautación de aproximadamente 420 kilogramos de esa droga —equivalente a 84 millones de dólares— y el arresto de 16 personas, incluido Heriberto Salazar Amaya, a quien vinculan con el cártel de Sinaloa, aunque no está confirmada esa conexión.
Este caso pone de relieve la presencia activa de redes de narcotráfico dentro de Estados Unidos. La operación se desarrolló en Oregón, Nuevo México, Arizona, Nevada y Utah.
La DEA ha reconocido en su Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas de 2024 que los cárteles foráneos dependen de colaboradores locales para operar dentro del territorio. Estas redes domésticas, muchas veces formadas por ciudadanos estadounidenses, son esenciales para la distribución y venta de drogas.
A pesar de estas evidencias, la narrativa del Presidente Donald Trump se enfoca en responsabilizar a otros países y, con el pretexto de ayudar, ofrecer intervención militar. Un tema sobre el cual la Presidenta Claudia Sheinbaum ha mostrado suavidad diplomática como firmeza para enfatizar los límites territoriales del combate al narcotráfico.
La operación anunciada por Bondi es un recordatorio de que el problema del no es exclusivo de actores extranjeros. Las redes de distribución y venta dentro de Estados Unidos son una parte integral del problema y deben ser abordadas con la misma seriedad. Ignorar esta realidad es permitir que el narcotráfico prospere dentro de las propias fronteras del país.
Una visión más completa y honesta implica reconocer y enfrentar las redes domésticas con la misma determinación con la que se combate —en la narrativa— a los cárteles extranjeros. Incluidos aquellos con denominación “made in USA”.