Niños devorados por la violencia
El vino tiene un halo de sacralidad y magia. También de misterio. Así, durante mucho tiempo, castas de magos, guerreros y sacerdotes se lo apropiaron. Aseguraban que no era para el pueblo. La errónea idea subsistió mucho tiempo.
Hoy, en México las personas toman 14 mililitros de vino, 59 ml de otros licores como whisky o tequila y beben 1.6 litros de cerveza a la semana. La sombra de que el vino está reservado para un grupo de privilegiados prosigue.
Así, en el país existen tres mil 600 hectáreas de uva para vino, 110 productores y 400 etiquetas diferentes, pero el vino lo toma casi solamente la clase media y alta que representa 22 millones de mexicanos con un consumo de cinco botellas y un tercio en promedio por año. Hay 100 mil consumidores frecuentes, es decir, aquellos que toman vino varias veces por mes mientras 300 mil lo consumen dos veces por año y un millón lo hace sólo una vez cada 12 meses.
Beber vino se confinó a las grandes celebraciones de la nobleza y aristocracia, las barricas en palacios reales o imaginarios… sin embargo, apareció la generación milenio y, con ella se resquebrajan las vedas y signos prohibitivos.
En este contexto, Valle Redondo, una marca asociada a jugos y néctares, decide aventurarse en una romántica proeza: democratizar el vino.
Para lograrlo emprende tres acciones que rescatan al vino de las leyendas medievales y lo presenta en la realidad de nuestros días: investigan a los héroes cotidianos, descienden el precio de cada botella y crea productos amigables con los paladares no versados en el arte del vino.
En la generación punto com o milenio se detecta que los valores más arraigados entre quienes nacieron en la década de los ochenta son la alegría, éxito, fuerza y determinación. Con tales valores se procesan las cinco variedades de Cuatro Soles.
Esta marca, que ejemplifica cada uno de los valores asociados a los consumidores de la generación Millenium o Punto com, sintetizan los consejos de los conocedores para disfrutar el vino:
1. Optar inicialmente por el vino blanco o rosado.
2. Privilegiar los vinos afrutados. De toda la gama de olores y sabores que puede tener un vino blanco, las frutas son las más amigables que podemos encontrar, las que más fácil reconoceremos y con las que estamos más familiarizados, lo que implica que nos gustará más.
3. Vinos con un poco de azúcar y sin barrica (o con muy poca). Generalmente los sabores dulces son más fáciles de asimilar que los amargos; aunque algo muy dulce puede no gustarle a todos, de ahí que se aconseje sólo un poco de azúcar.
4. Vinos refrescantes: un vino con buena acidez refresca, y esa sensación es muy placentera.
5. Elegir vinos de uvas «fáciles». Los expertos recomiendan chenin, chardonnay, riesling, pinot gris en blancos y zinfandel y merlot en rosados.
En cuatro soles se sintetizan tales consejos y emerge una cultura que trata de develar los secretos del vino para que los héroes contemporáneos se apropien del jugo de la vid. No en vano, esta democratización del vino da una explicación lúdica de porqué el primer milagro de Cristo fue transformar agua en vino. No, no es una bebida superficial. Es alegría, armonía y fiesta. Es el sabor y color de la vida.