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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de marzo de 2016.- Casi siete años después de aquel trágico viernes 5 de junio de 2009, el dolor que produce el recuerdo sigue presente en Fabiola Domínguez, madre de Laura Fernanda, niña que estuvo en el incendio de la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, quien no ha recibido la atención adecuada por tener una clasificación de “expuesta”, lo cual le impide una cobertura médica amplia en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Las secuelas que dejó en Laura el incendio que cobró la vida de 49 menores –24 niñas y 25 niños– la mayoría por asfixia por el humo tóxico, las presentó un año después y cinco antes que 69 de los 106 que resultaron heridos.
Los efectos secundarios ocasionados por la alta ingesta de medicamentos, en su mayoría de cortisona o corticosteroides, han provocado en los sobrevivientes problemas en sus huesos, dientes e intoxicaciones.
Al instalarse este día por tercera ocasión, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, un Grupo de Trabajo que dará seguimiento a las investigaciones y recomendaciones relacionadas con el caso de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, Fabiola expuso ante los diputados integrantes la lucha que ha emprendido por seis años y medio ante las instituciones de seguridad social para que las víctimas reciban la cobertura médica amplia.
En representación de 70 niñas y niños catalogados como “expuestos”, incluida su propia hija, narró que ha tenido que defender a capa y espada dicho estatus ante la vulneración y marginación de las afectaciones.
Tanto así que el decreto presidencial del entonces Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, no contempla en absoluto las necesidades de los afectados por el incendio.
La madre de Laura explicó en su petición que en el caso de 70 víctimas que resultaron heridos, no fueron considerados por el porcentaje de quemaduras que marca la ley o el propio personal del Seguro Social.
Laura Fernanda actualmente presenta problemas de resequedad en la piel, lo que le ocasiona complicaciones en el cuero cabelludo, aunada a la hipertensión pulmonar que le diagnosticaron.
Pero el IMSS no la quiere atender porque según no es derivado del fatídico incendio.
Casi siete años después 70 niños y niñas no se han aliviado y el problema común es neumonitis por intoxicación; en la mayoría continúa.
En su interpretación de justicia, de acuerdo a su necesidad, la señora Domínguez pidió la sensibilidad del grupo de trabajo y el reconocimiento a las lesiones ocasionadas a estos niños rescatados de aquel infierno.
Lilian Cristina García, madre de Bryan Alexander, uno de los niños que no corrió con la misma suerte, se unió a la exigencia de los sobrevivientes, mientras que Fabiola citó la condición de salud de la hija de la señora Alejandra.
Camila ahora tiene ocho años de edad, en este momento tiene un problema en su vejiga diagnosticado en 2015, sangra y tiene que usar toallas sanitarias.
Tras estudios de edad ósea, pubertad precoz, entre otros, resultó con intoxicación de la vejiga, por eso sangra.
“Ha tenido más de cuatro operaciones porque no puede respirar, sus pulmones han estado a punto colapsar y además de un problema dental como una persona de 70 años”, sumó a la lista de padecimientos de la niña.
En 2009, la mayoría de estas niñas y niños tenían casi un año o año y medio, ninguno estaba enfermo, afirmó Fabiola.
Entonces, asegura que existe un antes y un después del incendio en la estancia infantil ABC.
Jesús Vázquez, otro de los menores clasificados como “expuestos”, en 2010 le diagnosticaron micosis. Hoy presenta recurrentes episodios de ataques epilépticos.
A lo largo de los años Fabiola se ha armado de valor al punto de casi especializarse en cada diagnóstico que le han dado a los 70 menores que representa; según el IMSS, nada derivado del incendio, ni ocasionado por la tragedia que dé pie a que sean reconocidos.
Le queda claro que la institución de salud ha marginado la condición de “expuestos”, pero refuta que la “expuesta” es ella misma: “busqué a mi hija porque no la encontraba, inhalé humos, vi muchas cosas que no olvido, yo sí soy expuesta, mi hija no, ella es directamente afectada”.
Sin comparar el caso de su hija con la muerte de 49, ni otros que tienen quemaduras en el 60 u 80 por ciento de su cuerpo, Fabiola dice que no pide morirse, pero vive con la incertidumbre de no saber si cuando Laura tenga 15 años su problema pulmonar, que es asma ocupacional, como el de los mineros, continúe.
“Nuestros hijos no son números ni signos de pesos, el IMSS no tiene que menospreciar su calidad de la salud. Queremos que reconozcan el daño”, exige en nombre de 70 más.