
Muchos pantalones ante las desapariciones
La familia nuclear conformada por padre, madre e hijos ahora asume múltiples tipos que concuerdan con una sociedad plena de cambios donde los roles asumidos de manera típica se transforman.
La edad para contraer matrimonio a nivel mundial presenta una postergación respecto a décadas atrás y muchas veces este contrato social se asume ya no para tener hijos sino para compartir la vida.
Al mismo tiempo, se multiplican segundas, terceras y más nupcias. Las familias monoparentales se incrementan y ya no solo las encabezadas por madres solteras mientras surge el aplazamiento generalizado para tener hijos e incluso la decisión de no tenerlos. En tanto, la tasa de divorcios ahora parece detenerse en contraposición a una década atrás en que creció exponencialmente de acuerdo a estadísticas internacionales.
¿Qué elementos determinaron el cambio en la conceptualización de la familia y, por ende, en las relaciones sociales?, ¿a qué se atribuye que el modelo típico de división del trabajo tenga ahora tantas variables? Una de las respuestas más contundentes de los antropólogos al respecto es la incorporación de la mujer a la población económicamente activa.
En determinado momento histórico, la mujer dejaba de trabajar fuera del hogar para dedicarse a sus hijos y a la casa. Las cifras del empleo femenino presentaron una disminución desde principios de siglo hasta los años sesenta. A partir de 1962, la situación se invierte.
Ahora, si el nuevo papel de la mujer en la sociedad implica grandes cambios de estructura y función, existen variables que inciden de manera directa en la organización familiar.
El primer matrimonio, hoy en día, ocurre en promedio a los 27 años en el hombre y 26 años en las mujeres como promedio mundial. La edad aumenta correlativamente al grado de desarrollo del país.
El hecho de que hombres y mujeres ahora se casan más tarde, también incide en la baja de natalidad y refleja la disminución de importancia de la fertilidad y de la crianza de hijos en el matrimonio.
Un resultado importante de control de la natalidad es que cambia el paradigma de la familia y proporciona a las mujeres más control sobre su trayectoria profesional. Un embarazo no planeado interfería de forma importante en las actividades de la mujer. La posibilidad de controlar el nacimiento de los hijos repercutió en las actividades de la mujer y le incentivó a entrar en el mercado de trabajo.
El surgimiento de electrodomésticos y desarrollo de servicios de alimentación, por ejemplo, permite que mucho de lo que anteriormente propiciaba el trabajo doméstico se adquiera fuera de casa. Esto tuvo un papel fundamental en la entrada de la mujer en el mercado de trabajo. Con ello, el precio de estos bienes disminuyó y el coste de quedarse en casa subió.
En el matrimonio ahora se detectan estas tendencias:
Crear trabajo en equipo horizontal. La igualdad en el más pequeño núcleo social impulsa formas de trabajo en las que las jerarquías piramidales no existen, lo que favorece estructuras “en racimos” interdependientes de grupos de trabajo colaborativos.
Descentralizar la toma de decisiones. Al incorporarse la mujer al ámbito laboral, las decisiones de la familia suelen compartirse y asciende el sentido de delegación y empowerment que los colaboradores esperan ver reflejados en el medio laboral.
Facilitar la comunicación y el aprendizaje. Las organizaciones asumen que valores adjudicados tradicionalmente a la mujer, como la facilidad de interrelación y empatía, pueden favorecer el clima laboral de las empresas. Se trata de un factor de innovación y apertura.
Dirigir para lograr un alto rendimiento. La diversidad de las familias implica mayor labor de dirección y gestión ante la heterogeneidad de visiones, expectativas y visiones de vida del capital humano.
Crear desarrollo y formación global. La visión de las competencias, capacidades y perspectivas asciende en la medida que la población económicamente activa juega roles más activos en la conceptualización de sus perspectivas de vida y necesidades “aspiracionales”.
Flexibilidad. Al no regirse por un modelo estandarizado de familia, cada empleado requiere de beneficios diferentes que implican movilidad en las formas de contratación, retribución y retención de talento.
Los cambios sociales generan una empresa emergente. La empresa tradicional está en crisis. Ha muerto. La estructura de la empresa tradicional que garantizaba los rendimientos máximos de trabajo, en la actualidad se convierte en un obstáculo para el logro de tales rendimientos. Este tipo de empresa respondía a condiciones que hoy ya no existen y quienes sigan apegados a ellas inevitablemente desaparecerán.
La modificación de los núcleos sociales – matrimonios, divorcios, separaciones, uniones libres, procreación y parejas sin descendencia- aunados a la aceleración del cambio, la globalización de mercados, incremento de la competitividad y el efecto de nuevas tecnologías de información y la comunicación, gestaron la empresa emergente contrapuesta al modelo tradicional.