
Libros ayer y hoy
El circo del Senado
Considerado en el pasado como la parte seria del Legislativo, el Senado de la República, está convertido en un “circo”.
Por sus escaños desfilan payasos, trapecistas, malabaristas y todo tipo de personajes que se acostumbran en un circo de hasta tres pistas.
Y es que de ser conocido como un cementerio de elefantes, al que llegaban los políticos para concluir sus carreras, al Senado se le quiso dar mayor dinamismo, por lo que se bajó la edad reglamentaria a 25 años para poder formar parte de este lado del Poder Legislativo.
Se trataba de dotar de sangre joven al lugar que los griegos destinaron para los senectos, catalogados como los sabios del pueblo.
No ocurrió así, ni tampoco los jóvenes que ahora abundan en la Cámara de Senadores llegaron con las armas necesarias para rejuvenecer el debate y son pocos los que llegan a destacar.
Es cierto que existen algunas jóvenes mujeres que aprovechan el espacio para crear polémica y generar controversia, pero son rebasadas por aquellos que decidieron explorar en el Senado de la República nuevas formas de hacer política.
Los payasos abundan, los trapecistas son los más y apenas asoman unos cuantos senadores y senadores que guardan prudencia.
La estridencia es la mejor táctica ante la imposibilidad de ganar un debate. La elocuencia de los legisladores quedó atrás, las formas son distintas y los senadores y senadores se muestran muy contentos con ellas.
Esta nueva tónica de los legisladores da para todo y viene sacudiendo las conciencias de los senadores y senadoras, especialmente, desde hace tres legislaturas.
Ahora se aprecia el espectáculo con disfraces, con megáfonos, con la propia presidencia de la mesa directiva entrando en el juego de las descalificaciones y los amagos. Mujeres provocando a mujeres, hombres retando a hombres y héroes de capa y espada que defienden a su amada.
Nada parece saciar la necesidad de diversión de la mayoría de los personajes que conforman las fracciones parlamentarias.
Y es que precisamente del parlamentarismo se han olvidado casi todos y los debates se convierten en confrontaciones, acusaciones de todo tipo, amagos de llegar a los golpes y discusiones estériles que quedan asentadas en el Diario de los Debate, sin que dejen alguna sustancia digna de mencionarse.
En un pasado no tan lejano, era la Cámara de Diputados el escenario en que se desarrollaban los sainetes.
De ahí procedían, los empujones, las descalificaciones, los insultos (que debían ser borrados del Diario de los Debates), las denuncias y hasta la entrada a tropel de jinetes y caballos.
También de los billetes (falsos) que se le tiraban a un secretario compareciente y hasta aquella ocasión en que los soldados cortaron cartucho, para cerrar el paso de los diputados que querían entrar a revisar las urnas ahí acumuladas de una elección que se catalogaba como fraudulenta.
En la Cámara de Diputados parecían “chivos en cristalería” y en el Senado de la República, esos espectáculos no se presentaban, aunque ahora lo hacen al parejo y hasta parecen rebasar a la colegisladora.
La aprobación de nuevas leyes y reformas pasan a segundo término, primero está la diversión y luego el cumplimiento de sus deberes. Al fin que la aprobación es rápida y sin problemas y cuando no les alcanza recurren a los trapecistas para que el circo siga funcionando.
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El senador Cuauhtémoc Ochoa aprovechó el escenario de su boda en Hidalgo, el pasado fin de semana para manifestar su decisión de competir por la candidatura de MORENA al gobierno de Hidalgo.
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Ramón Zurita Sahagún