Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
La gratitud es el camino más corto a la felicidad.
Muchos rituales se pierden, pero existe uno que debe prevalecer si queremos que la dulzura recorra nuestras noches y días: dar gracias a la vida y a tus deidades. No se trata de dar gracias de manera generalizada, automatizada y anodina, sino uno que surja de tu percepción más honda, del recuento de todo aquello que según tus parámetros te hace un ser privilegiado.
Al principio dar gracias se limita a identificar siete factores o hechos maravillosos en tu vida. Muchos optan por mencionar a las siete personas cuyas vidas son importantes. Otros deciden enunciar maravillas naturales como la luz o una hoja. En esta lista de gratitud hay quienes mencionan episodios felices a lo largo del día. Otros más optan por recorrer hedonistas sensaciones. No importa lo que aparezca cada día en tu lista de gratitud. Siete bendiciones debes mencionar al amanecer y antes de dormir.
Este ejercicio de gratitud genera una percepción diferente de la vida. Te permite estar atento a todo lo bueno que tienes, maximizar tu percepción hacia lo positivo. Y cuando cambia tu percepción, tu mundo también se modifica.
Entonces dejas de ser tan crítico contigo y con los demás. Sueles mejorar tu opinión de ti y de quienes te rodean, pero también aparece cierta proclividad a trabajar más para generar el bien para ti y para otros. La gratitud es lo más similar al amor: Redime, cura, acompaña, alienta, alegra…
Gracias, en sí misma, es una palabra mágica, un exhorto a todo lo bueno. Y también representa un conjuro para espantar las recriminaciones, porque cuando se necesita perdonar a personas o situaciones basta pensar en qué puedes agradecer de cada una de ellas para que el resquemor no toque tus ideas y piel, para que camines libre de resentimiento y odio, para que veas lo maravilloso que acontece a partir de este momento. Porque sin importar lo que ocurra, te tienes a ti y la magia de dar gracias.
En efecto, la “varita mágica” que transforma lo que toca, la que tantas veces apareció en los cuentos en realidad era cualquier objeto que tenía escrita o grabada la palabra “gracias”. Era un recordatorio. De que recordaras y mencionaras siempre los dones del poder en cada objeto, situación o ser.
Cuanto tocas con este sentido transformas un sapo en príncipe.
La metáfora es clara: redescubres bondad y belleza en todo, hasta en lo aparentemente abyecto o vulgar y generas una imagen de gran valor y poder.
Gracias es un acto de magia cotidiana que podemos hacer tú, yo y todos. La magia no está destinada a unos pocos. Todos somos magos.