
Mexicanos, los detenidos en Colima, responde García Harfuch a Bukele
¿Mala racha? ¿Estrés? Todas y todos atravesamos por malos momentos y no por ello vertimos enojo o frustración contra otras personas con palabras denotativas de racismo o clasismo. Simplemente, no hay excusa ante esas conductas.
Lo que está en juego no es una escena desafortunada ni una pérdida momentánea de control, sino la reproducción sistemática de un orden donde la asimetría social se ejerce con impunidad. La violencia racista y clasista es manifestación visible de un sistema jerarquizado que normaliza la sensación de superioridad de unas personas sobre otras, junto con su conducta consecuente de privilegio, desprecio y agresividad.
El viralizado caso de #LadyRacista ha vuelto a colocar el dedo en la llaga. Al policía que intentó inmovilizar su vehículo en la colonia Condesa lo llamó “negro”. Y ahora se sabe, antes ya había empleado vocablos racistas contra la vigilante del condominio donde vive, a quien se refirió como “gata”. Agente y guardia estoicos y ricos en tolerancia.
Las justificaciones, como las disculpas tardías, sobran. Nada pasa por accidente. No hay lapsus ni arranques de ira aislados. Hay reincidencia, arrogancia y una estructura mental profundamente racista y clasista expresada con fluidez, sin vergüenza y con la certeza —demasiado común en ciertas élites— de que no habrá consecuencias.
Este tipo de violencia verbal reproduce jerarquías, refuerza estigmas y naturaliza relaciones de poder desigual. En México, decir “gata” no solo busca humillar, sino marcar una distancia social y económica. Llamar “negro” como ofensa alude a siglos de construcción de un ideal de blanquitud como sinónimo de valor humano.
A pesar de su crudeza, la escena indigna, pero no sorprende. Porque de manera cotidiana se reproducen esas actitudes en oficinas, transportes, tiendas, condominios o redes sociales. “Naco”, “india”, “moreno”, “chacha”, “asalariado”. Cambian los términos, pero el mensaje es el mismo. Eso es lo estructural.
En ese contexto, la postura de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, cobra especial relevancia. Su llamado a construir una ciudad libre de racismo, clasismo, machismo, xenofobia y cualquier forma de discriminación es política central en la construcción de igualdad y justicia social.
La capital nacional ha sido vanguardia en inclusión, con políticas públicas capaces de desmontar sistemas de exclusión manifestados desde lo simbólico hasta lo institucional.
#LadyRacista está ahora en el centro, como hace nueve años lo fue #LordFerrari, quien tras un conflicto vial ordenó a su escolta bajar del auto y golpear al otro conductor. La narrativa es similar: privilegio, impunidad y desprecio de ladies y lores.
No hay justificación. Las palabras no salen solas de la boca. La reincidencia en el lenguaje clasista muestra ausencia de aprendizaje y remordimiento.
Aún hay mucho por hacer.