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MEXICO, DF, 27 de febrero del 2015.- Un día como hoy, pero de 1932, nació en Londres, Inglaterra, una de las mujeres más bellas y reconocidas en el mundo del espectáculo: Elizabeth Rosemund Taylor, mejor conocida como Liz Taylor.
Dueña de una de las miradas más seductoras captadas por la cámara de cine, que retrataba en un peculiar color violeta. Taylor fue recordada por sus extraordinarias actuaciones, desde la adolescencia, una reconocida afición por coleccionar diamantes… y maridos.
Su carrera en Hollywood se prolongó por más de seis décadas, pues debutó en 1942 con el film ‘There’s One Born Every Minute’ (Hay un Nacimiento Cada Minuto), donde apareció junto a Hugh Herbert. Sin embargó su éxito llegó algunos años después, cuando demostró sus dotes histriónicas en cintas como ‘Father of the Bride’ (Padre de la Novia) en 1950, ‘A Place in the Sun’ (Un Lugar en el Sol) de 1951, ‘Giant’ (Gigante) de 1956, ‘Cat on a Hot Tin Roof’ (La Gata Sobre el Tejado de Zinc) en 1958, ‘Suddenly, Last Summer’ (De Repente el Último Verano) en 1959 y Butterfield 8 en (1960).
En 1963 grabó una de sus películas más exitosas, que además fue el origen de uno de los grandes romances de su vida: ‘Cleopatra’, donde se enamoró de su dos veces marido: Richard Burton.
Entre sus múltiples premios ganó tres Premios Óscar (uno de ellos honorífico), cinco Globos de Oro, tres premios BAFTA británicos y el David de Donatello. Gracias a una condecoración de la reina Isabel II del Reino Unido (Dama Comandante del Imperio Británico, DBE) recibía el tratamiento de Dame, equivalente del masculino Sir.
En 1999 el American Film Institute la nombró como la séptima mejor estrella femenina de los primeros cien años del cine norteamericano.
Taylor experimentó graves problemas médicos cada vez que ella se atravesaba por problemas en su vida personal. Taylor fue hospitalizada más de 70 veces y tuvo al menos 20 operaciones. Muchas veces los titulares de los periódicos erróneamente anunciaban que Taylor estaba cerca de la muerte.
Constantemente ganaba y perdía una cantidad significativa de peso, alcanzando desde 54 hasta 82 kg en la década de 1980. Se rompió la espalda cinco veces, tuvo dos reemplazos de caderas, tenía una histerectomía, sufría de disentería y flebitis, tuvo una perforación en su esófago, sobrevivió a un benigno tumor cerebral erradicado en 1997 y al cáncer de piel y tuvo ataques de neumonía que amenazaron su vida en dos ocasiones.
En 1983 admitió haber sido adicta a las pastillas para dormir y a los analgésicos durante 35 años. Recibió tratamiento por su alcoholismo y su adicción a las drogas, ingresando en el Centro Betty Ford durante siete semanas a partir de diciembre 1983 hasta enero 1984 y de nuevo a partir del otoño de 1988 hasta principios de 1989.
En febrero de 2011, con síntomas relacionados con la insuficiencia cardíaca hicieron que fuera ingresada en el hospital Cedars-Sinai Medical Center en Los Ángeles para un tratamiento, donde permaneció hasta su muerte a los 79 años el 23 de marzo de 2011, rodeada de sus cuatro hijos.