Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
El disfraz más burdo de la crueldad es la comicidad. El “chiste” que enmascara la burla. Es a través de supuesto humor que inician las escaladas del bullying. Es a través de la caricaturización que se emprenden las campañas de desprestigio más lacerantes.
La disculpa ante las humillaciones seudo jocosas es que “los mexicanos nos reímos de todo, hasta de la muerte”. Y es verdad que somos un pueblo proclive a la risa y disfrute, pero antes de iniciar nuevos memes en redes sociales o festejar el ingenio con el que otros se mofan de alguna persona, pensemos que la dignidad es más importante que el chascarrillo a costa de la humillación de otros.
Sí, estoy en contra de los apodos y sobrenombres que no destacan las mejores cualidades de los otros, las que remarcan un defecto y mueven a la burla. Estoy contra los “chistes” que no develan el cariz cómico de una posición o punto de vista controvertido, sino que emplean una característica física o significativa de grupo para desdeñar, desvalorar y ser mordaces.
Estoy en contra del chiste fácil, la discriminación y la burla. No contrataría nunca, para manejar mis redes sociales, empresas o personas que no muestran respeto a otros. Hablo del caso Comex. De su absurdo chiste de “trepar” al Presidente de México en una lata de su producto para tener la estatura del Príncipe de España.
Es peligrosa la fama efímera, la moda. La fama se diluye muy pronto. El prestigio es lo que se construye no con “chispazos” de genialidad sino con valores acendrados. Lo que cada persona y empresa comunica de otros demuestra o habla de lo que es realmente. Quien se mofa de la estatura de un personaje denosta de manera inmediata a otros que no son muy altos. ¡Se burla de la mayoría de los mexicanos!. ¿Y quién dijo que una cualidad física detenta cualidades éticas?
Esos chistes fáciles que atropellan la dignidad son discriminatorios y superficiales, pero además muestran cerrazón, prejuicios y poca ética en la manera que perciben a los otros. A todo el mundo y a sí mismos. Somos lo que enunciamos de los demás.
Nuestra comunicación es un espejo de valores, miedos, creencias y debilidades. Quien cimenta sus campañas publicitarias en ridiculizar a otros es que no posee nada digno de mostrar de sí mismo.
En entrevistas de trabajo descalifican a quien habla mal de sus jefes anteriores o de las empresas donde trabajó antes. Quien no tiene nada bueno que decir de los otros muestra su propia pobreza.
Así, viva la comicidad que nos hace burlarnos de nosotros mismos y nuestras contradicciones como seres humanos, pero repeleremos siempre los chistes vulgares que se mofan de rasgos personales o étnicos, aquellos que infravaloran a un ser humano o incitan a su desprecio.
Algo más: la fama termina muy pronto, la supuesta popularidad concluye, pero permanece la noción popular de que no se trata de una compañía digna ni respetuosa. Y ese es el trato y referencia que se le da en el ámbito comercial. Por supuesto, las empresas que se burlan de los demás nunca serán los referentes de seriedad o cariño. Serán marcas desprestigiadas por sus propias palabras.
Cuida lo que hablas de otros porque te describe a ti, es el resumen de este escrito contra la burla.