
Itinerario político
En la vida cotidiana y la configuración de lo colectivo, la defensa del espacio público representa una tarea compleja cuando se cierran las distancias entre lo permisible y lo ilegal.
Bajo esa lógica se puede entender la reciente recuperación de la Estela de Luz y del Monumento a la Madre, espacios que llegaron a representar avances en la normalización de uso lúdico del cannabis, aunque dejaron de ser sitios de expresión o tolerancia cuando se convirtieron en puntos de venta.
Toda tolerancia en el espacio público exige límites claros. La autoridad no ha negado la importancia de crear zonas donde el uso de cannabis pueda practicarse sin criminalización, pero también ha advertido sobre los riesgos de permitir que esos sitios sirvan de fachada para el comercio ilegal.
En palabras de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, el umbral es preciso: “Estos espacios son importantes, son tolerados, mientras no rebasen ciertos límites; el límite, ¿cuál es? la venta de cannabis o de droga, porque ya dejan de ser espacios de consumo, de libertad”.
Las cifras revelan una tendencia creciente para el consumo recreativo: la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), entre 2021 y 2024, registró 21 mil 064 solicitudes de permisos. Este número revela una ciudadanía más informada y con mayor interés por ejercer un derecho reconocido legalmente.
Ese mismo avance exige capacidad de distinguir entre el ejercicio legítimo del consumo personal y el aprovechamiento comercial que viola la ley. De ahí que las autoridades se preparen para intervenir puntos en las inmediaciones de las estaciones del Metro Hidalgo, Pino Suárez, el Senado y Avenida Juárez frente al Museo de Memoria y Tolerancia.
De acuerdo con las encuestas del INEGI, entre las conductas delictivas o antisociales más reportas está el consumo de droga en las inmediaciones de la vivienda de las personas, con un 49.3 por ciento, solo superada por la ingesta de alcohol con 63.1 por ciento.
En diferentes ciudades hay una tendencia a permitir el consumo en espacios públicos, aunque con estrictos controles o negativas respecto de la venta, como ocurre en Berlín, Praga o Ámsterdam.
El cuidado del espacio común es extensión de las libertades individuales bien entendidas en los límites de lo tolerado.