MÉXICO, DF., 18 de septiembre de 2014.- Para quien lo sobrevivió es un día inolvidable, de indeleble recuerdo, doloroso a más no decir. La fecha, cual letra labrada en epitafio no se borra: 19 de septiembre de 1985. De esto hace ya 29 años y parece que fue ayer.
Ese día, a las 7:19 de la mañana, la ciudad de México sucumbió, para después levantarse, de un terremoto de una magnitud de 8.1 en la escala de Ritcher, con epicentro en el Pacífico mexicano, cerca de la desembocadura del Río Balsas, en las costas de Michoacán, a 15 kilómetros de profundidad bajo la corteza terrestre, rezan los datos oficiales.
Todos los que vivimos esa fecha tenemos una historia, o varias, que contar. Algunas, la mayoría, nos hablan de muerte, dolor, tristeza, corrupción, miseria humana, pero también las hay de gallardía, de héroes anónimos, de una gran solidaridad.
El fenómeno también afectó Michoacán, Guerrero, Colima, Jalisco, con destrucción de casas, algunas inundaciones en los pueblos costeros, pero el gran daño fue en la ciudad capital, donde además de las pérdidas humanas, cientos, miles, y la destrucción de innumerables edificios, afloró la corrupción de funcionarios al utilizar materiales inadecuados en la construcción de inmuebles. Se destapó también la vileza humana de quienes contrataban a costureras por sueldos miserables y jornadas inhumanas, debido a que el edificio donde trabajaban se derrumbó y varias de ellas perecieron.
En el DF, las colonias Tlaltelolco, Centro, Doctores, Roma y Obrera fue donde se presentó el mayor nivel de destrucción.
Ése día dormí en casa de una amiga. A las 7:19 sentimos un leve temblor, precedido por el maullar –minutos antes– de sus gatos, que se treparon a la cama. No le dimos importancia:en la zona en que ella vivía no hubo repercusiones mayores.
Minutos después yo puse café y ella preparaba el desayuno. Prendí la televisión e Imevisión, en voz de la reportera Judith Álamo, daba la noticia, informaba a Pedro Ferriz Santacruz del terremoto de proporciones considerables, le narraba del derrumbe de edificios en la Roma Sur. Varios en la calle de Tehuantepec ya no existen: se cayeron. Voy al Centro Médico… En la pantalla , el rostro asombrado de Ferriz, mandando a corte.
Minutos después, yo ya en mi carro rumbo al diario Unomásuno, vi que la vialidad estaba rápida. Encendí la radio:
–Necesitamos sangre tipo A. en la colonia Roma… En la Doctores se han derrumbado edificios…
Tlaltelolco es zona de desastre… Es necesaria la presencia de doctores…
La llegada al diario fue rápida. Ahí, el entonces jefe de información Luis Gutiérrez no atinaba qué hacer. Mi amigo, el reportero Juan Pablo Becerra Acosta y yo, intercambiamos miradas:
–Vámonos a la calle, le dije y en mi auto empezamos el recorrido. Imágenes propias de un bombardeo nos esperaban en avenida Insurgentes y Álvaro Obregón. Gente alucinada corría, gritaba. En ese momento, estacionamos el auto y Juan se fue rumbo a la colonia Roma y yo me fui caminando sobre Insurgentes.
Nunca se sabrá el número exacto de víctimas. La ayuda internacional fue rechazada en un inicio por el presidente Miguel de la Madrid, quien por cierto aparece –chamarra negra, flanqueado por el entonces regente Ramón Aguirre al lado– en la única fotografía tomada aquél día por el entonces reportero Jorge Iglesias, quien en bicicleta hacía un recorrido. Lo fotografió como si estuviera en babia, sin saber qué hacer, rodeado de sus guardaespaldas. Siempre lejano a la gente, a los problemas sociales del país.
Durante la caminata sobre Insurgentes, cuadrillas de ciudadanos ya realizaban labores de auxilio. A mano pelada levantamos piedras para rescatar o tratar de hacerlo agente que gemía bajo los escombros. Sacamos a varios. Las lágrimas, las órdenes dadas por pura intuición, el sudor, la desesperación. Rabia y coraje, fundidos en un solo sentimiento. Y los bravos, los aplausos los abrazos cuando alguien salía de entre los edificios derrumbados.
Imágenes: Un edificio de 10 pisos convertido en un amasijo de unos 10 metros, guardando equilibrio milagrosamente. Un perro corriendo con algo que parecía un brazo humano. Una madre abrazando el cadáver de su niño de meses, con la mirada alucinada y tratando de ser consolada por un hombre, su marido, quizás. Un grupo de niños, acuclillados en torno a un cuerpo que podría ser el de su hermano. Gritos, gemidos, llantos. Ulular de sirenas. Desorden con una gran muestra de solidaridad… Inicio de una conciencia social colectiva: ayudar a cómo diera lugar.
Imágenes: El tenor Plácido Domingo, en mangas de camisa rescatando gente en el edificio Nuevo León, en Tlatelolco. Actitudes diversas de los soldados: unos vigilantes, otros en actos de rapiña. Los rescatistas, entre ellos uno que se significó por su habilidad por escabullirse entre los escombros- Los perros. Gente rescatada viva entre los derrumbes hasta diez días después de ocurrido el sismo. La ayuda internacional de otros países. Y más dolor, más llanto y más solidaridad, que duró varios días después de la hecatombe.
El gobierno reportó, en su momento, el fallecimiento de entre 6 y 7 mil personas aunque hay fuentes que aseguran que la cifra rebasó los 40 mil muertos. El estadio de béisbol del Seguro Social –ya desaparecido– se usó para acomodar y reconocer cadáveres. Se usaba hielo para retrasar la descomposición. Las estructuras destruidas fueron 30 mil y con daños parciales 68 mil. Una barbaridad.
Imágenes: Destrucción de nosocomios como el Hospital Juárez, Hospital General y el Centro Médico Nacional, de donde se rescató a cerca de 2 mil personas, quienes quedaron atrapadas, entre ellos, los bebés a quienes se les conoció como «los niños del temblor» o «los niños milagro». En Tlatelolco se derrumbaron los edificios Nuevo León y Juárez, en Televicentro (ahora Televisa Chapultepec ) hubo desplomes parciales y varias personas fallecieron. La fábrica de costura en San Antonio Abad (en la cual murieron varias trabajadoras), y las ruinas de lo que fue el lujoso Hotel Regis, en la Alameda Central.
Numeralia para la historia: tantos muertos, tantos lesionados, tantas lágrimas, tanto dolor acumulado. Tantos edificios caídos, tanta corrupción…
El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19, México cambió… aunque fuera en parte. La solidaridad, el compañerismo, el unirse, brazo con brazo, sin importar clase social fue fundamental. Ojalá en el presente esto resurja, que la conciencia ciudadana, no se nos olvide, es parte imprescindible para la construcción de un mejor país.