Escenario político
Conversar con Dios no es utopía. Hallar su reino es una realidad para quien decide hacerlo. En los Evangelios del Nuevo Testamento se encuentran nueve rutas para ingresar al mundo de los cielos que parte de un simple principio: la percepción crea la realidad.
Tradicionalmente, para que el reino del cielo esté en cada uno de nosotros ( Lucas 17, 20-21 “ …el reino de Dios está entre vosotros”) se delinearon tres caminos: devoción basado en la oración, el rezo constante y el amor a Cristo que es centrar el alma (pensamiento) en Dios, el servicio basado en caridad, altruismo y humildad centrado en amar al prójimo como a uno mismo y la contemplación monástica de reclusión y pobreza. Es la renuncia total al mundo, el retiro y silencio…
Sin embargo, hay acciones que generan el cielo en la tierra, la percepción divina sin importar si estamos lejos de la vida monástica. Son estas:
Meditación. No es un ritual, sino simple introspección para contactar con lo más denso del silencio y encontrar la luz que existe dentro de cada uno de nosotros. La manera más simple de lograr meditar es tomar consciencia de la respiración y alejarnos de la ira. Reencontrarnos. Es hallar la serenidad.
Contemplación. Es reflexionar sobre la Verdad. Lo que es realmente todo, alejarse de estereotipos o juicios. Al pensar con profundidad se descubrirá que todo está hecho de luz. La consciencia de que todos y todo somos parte de un Gran Espíritu perfecto permite visualizar la luz (perfección) que emana de cada ser.
Revelación. Es la comprensión espiritual. Ver todo bajo el influjo de la luz, olvidarse de la sombra para que prevalezca el lado luminoso. Es saber que somos parte del “otro” y que esa aparente “otredad” no existe porque todos somos uno. Es retomar un principio: todas las creaturas del mundo animal, mineral y vegetal somos hijos de Dios.
Oración. Pedir una orientación más elevada para encontrar la verdad tras aparente maldad, injusticia u opacidad. “La luz pide verse a sí misma”. Es pedir que Dios, el Arquitecto del Universo, nos ayude a “ver”.
Gracia. Aceptar a Dios en el corazón. Verlo como luz o amor puro que inunda todo genera libertad. Esa es la gracia.
Amor. Participar en el amor divino. Cuando la luz está conectada con Dios el amor fluye. El amor es una condición viviente en toda su expresión y júbilo. En términos prácticos implica dejar de juzgar porque en lo que en otros ves en ti está.
Fe. Creer en una realidad superior. Dejar de creer en la ilusión del mundo material y comenzar a ver todo como realmente es genera fe, porque la luz adopta la forma que se desee. La fe también es saber que existe una realidad más allá del sufrimiento presente.
Salvación. Es la consciencia de una realidad superior. Al ir hacia la luz te redimes. Escapas de un falso yo limitante y el auténtico resulta tan infinito como la luz.
Unidad. Ser uno con Dios. No existen límites para la luz. Cuando logras visualizarte como luz no existen barreras para encontrarte con Dios. Cuando logras superar las barreras del miedo te acercas a la conciencia de Dios.
Que sin importar lo que ahora vivas logres emprender un camino de reencuentro.