
Es Raphael Aquel en Netflix
Vivió 70 años y es el padre del surrealismo. Fue a la guerra y le tocó servir en hospitales psiquiátricos donde se dice que leyó a Freud. Convivió con las figuras de su época y, cuando vino a México, quedó bajo el amparo de Diego Rivera, quien lo presentó con Trotsky.
Murió en el reciente año de 1966; lo mató el asma y la torpeza de vivir en la punta de la nada. A su sepelio acudieron poco más de mil personas. Dicen que muchos eran adolescentes y que en el cercano 68 parisino la sombra del surrealista animaría las consignas callejeras del movimiento de mayo.
México está quebrado y no lo sabe. Hay una “ilusión monetaria de bienestar”. Mientras el país no tiene dinero para su vida diaria y debe recurrir a la deuda, la mayor parte de la población no lo ha notado. Las transferencias monetarias y las remesas sirven para esconder la derrota de la política económica y social del gobierno. Los números lo dicen: la pobreza extrema aumentó, el sistema de salud es una decepción, en las escuelas hay deserción, el empleo es insuficiente y la inflación causa alarma.
El régimen presume obras que son un fracaso y resulta increíble que se haya tomado la decisión de construirlas. Se ejecutaron por las fantasías de un hombre y sin contar con estudios profundos. El nuevo gobierno calla ante los elefantes blancos. Más allá de que el silencio lo convierte en cómplice, el problema apremiante es la sangría de recursos que no termina. No solo los costos se dispararon, ahora los proyectos “insignia” requieren subsidio y arrojan pérdidas.
Mexicana de Aviación, un capricho del orgullo, pierde 3.4 millones de pesos al día. En el mismo lapso y todo medido en millones: el Tren Maya pierde 7.2; el AIFA, 1.2; Comisión Federal de Electricidad, 743.9 y Pemex, 2,136. La suma solo de estos casos emblemáticos ronda el billón de pesos al año, monto que se cubre con deuda y cuya demanda no parece disminuir.
Breton causó, en su visita a México en 1938, un gran revuelo en el mundo intelectual. Lo acompañaba su esposa, Jacqueline Lamba; se alojó, primero, en el departamento de Lupe Marín y luego en la casa estudio de Diego y Frida. Tenía amigos en el país, entre ellos el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón y un atribulado veracruzano que años después se colgaría en el edificio de lo que hoy es la Universidad Pontificia; me refiero a Jorge Cuesta.
Solo desde Breton puedo observar la locura de Morena y sus proyectos idílicos. El poeta, dicen, nos dejó una frase que antes me parecía exagerada y ahora la asumo como conservadora: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo; México es el país más surrealista del mundo”.