Desde el Cuarto de Guerra
El Barrio de San Sebastián en Tepoztlán, es misticismo y fiesta. Aquí se enlaza la fe cristiana con politeísmo precolombino, folclor y magia.
Cuenta la leyenda que un niño engendrado por una mujer y el aire, robó el huehuetl y el teponaztli, los tambores que tocan el corazón. Lo persiguieron hasta que el pequeño trepó a lo más alto de una montaña. Sus captores, ante la imposibilidad de ir tras él, decidieron derribar su refugio. Así, esta tierra ahora la representa el glifo de un cerro con un hacha.
Crisol de creencias, en Tepoztlán se viven diferentes fiestas llenas de encanto que refrendan su nombre de Pueblo Mágico.
En el barrio de San Sebastián hoy se celebra al patrón de este nombre. Es un santo que simboliza el valor de ostentar la fe frente al peligro. Venerado por las iglesias católica y ortodoxa, fue soldado del ejército romano. La iglesia que lleva su nombre tiene una construcción diferente a la de los demás barrios, comunidades y colonias. Su orientación está inversa.
San Sebastián nació en Francia en el año 256. Era cristiano y lo denunciaron ante el Emperador Maximiliano, quien le planteó la disyuntiva de ser miembro de la milicia o seguir a Jesucristo. Al optar por la fe se decidió matarlo. La primera vez sólo quedó malherido, pero al recobrarse se plantó de nueva cuenta ante el Emperador, a quien reclamó su persecución a quienes veneraban a Cristo. Esta vez sí lograron ejecutarlo y dejaron su cuerpo en un lodazal.
En ese momento nadie imaginó que San Sebastián, se eternizaría en las obras de Botticelli, El Greco, Rafael y Mattia Preti. Tampoco adivinaron que al pasar el tiempo un barrio de Tepoztlán llevaría su nombre y lo celebrarían en enero con una fiesta de sincretismo pagano y rituales cristianos.
Y aquí resuenan los antiguos rudimentos que permiten que afloren emociones, que los colores de las viandas contrasten con la ropa de fiesta y el cielo se ilumine con fuegos artificiales. Procesiones de fe, misterioso culto pagano, folclore que sabe a fruta regional, amabilidad de los moradores y misticismo son parte de esta fiesta que concluye con el brinco de los tiznados, que anticipa el miércoles de ceniza de la Semana Mayor católica.
En medio de este sincretismo, los Mayordomos Alfredo Medina Fernández, Rodolfo Allende Noriega, Tanis Conde Medina y Miguel Velarde Rojo, del barrio ubicado en la calle 22 de febrero, guardan ahora los secretos milenarios de una tierra llena de sol y magia, con costumbres y rituales heredada de sus ancestros, donde se cree en el trabajo como transformador de vida.
Tepoztlán, pueblo mágico.