Visión financiera/Georgina Howard
La criminología es una carrera de moda llena de mitos y rutas inexploradas.
Las series televisivas como Mentes Criminales y la Ley y el Orden la impusieron como una profesión llena de desafíos y convirtieron a los criminólogos en los brujos de nuestra era, llenos de infalibilidad y poder. Mentiriosamente, los ubicaron como los únicos perpetradores de la justicia y su trabajo lo rodearon de expectativas inalcanzables en la vida real.
Mauricio Flores, Coordinador de Criminología en el Centro de Estudios Avanzados de Ciencias Jurídicas y Criminalística (CESCIJUC), coincide en que se trata de una carrera de moda como lo evidencia el incremento en su matrícula, pero advierte que es una profesión mitificada por los programas de televisión.
“En su afán de hacer más espectaculares las historias se incurre en mentiras e imprecisiones, por ejemplo, una sola evidencia no sinónimo de sentencia. En la televisión presentan un cabello y esto conduce a quién es el homicida, por ejemplo. En realidad deben obtenerse diferentes evidencias para asumir inicialmente quien estuvo en la escena de un crimen, y esto dista mucho aún de señalar a un presunto perpetrador de un ilícito”, comenta Flores.
El nuevo sistema de justicia penal revaloró el papel del criminólogo en la cadena de custodia, pero él sólo representa una parte en la administración de justicia. “El poder mítico atribuido a este profesionista es que representa las raíces en el árbol, si éstas están envenenadas generarán un fruto en iguales condiciones”, dice el experto. Así, “se siguen protocolos internacionales para recabar y salvaguardar evidencias, puntos clave en el trabajo criminalístico”.
Pero, a diferencia en lo que ocurre en la televisión, en la vida real una sola evidencia muchas veces resulta inútil porque está “contaminada”, no existen bases de datos, resulta insuficiente para perfilar a un presunto culpable…
“No está nada escrito. Así como una sola prueba no es concluyente, también puede serlo. Otro mito recurrente es el papel de sabelotodo que se endilga al criminalista. Su verdadero papel es que es un investigador que se auxilia de expertos o peritos en muchas materias y logra definir un perfil de quien cometió un ilícito, pero no se trata de un adivino infalible”, remarca Flores.
Un criminólogo no es un experto de balística, ni de ADN, ni de documentos… posee los conocimientos suficientes para poder establecer una interrelación suficientemente lógica y fundamentada en varias materias que le permiten descifrar un enigma concreto.
En épocas pasadas el hombre recurría a la magia, las ordalías o señales de Dios para satisfacer su necesidad de justicia. Hoy recurre al criminólogo y su aura de ciencia.
El criminólogo no es un súper héroe. Pero tampoco su trabajo se centra en las procuradurías de justicia para perseguir a quienes perpetran ilícitos de alto impacto social.
“Es un investigador minucioso, metódico, un científico social con un inmenso campo de trabajo en diferentes sectores económicos. Me atrevería a asegurar que es personal clave en las áreas de investigación y desarrollo empresarial y en las áreas forenses de cualquier empresa pública o privada”, finaliza el catedrático universitario.