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MÉXICO, DF., 17 de diciembre de 2015.- Para poder acceder a las tres pistas de hielo en que se ha convertido para estas fechas decembrinas la plancha del Zócalo capitalino hay que esperar hasta dos horas. Pero no importa.
Son cientos de personas las que circundan el Zócalo capitalino, enmarcado en estas fechas por el gran árbol decembrino de 70 metros de altura, una gigantesca piñata, la majestuosa catedral y los edificios del Gobierno del todavía Distrito Federal, en un día soleado, donde el sol de finales de otoño pega con fuerza, pero que no los desanima. La música inunda el lugar, también las voces de la gente encargada de dotar del equipo correspondiente a los patinadores.
En su mayoría son niños, quienes acompañados de sus padres esperan, pacientes, emocionados, sonrientes, para calzarse los patines color naranja y poder deslizarse sobre lo que el GDF ha bautizado como «el área congelada (más de cuatro mil m2) nunca vista en México ni el mundo» y en la cual, en esta época vacacional, espera tener cerca de un millón de visitantes.
En la larga fila se aborda a Julián, un padre de familia, quien confiesa: “ya llevo dos horas y media esperando a entrar, mandé a mi esposa y a mis hijos a que fueran a comer algo, porque no habíamos ni desayunado para llegar a tiempo y tener un buen lugar en la fila, pero ni así se pudo tener un lugar bueno para la pista, los toboganes también están llenos, pero ni importa, todo con tal de ver felices a los chamacos”.
Esta escena se repitió con varios padres, quienes en esta época de vacaciones escolares tienen que ingeniárselas para entretener a sus hijos. Y la pista es una gran opción. Y la verdad que los niños de divierten deslizándose sobre el hielo. Gritan, hacen actos malabares, ponen caras de emoción, fintan como que se caen. Y hay risas, muchas risas. Risas infantiles que hacen olvidar, aunque sea por un momento, cualquier tipo de preocupación. Risas que hacen sonreír a los mayores.
Los dos toboganes de hielo, con más de 10 metros de altura, también son muy solicitados por los pequeños, quienes al ir en descenso alzan los brazos, gritan, gesticulan o simplemente, en la caída, cierran fuertemente los ojos…
Y después…
…tras una hora de patinaje amateur, con focas de plástico para no perder el equilibrio y caer en el hielo, restaurantes y fondas aledañas al Zócalo capitalino lucen repletas para la hora de la comida. Y el gasto también es considerado por las familias, pues después del patinaje algunas otras “atracciones” se presentan.
“Tengo pensado gastar, tan sólo este día, como unos 800 pesos, porque debes tomar en cuenta el transporte, traer carro al Centro Histórico es la muerte, el agua y las comidas, porque seguramente comeremos hamburguesas por los niños, así que el presupuesto rondaría esa cifra”, comenta Esteban, quien lleva a sus dos hijos y a su esposa.
Después de la experiencia del patinaje, el día aún no termina y hay que cerrarlo con una casi casi obligada ida al cine: el estreno de la séptima entrega de la saga Star Wars, El Despertar de la Fuerza, es un atractivo más para que los menores de la casa (y algunos mayores también) tengan para disfrutar.
“No sé de dónde sacan fuerzas los niños, ya patinamos, ya comimos y lo normal es que vayamos a casa a descansar, pero como está lo de ‘Estar Guars’ pues quieren ir a verla y échale un dinerito más por las entradas y las palomitas, en fin, ¿qué más puedo decir?”, lamenta medio en serio, medio en broma, Lucía, madre de tres hijos y acompañada de dos sobrinos.
Un pequeño, sonriente, de la mano de sus padres, va caminando a brincos y desde la inocencia de sus cinco años, suelta:
–Pá, má… ¿verdad que volvemos a venir mañana…?