
Tras tormenta eléctrica, América truena a Xolos con 2 golazos
En el catálogo de la editorial Cal y Arena, que dirige Rafael Pérez Gay, hay un buen número de textos que son de mis favoritos. Hace unos días saqué del estante AMLO La construcción de un liderazgo fascinante del extinto Luis González de Alba. Se trata del seguimiento que durante seis años hizo en sus columnas al jefe de gobierno del Distrito Federal y luego candidato a la presidencia en 2006.
Del libro, un párrafo que traigo a cuenta: “‘contra la inseguridad, reforma económica: AMLO’, así cabeceó Milenio el lento, lerdo, pausado y plomizo discurso del jefe de gobierno del DF, quien ‘aseguró que no es posible combatir a la delincuencia si antes no se modifica el modelo económico mexicano’. O sea que el hampa está causada por la economía; eso significa que son los pobres los que asaltan, violan y secuestran; que al crimen se llega por hambre, eso predica el alcalde del DF”.
Fuera de los años de la Revolución, con López Obrador vivimos el sexenio más violento en la historia del país y las cifras no dejan duda: durante esa gestión se asesinaron a 200 mil personas y el crimen se adueñó de buena parte del territorio. Incluso es evidente que el nuevo gobierno enfrenta la inseguridad con una nueva estrategia, la que no hay duda, funcionaría mejor si la jefa del Estado no tuviera que sostener las inútiles y pesadas herencias que recibió de su compañero de partido.
En la forma de gobernar del tabasqueño encontramos una peculiar inclinación para resolver los problemas públicos mediante acciones alejadas de lo que recomienda la ciencia o la simple lógica. Con votaciones a mano alzada, igual se suspendían obras que justificaban disparates.
Es claro que las transferencias económicas, por cierto, una propuesta neoliberal, mejoran el ingreso de una persona o familia y que esto los puede llevar a tener una mejor condición de vida, pero también es evidente que, por su monto, unos 800 mil millones de pesos al año, generan un estrés presupuestal importante. Por otro lado, no obstante que partidos de oposición, como el PRI, respaldaron la inclusión de “los programas sociales” en la Constitución, el gobierno los usa en una narrativa política destinada a sacar “raja” electoral.
Como todos sabemos, los programas sociales están en su máximo posible y la paz no llega. Esto se debe a que la pobreza no es la causa de la creciente criminalidad, como gustaba machacar “ya saben quién”. El fenómeno delictivo es complejo y no se resuelve con ocurrencias, y eso queda demostrado cuando vemos la crisis que atraviesa el país.
Luis González de Alba, al respecto de esa falsa creencia, nos dice: “Estamos ante una típica argumentación simplona de la más torpe ultraderecha yunquista, que López vuelve suya y ni suda ni se abochorna”.